Luis Hernández Navarro
SNTE: el fantasma de Jonguitud

El fantasma de Carlos Jonguitud Barrios -cacique sindical del SNTE durante 17 años, desplazado por la lucha de los maestros democráticos en 1989- revolotea nuevamente entre el magisterio del Distrito Federal. Sus sucesores en la dirección nacional del organismo gremial, los que se hicieron a su sombra y se beneficiaron de la lucha democratizadora de los maestros de base, los que remozaron la fachada del sindicato pero mantuvieron muchas de las viejas prácticas, pretenden hoy imponer sus condiciones en el nombramiento de la dirección de la sección 9.

En 1989, en medio de un paro nacional por democracia y salarios impulsado por la insurgencia magisterial, llegó a la dirección nacional del SNTE Elba Esther Gordillo, durante muchos años integrante de la corriente formada por Carlos Jonguitud. La vieja burocracia sindical debió aceptar su derrota en la sección sindical que agrupa a los maestros de primaria y prescolar del Distrito Federal. Desde entonces, el que los grupos democráticos hayan tenido el control de la dirección de la sección 9 se ha convertido en una verdadera piedra en el zapato de los viejos y nuevos líderes oficialistas.

El actual conflicto de los profesores de primaria de la ciudad de México está enmarcado dentro del intento de la burocracia sindical por controlar parcialmente a la sección 9. La dirección nacional del SNTE pretende imponer a los delegados del congreso de esa sección el acuerdo de dar cinco carteras dentro del comité seccional a sus partidarios, argumentando que ellos tienen 150 delegados de un total de 681. Las corrientes democráticas se oponen a estas presiones que consideran ilegítimas. En Sinaloa y Valle de México, los oficialistas ni siquiera les permitieron presentar una planilla alternativa, y en Jalisco les anularon los 20 votos que necesitaban para incorporarse al comité seccional.

La dirección nacional del SNTE se encuentra bajo el control de Elba Esther Gordillo. Con el apoyo del gobierno federal la recuperó de su antiguo aliado Humberto Dávila, durante el último Congreso Nacional realizado en marzo de este año. Aunque la profesora no logró colocar como secretario general a su primera opción, Rafael Ochoa -el mismo que preside el actual congreso de la sección 9-, sí pudo poner en esa posición a un antiguo aliado suyo, Tomas Vázquez, de la sección 16 de Jalisco. Lo mismo sucede con la Subsecretaría de Servicios Educativos en el Distrito Federal, donde despacha Benjamín González, quién ha hecho carrera política a la sombra de la también dirigente de la CNOP.

La corriente oficialista dentro de la sección IX se ha recompuesto durante los últimos años. A pesar de que sus integrantes están divididos, la acción de dirigentes nacionales y funcionarios de la SEP les permitió llegar al congreso seccional con cierta unidad. Durante los últimos meses, los jefes de sector, supervisores, inspectores y directores de escuela (que son simultáneamente personal sindicalizado y representantes de la autoridad en cuestiones administrativas) fueron invitados a comidas y desayunos para preparar la estrategia con que enfrentarían a la corriente democrática.

En el desgaste de los democráticos ha influido también su negativa a negociar aspectos relacionados con la carrera magisterial y los bloqueos oficiales a la gestoría. Sin embargo, el avance de la corriente oficialista está muy lejos de ser un desafío a las fuerzas democráticas.

El SNTE atraviesa por un momento de suma debilidad. La federalización educativa creó un marco legal que ha permitido que los gobernadores de Yucatán y Tamaulipas metan la mano en la dirección sindical, y se han perdido muy importantes conquistas laborales. La agresión a las corrientes democráticas de la sección 9 puede mostrar a una dirección nacional a tono con la beligerancia antimagisterial de Diódoro Carrasco en Oaxaca, pero no ayuda al sindicato a enfrentar sus verdaderos retos.

Durante 19 años, el SNTE se ha visto sacudido por oleadas sucesivas de luchas de maestros de base que quieren democracia y más salario. Ese movimiento sigue vivo y actuante, a pesar de los intentos sucesivos por borrarlo de la vida sindical. La dirección nacional del sindicato no puede portarse como ``candil de la calle y oscuridad de la casa``, hablando de democracia en el mundo y cortejando intelectuales, al tiempo que busca frenar el desarrollo democrático dentro del organismo gremial, sin pagar un alto costo por ello. La presencia del fantasma de Jonguitud en el sindicato está lejos de ser una metáfora.