La Jornada 10 de julio de 1998

En El Charco murieron 7 civiles y 4 de sus combatientes, indica

Hugo Pacheco León, corresponsal, Chilpancingo, Gro., 10 de julio Ť El Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI) dio a conocer, a través de dos comunicados, que el 7 de junio en la comunidad de El Charco murieron siete civiles y cuatro de sus combatientes, hecho que constituye ``una masacre, una acción de exterminio'', perpetrada por ``una unidad de fuerzas especiales al mando de kaibiles entrenados en Guatemala''.

Asimismo, el grupo armado se adjudica los ataques a una sección del Ejército federal el pasado 22 de junio, en Los Pantanos, en la región de Tierra Caliente; y el del sábado 4, en La Antena, entre Aquilpa y Axoxuca, durante el cual murieron dos judiciales del estado de la región de La Montaña, ``acciones realizadas en el contexto de una respuesta de autodefensa''.

El ERPI, en sus comunicados 3 y 4, da su versión de la matanza de El Charco, y de los dos últimos ataques en Tierra Caliente y La Montaña: ``A un año de que nuestras unidades no emprendían acciones militares contra el Ejército en el estado de Guerrero, fuimos empujados a hacerlo'', aducen.

En el cuarto comunicado, firmado por los comandantes insurgentes Antonio y Hermenegildo, dan a conocer que el día 22 de junio una unidad del ERPI ``aniquiló a una sección (compuesta por 50 soldados) del Ejército'', en la región de Tierra Caliente; y que el 4 de julio atacaron ``una unidad de la Policía Judicial, en la zona de La Montaña baja''. La versión oficial del Ejército Mexicano sobre los hechos de Los Pantanos dice que murieron tres militares y otros tres resultaron heridos.

En el comunicado número 3, signado por al Dirección Nacional del ERPI, se establece que lo ocurrido en El Charco ``fue una masacre, una acción de exterminio, pretendiendo que sirviera de escarmiento a todo aquel que fuera guerrillero o que simpatizara con la guerrilla. Fue un acto de terrorismo de Estado contra la población indígena mixteca y una columna guerrillera''.

Informan que en la acción de la escuela de El Charco fueron asesinados siete civiles desarmados y cuatro de sus combatientes revolucionarios, entre ellos el comandante José.

El ERPI aclara que no convocó a una reunión el sábado 6 de junio, sino que una de sus unidades llegó, no para realizar ``adoctrinamiento político militar'', como dijo el Ejército, sino para escuchar los planteamientos, opiniones y necesidades de los pueblos. Se quedaron ahí a pasar la noche, y no en el monte, ``como debe ser''; pero esto, reconocen, fue un error, ``un exceso de confianza'', que se combinó a favor del Ejército, el cual sabía de la reunión y tuvo tiempo para preparar ``una acción de gran envergadura''.

En esta situación, el ERPI establece que no era sorpresa para la inteligencia militar y el jefe de la 27 Zona Militar, Alfredo Oropeza Garnica, lo que ocurría en El Charco, ``sino sólo la clara intención de consumar una venganza en representación del Estado mexicano'', y no ``la absurda versión oficial de que se trató de un encuentro casual''.

El grupo armado señala que el Ejército envió hacia El Charco, primero ``una unidad de fuerzas especiales al mando de kaibiles entrenados en Guatemala, seguida de 28 batallones de infantería, además de otros soldados, sumando alrededor de un millar de efectivos militares al mando del general Oropeza Garnica''. Explica que los militares dejaron sus vehículos en la comunidad de Tepuente, y de ahí caminaron en silencio hasta El Charco.

Después ocurrió ``la masacre''. Según la versión del ERPI, los once cadáveres que el Ejército presentó, ``como resultado de un enfrentamiento'', en realidad corresponden ``a un combatiente caído, a un visitante voluntario caído en combate, dos combatientes temporales o dispersos ejecutados cuando estaban rendidos y desarmados, y a siete campesinos asesinados cuando se encontraban totalmente indefensos (cinco en la escuela y dos más en la cancha).

El ERPI asegura que cuatro de las seis personas que se encuentran presas no militan en sus filas, salvo Ericka Zamora, Rosario, quien junto con Daniel había acudido a ofrecer sus servicios para enseñar a leer y escribir; el otro es Efrén Cortés Chávez, quien colaboraba en ocasiones sin comprometerse.