Desde el momento en que fue aprobada la nueva ley del IMSS, y más aún con la promulgación de la Ley de los Sistemas para el Ahorro, quedó establecido que la operación de las Afore descansaba en sus sociedades de inversión: Siefore. Son estas sociedades las que invierten los recursos de los trabajadores afiliados a cada Afore; en estos primeros meses las Siefores han adquirido papel gubernamental, como Cetes, Udibonos y Bondes, a plazos no mayores a 182 días.
Recientemente se dio a conocer el rendimiento de las Siefore de cada una de las Administradoras de Fondos para el Retiro; el dato promedio fue de 21 por ciento anual lo que, según la versión oficial, fue 5 puntos porcentuales por encima de la inflación y 3 puntos por encima de la tasa que paga la cuenta concentradora, que garantiza un rendimiento de 2 por ciento real, tal como ocurre en el caso de los recursos del SAR de los trabajadores al servicio del Estado.
Dicho así, la imagen es la de una rentabilidad razonable, pero el dato no contempla que las Afore cobran, ya sea por el saldo o bien por el flujo, es decir, cobran comisión por el monto total acumulado en la cuenta individual o por cada una de las aportaciones obligatorias. De esta manera, debe reducirse el rendimiento de las Siefore con lo que cobran; así por ejemplo, el caso de las Afore de Bancrecer es notable ya que si al peor rendimiento del mercado (14.7 por ciento) se le resta la comisión cobrada (1.6 por ciento), resulta un rendimiento negativo de 3 por ciento.
Este es, por supuesto, el caso extremo, el promedio en el rendimiento fue de 21 por ciento y la comisión que se cobra en promedio se ubica en 1.7 por ciento, lo que reduce el rendimiento real a solamente 3 por ciento. Es este el dato a comparar contra otras posibles inversiones en el mercado, para apreciar si realmente se obtienen rendimientos atractivos; el rendimiento de los Cetes a 182 días al cierre de 1997 fue de 19.9 por ciento, lo que es casi un punto arriba que el promedio de las Siefore.
Precisamente porque los rendimientos obtenidos dejan mucho que desear, resulta elocuente la declaración de Ralf Peters, presidente de la Asociación Mexicana de Afores (Amafore), señalando que los pasivos de Fobaproa una vez convertidos en deuda pública, ``serán una buena opción para invertir'' por parte de las Siefores; las razones son, obviamente, de dos tipos: el plazo de vencimiento de diez años iniciaría la existencia de papeles con una profundidad interesante y el rendimiento mismo de estos pasivos, que están 2 o 3 puntos porcentuales por arriba de la tasa de Cetes.
Así las cosas, se evidencia un hecho que debiera corregirse antes de convertir los papeles de Fobaproa en deuda pública; la tasa de interés que Hacienda concedió a los bancos es excesiva, toda vez que pese a ser un activo sin riesgo paga un rendimiento superior a la tasa de colocación de Cetes, lo que es a todas luces improcedente, por ello es que debe asimilarse estrictamente a la de Cetes. Esto reduciría el interés de las Afore por comprar este tipo de papel, pero reduciría también el costo de los pasivos del Fobaproa; el Legislativo tiene la palabra.