DIOS ES REDONDO Ť Juan Villoro
Una final republicana
Enviado, París, 12 de junio Ť A un minuto de que terminara el juego, el triunfo de Francia era seguro pero no perfecto: faltaba el tercer gol que lo volviera republicano. Gracias al tiro agónico de Petit, Francia anotó un gol por cada color de la bandera y adelantó dos días los festejos del día la patria. Cuando Platini logró tres tantos en un partido de la Eurocopa 84, le preguntaron cuál había sido su secreto: ``Es muy sencillo: metes un gol con la izquierda, otro con la derecha y otro con la cabeza''. Esta vez las anotaciones perdieron en variedad y ganaron en simbolismo. El guión del espectáculo no fue concebido por un atribulado dramaturgo sino por un terso propagandista: por primera vez, el país sede se enfrentó en la final al campeón en turno; en su calidad de anfitrión de la fiesta, el mejor jugador francés de todos los tiempos volvió a ponerse la camiseta azul para apoyar a sus favoritos, y el único equipo invicto se quedó con el trofeo. La nación, que desde el miércoles tiene un ataque de amour foot, ha encontrado nuevos motivos para descorchar botellas.
Desde muy temprano, los patriotas de rostros tricolores recorrían las calles y cantaban con tal felicidad, que las gárgolas estiraban el cuello para verlos. A las siete de la noche, los únicos asientos disponibles ante la pantalla gigante del Hotel de Ville eran dos faroles.
Aunque no habían mostrado un verdadero juego de conjunto, los brasileños parecían capaces de atravesar la tormenta sin mojarse. Además, tuvieron un día extra de descanso y Blanc estaba suspendido. Sólo había un motivo de tensión en sus entrenamientos: Ronaldo se limitaba a trotar al borde de la cancha porque estaba resentido de una lesión. A unas horas de la final fue llevado a un sanatorio para una última revisión y jugó como si en vez de uniforme llevara la humillante camisola de los enfermos; apenas despegaba los pies del pasto y buscaba pasos de cebra para cruzar sin ser atropellado por los defensas. Quienes auguraban que veríamos la confrontación de los cráneos rapados, Ronaldo contra Barthez, se quedaron con las ganas.
Francia tuvo serios problemas de delantera a lo largo del Mundial. El único mérito de Guivarc'h, su eje de ataque, fue añadir al campeonato un apellido con apóstrofe. Ayer falló dos goles que se podían empujar con la pierna enyesada. Pero el entrenador Aimé Jacquet dejó a Henry en la banca, que llevaba tres goles anotados, quizá confiando que en los momentos de neurosis los defensas subieran a anotar. En cambio, Brasil lucía superdotado para el ataque y en los últimos 15 minutos Zagallo jugó con la formación 4-2-4 que se usó en México 70. La delantera más imponente del Mundial (Ronaldo, Edmundo, Denilson y Bebeto) encaró el arco de Barthez, pero fue demasiado tarde. La suerte ya había sido decidida por dos remates del hombre que heredó el 10 de Platini, Zinedine Zidane, mejor conocido como Zizou.
Cuando Christopher Clarey, del Herald Tribune, se extravió en su camino al barrio de La Castellane, en Marsella, donde nació Zidane, le pidió indicaciones a una señora que de inmediato lo previno: ``En ese barrio sólo viven árabes y negros que no tienen trabajo ni escrúpulos''. Curiosamente el día de gloria prescrito por La Marsellesa llegó en los pies de un descendiente de argelinos. Unos minutos después del partido, el rostro de Zidane fue proyectado en el Arco del Triunfo bajo la leyenda ``gracias Zizou''.
Como Zidane, Albert Camus padeció la pobreza extrema de los argelinos y decidió superarla en el futbol. Su abuela lo golpeaba cada vez que maltrataba sus únicos zapatos y decidió ser portero, la posición en que se gastan menos las suelas. No llegó a ser un gran guardameta porque el destino lo convirtió en algo más raro, pero no olvidó sus días en la hierba: ``Mis mayores convicciones sobre la moral y los deberes de cada quien se las debo al futbol''. ¿Qué enseñanza deja la selección francesa? Los diez de Zizou fueron saludados por el periódico L'Humanité en estos términos: ``Todos somos futbolistas'', lo cual quiere decir: ``todos somos segregados''. Los arrabales de Francia se han apoderado de la cancha.
Un mundo para Jules
Todas las gestas ya fueron contadas por Homero, ese mitógrafo que no tomaba apuntes. El desenlace del campeonato se adivinaba en una de sus tramas.
Los numerólogos daban por favorita a Inglaterra y ahora disponen de otra regularidad para justificar el triunfo de Francia: cada ocho mundiales, el país sede gana la copa por primera vez. Pero hay otra clave para la final. El futbol organizado empezó en Francia, con Jules Rimet. Después de cerca de 20 años de cruzada, Rimet logró que la primera pelota mundialista se pateara en 1930, en Uruguay. El siglo no podía irse sin rendirle un homenaje. Desde Ulises sabemos que el último lance de la épica consiste en volver a casa.