Las elecciones del domingo pasado han demostrado, por si hubiera alguna duda, que en los comicios locales no son los partidos los que están compitiendo sino las personas. Los partidos están jugando el papel de coadyuvantes de las personas, de los políticos.
La ideología de los partidos y su supuesto perfil político que debiera diferenciar a unos de otros están cada vez más ausentes en la vida electoral del país. Desde hace 15 años Chihuahua ha votado mayoritariamente por el PAN, aunque no siempre se hayan reconocido esos triunfos. De golpe, la mayoría de los electores votó por el PRI. ¿Habrá sido por el PRI o por su candidato? Quizá por ambos. Pero el hecho es que un estado donde los electores se distinguieron en el pasado por su beligerancia antipriísta (desobediencia civil, toma de carreteras y de puentes fronterizos, cacerolismo, etcétera), ahora cambió de parecer. Algo semejante ocurrió en Durango, particularmente en su capital, a pesar de que el gobierno estatal saliente se ha distinguido por no haber hecho nada (bajo el pretexto de que no contó con el apoyo de la Federación para obras públicas, por ejemplo).
Zacatecas no es un caso aparte, aunque el candidato del PRD haya triunfado. Guardando las proporciones, el caso se parece al de Cantú en Nuevo Laredo hace muchos años: la población estaba ya fastidiada por el abandono en que el PRI (desde el gobierno del estado) tenía a esa ciudad y votó por un priísta propuesto por el PARM. ¿Quién se llevó los votos? ¿En Zacatecas ganó el PRD o el triunfo se debió a su candidato? Evidentemente lo segundo, con la coadyuvancia del aparato y de los recursos partidarios.
Faltan otras elecciones locales que nos dirán algo más sobre las tendencias hacia el 2000. Pero que no se haga ilusiones el PRI (ni tampoco Fox que ya está trabajando su imagen), pues todo mundo sabe que no es en los estados en donde se resuelve la política económica ni el destino del país, sino desde la Presidencia de la República. Y esta diferencia es muy importante, tanto que los electores no se irán con la finta de las personas sino, necesariamente, con los proyectos partidarios y de sus candidatos a la grande, ya que la preocupación de los mexicanos, más allá de los problemas locales (que sí existen), es precisamente sobre el rumbo del país.
Nótese que por ejemplo en 1994 los ciudadanos no votaron por una persona (Zedillo en ese caso), sino por un partido que ofrecía paz en un momento en que mucha gente poco informada pensaba que el país estaba al borde de una guerra, y después de una campaña abrumadora y brutal en contra de Cuauhtémoc Cárdenas y de su partido, paradójicamente acusados de violentos cuando fueron víctimas de la violencia gubernamental.
El pueblo de México se equivocó en 1994 y en 1988 fue engañado con un monumental fraude (el último de esa magnitud, supongo y espero). Pero esas experiencias pasadas no han caído en el vacío. Una cosa es que en los municipios y en los estados se vote más por personas que por partidos y otra que en las elecciones del cambio de poderes federales ocurra lo mismo, especialmente en el cambio del Ejecutivo. De aquí desprendería que el PRI, en su próxima asamblea, deberá cambiar y convencer de que los cambios no fueron un mero maquillaje; el PAN deberá escoger entre un populista de derecha de origen guanajuatense o manifestar con claridad al pueblo de México que es un partido de principios y que éstos no los perdió en el camino del electoralismo (en Chihuahua no convenció); el PRD, por ser el único partido no neoliberal, se verá obligado a proponer una alternativa de rumbo para México y adelantarse al discurso que eventualmente manejarán los políticos del llamado ``sindicato de gobernadores'' o los de la nueva Corriente Renovadora, en el caso de que uno de estos grupos se impongan sobre los tecnócratas y neoliberales.
Es mi opinión, entonces, que las elecciones locales, por mucho que sirvan para detectar tendencias en el electorado, no reflejan la verdadera popularidad de los partidos ni necesariamente son indicadores de lo que ocurrirá en las elecciones presidenciales próximas. Son dos pistas diferentes.