A Cristina Payán
El PRD en el DF y la fracción de diputados locales en la Asamblea Legislativa no avanzan en la reforma política de la ciudad en espera de un acuerdo ``de consenso'' con el PRI y el PAN, pues según la amenaza, las reformas federales al estatuto serían vetadas en el Congreso federal. ¿A quién beneficia la paralización política en la ALDF y del PRD?
Las mesas de concertación, nacidas durante el camachismo, surgieron de un contexto y una manipulación: la regencia y el PRI eran minoría política en la capital; la política de ``consensos'' era para integrar a los partidos al esquema del PRI y del gobierno y no para reformar; concertar por unanimidad era una forma de vetar iniciativas como el Estado 32 o la elección del gobernante del DF; el PRI decía no tener propuesta a fin de no exponerla y sí imponerla. Contra esta estrategia fue el plebiscito del 21 de marzo de 1993 y su respuesta contundente creó al famoso Senador No, ahora aprendiz de opositor en la capital.
¿Necesita más consultas el PRD para hacer lo que tiene que hacer en la ALDF y como partido? ¿Necesita una opinión extra al plebiscito del 93 o las elecciones de julio de 1997 para aprobar desde la ALDF las reformas sobre participación ciudadana, municipios, Estado 32? El consenso como método expresa falta de vocación reformadora, ya que hoy, a diferencia de la mesa de concertación de Camacho-Aguilera, el PRD está respaldado por votos, por una voluntad mayoritaria que demandó reformas y caaambios. ¿Por qué no aprobar la ley de participación ciudadana? ¿Saben cuándo van a convencer al PRI de una propuesta que fortalezca a la ciudadanía? ¡Nunca!
Desgasta y desespera ver las fotos y crónicas reiteradas de los representantes de partidos haciendo cuentas, borrando frases, quitando renglones para llegar ``al consenso'' y seguir en nada. En este terreno gana Aguilera, el cual aplica como opositor la misma táctica dilatoria que usaba cuando era gobierno. Del ``consenso'' no va a salir nada, sólo la idea de que el PRD no está haciendo su tarea en respuesta a la decisión ciudadana por la que fue votado el 6 de julio de 1997 enviando al PRI a ser minoría. Hoy se necesita voluntad de reformar y ello hace necesario dejar el lastre de una oposición que gobernó 70 años y fue derrotada por la voluntad ciudadana ¿Por qué el PRD del DF y los diputados no respetan esa decisión teniendo todo para hacerla? ¡Sí se puede!
En la Ley de Participación Ciudadana se hace necesario construir un poder popular que organice a la sociedad territorialmente, que no se pongan estructuras por encima de la participación directa de los ciudadanos, pues éstas terminan siendo instancias de manipulación; que en la misma estructura por colonia, pueblo o barrio converjan intereses vecinales con sectoriales a fin de resolver la gran conflictividad que el PRI creó para gobernar ``mediando'' sobre conflictos que él mismo creaba. Se necesita una ley para la ciudadanía y no para la clase política.
Aprobar sin el PRI ni el PAN la ley de Participación Ciudadana sería positivo y es urgente para hacer valer que la nueva mayoría tiene representantes dispuestos a llevar adelante los cambios y revertir la estrategia priísta y panista que, mediante el juego ``del consenso'', pretende frenar los cambios sustanciales que necesita la ciudad para resolver problemas.
Los diputados de la mayoría tienen obligación de responder no al PRI ni al PAN, sino a los ciudadanos; no es el momento de una concertación, ni de una política de consensos que no existen. ¿Cuál será el balance futuro de los diputados perredistas, si la ALDF no decide las reformas que tiene como facultad hacer?: ¿se dirá que PRI y PAN no los dejó siendo minoría política y en la Asamblea? Ellos mismos los señalarán, y la falta de reformas serán reivindicadas como sus victorias.
En lo referente a la reforma al estatuto, el PRI seguramente se opondrá y vetará en el Congreso federal cualquier reforma surgida de la ciudadanía y del PRD, pero ésta también será prueba de su propia decadencia. Su opinión no será la última palabra sobre la democratización del DF, pero antes se habrá establecido que la ciudad a través de sus representantes marcó el rumbo de los cambios. Por eso no puede haber concesiones a los supuestos consensos que no existen, pues la democratización por naturaleza es contraria al PRI.
Legislar con la mayoría no es intolerancia, sino un acto de responsabilidad frente al voto mayoritario. No hacerlo es tan inconcebible como invitar a un acto público, pedir boleto de entrada y no dejar pasar mientras el lugar está semivacío.
Es momento de aplicar sensibilidad; tan simple como una revolución en la revolución democrática.