La Jornada 14 de julio de 1998

EUFORIA AZUL

Marlene Santos A., enviada, París, 13 de julio Ť ``¡Et un, et deux et trois-zéro!, ¡et un, et deux, et trois-zéro!'' El mismo Didier Deschamps dirigía a la gigantesca porra desde el autobús de dos niveles, descubierto en su parte superior, cuando con sus dedos indicaba uno, dos y tres, para revivir uno a uno los goles con que aniquilaron a Brasil.

La avenida Campos Elíseos sólo tuvo un breve descanso, tras una noche de locura y desenfreno que arrojó un saldo de 80 heridos, 11 de ellos graves. Apenas hubo tiempo para recoger un poco de basura y cambiar vidrios rotos de algunos comercios... La lluvia y el frío de la mañana se dispersaron y de nuevo las multitudes fueron llegando. Otro millón y medio de parisinos, mezclados con turistas, inundaron el paseo desde la Plaza de la Concordia hasta el Arco del Triunfo.

Vestidos con pantalón beige y playeras blancas con el dibujo del trofeo, los héroes: Blanc, Desailly, Lizarazu, Thuram, Petit y Zidane miraban fascinados a esa multitud que agitaba banderas, al tiempo que continuaban con el ritual de circular el dorado trofeo que cada uno mostraba a su afición. La gente a su vez les hacía leer cartones con una sola frase: ``Merci les bleus''. Barthez y Lama eran de los más contentos, con sus cráneos resplandecientes bajo el sol bailaban y cantaban sus propias porras.

El técnico Aimé Jacquet escogió la parte de atrás, desde ahí decía adiós...

La fiesta patria --este día 14-- se adelantó con la conquista de la Copa del Mundo; los noticieros no dejaron de hacer notar que la congregación multitudinaria, con este rasgo de acendrado patriotismo, sólo tenía como precedente el Día de la Liberación. Con la entonación de La Marsellesa, esta población multiétnica, como su propio equipo, no dejó de proclamar que ``le jour de gloire est arrivé''. Y llegó para quedarse en la eternidad de los anales del futbol mundial.

Con una hora de retraso llegó el autobús, pero la gente, lejos de dispersarse, aumentó. Los balcones se saturaron, los jóvenes treparon en los árboles, en los techos de los puestos de periódicos y revistas, en los pintorescos y elegantes bornes (donde se anuncian carteleras). Tuvieron tiempo suficiente para inventar la ola vertical; gritaban ``así, así, así'' y todos se ponían en cuclillas, para luego levantarse, elevar los brazos y acarrear la ola desde el Arco del Triunfo hasta El Obelisco.

Nadie duda que la selección volverá a ser este martes el atractivo principal del desfile marcial, durante la celebración del 209 aniversario de la Revolución Francesa.

Zidane por momentos lucía agotado, pero miraba sonriente hacia el Arco, donde anoche con rayos láser se escribió su nombre, alternándolo con la frase: ``Zidane, président''.

Felices por este contacto fervoroso, sin ninguna valla de por medio, con los auténticos hinchas franceses -que llevaron a la par a sus pequeños hijos y a sus mascotas vestidas de azul, blanco y rojo-, esos que tanto extrañaron durante los partidos, los jugadores no se cansaron de elevar los brazos, de sacudir las manos en señal de saludo y hasta de entablar diálogo con algunos aficionados, en su lento paso por el famoso y bello paseo.

``¡On est les champions, on est les champions!'', clamaban todos, jugadores y público, se tomaban fotos mutuamente, se filmaban, se reconocían como quien se mira en un espejo... Ahora el pronóstico popular, tras esta conquista, es que el 12 de julio será la segunda fiesta nacional francesa.