Zidane, el verdugo; de Petit, el 3-0 final
Marlene Santos A., enviada, París, 12 de julio Ť ¡Francia!, ¡Francia!, ¡Francia! ``La victorie est en nous'', clamaron los jugadores franceses que se abrazaban, reían y lloraban de felicidad, y que con ansiedad y amor extremo circulaban de manos en manos la Copa del Mundo, el anhelado trofeo conquistado con un contundente marcador de 3-0 sobre el favorito Brasil, en la final del Mundial de Francia 98.
Les blues emprendieron la vuelta olímpica abriéndose paso entre un ejército de fotógrafos, y terminaron bailando y lanzándose al césped mientras otros alzaban en hombros a Aimé Jacquet, su entrenador.
Un grito espontáneo y profundo salió de las cien mil gargantas congregadas en el majestuoso estadio Saint-Denis: ``¡Zizou, Zizou, Zizou!'', el cariñoso saludo a su estrella, Zinedine Zidane. El inesperado triunfo refrescó la memoria y todos se acordaron de otro nombre, el de una vieja gloria del futbol francés, que con su empeño logró la sede de último Mundial del siglo, y que tras largos meses de críticas, hoy lucía más feliz que nadie ``¡Platini, Platini!'', retumbó la exclamación entre las gradas.
Hoy Brasil, el frustrado tetracampeón no estuvo irreconocible, porque ya había mostrado en el partido inaugural, contra Escocia, y en el primer tiempo del cotejo contra Holanda, esa pasmosa falta de conjunto y de variantes al ataque, que a duras penas había logrado sortear. Hoy tuvo enfrente una defensa más aplicada y mejor organizada, que fue incapaz de vencer.
El marsellés Zidane vivió su noche de mayor inspiración al anotar dos goles de idéntica manufactura, al los minutos 27 y 46. El primer tanto lo marcó de un certero cabezazo después de que Emmanuel Petit cobró un tiro de esquina; Zidane, ubicado casi frente al portero Taffarel, dio un salto en el que casi sacó medio cuerpo de ventaja sobre su marcador Leonardo.
Ni con el gol en contra Brasil se metió al juego, parecía que cada jugador esperaba que uno de los otros diez tomara la batuta, pero nadie lo hizo y recibieron una silbatina ensordecedora. Ronaldo fue una nulidad, Dunga no abrió la boca para ordenar... la constelación de estrellas estuvo apagada.
No tardó en caer el segundo tanto de Francia. Al final del primer tiempo en un nuevo tiro de esquina cobrado por Youri Djorkaeff, esta vez desde el ángulo izquierdo, Dunga cuidaba a Zidane pero alguien aventó al capitán brasileño, cayó al césped; el jugador marsellés tuvo libertad para un nuevo cabezazo, que entró rozando el poste derecho de la meta de Traffarel. El estadio fue la locura, la afición entró como nunca antes en fervorosa comunión con su equipo, al que ya no dejó de apoyar por un solo instante.
En el complemento el técnico local, Aimé Jacquet, reforzó su defensa, que tuvo una excelente aplicación, no permitió nada a Brasil, cuyos jugadores cayeron en el enojo y la desesperación, mientras que el técnico Mario Lobo Zagallo intentó reforzar su ataque con el ingreso de Denilson y Edmundo; a partir del minuto 68, Brasil tuvo un hombre más, tras la expulsión de Marcel Desailly.
En respuesta Jacquet cerró más sus líneas defensivas, y la ambición de los franceses los llevó a convertir la goleada, cuando en un contragolpe Emmanuel Petit decretó la humillante goleada con un tiro cruzado, que dejó tendido en el pasto a Taffarel, al minuto 92.
El presidente Jacques Chirac alzó las manos, giró su bufanda con la leyenda de ``Allez la France'', mientras el portero Fabien Barthez cayó de hinojos para llorar de alegría. Las lágrimas de felicidad de Zidane eran dulces, las de Leonardo, Ze Roberto, Cafú, y demás, amargas. Zagallo consoló a sus jugadores, que miraban el festejo ajeno... que habían perdido la gloria del pentacampeonato.
Joseph Blatter premió a los jugadores de Brasil, subcampeones de Francia 98, mientras que el presidente Chirac lo hizo con estos nuevos héroes que ingresaron el nombre de Francia en el exclusivo grupo de los hasta ayer 6 monarcas mundiales (Brasil, Italia, Alemania, Inglaterra, Argentina y Uruguay), hoy ya son 7, como el número del capitán francés, Didier Deschamps, quien recibió el trofeo.