La Jornada miércoles 8 de julio de 1998

Arnoldo Kraus
¿Qué significa la desnutrición?

De acuerdo con la Secretaría de Salud, las deficiencias nutricionales en los niños de hasta 11 años se han mantenido, en los últimos 20 años, en niveles similares. Agrega la fuente que en las zonas rurales la pobre nutrición es un problema grave de salud pública. En estas áreas, el 43 por ciento de los menores de cinco años se encuentra desnutrido y en algunos estados, la mortalidad asociada a este mal es alarmante. A nadie debe sorprender que el problema sea mayor en aquellas regiones en donde el porcentaje de población indígena es considerable. En Guerrero, Oaxaca, Yucatán, Puebla, Chiapas, Hidalgo, Campeche, Quintana Roo, Guanajuato, Tlaxcala y Veracruz, caminan hermanados por la similitud, no por serendipia, el hambre y la insurrección campesina.

La salud, o sus lamentables contrapartes --en este caso, desnutrición-- es, sin duda, uno de los mejores termómetros para medir la eficacia de cualquier gobierno; es, también, el instrumento más adecuado para valorar lo que debería ser ``un proyecto de nación''.

La desnutrición es un mal que no debería existir en un país que se preocupa por sus gobernados. Aunque en México todo es olvidable, pues el dictum --casi constitucional-- ``borrón y cuenta nueva'' se aplica cada inicio de sexenio, es imposible soslayar que todos los estados enlistados han funcionado bajo las riendas del PRI. Tampoco son desechables los resultados de la pobre alimentación; en este sentido, sus incontables males añadidos rebasan el ámbito de la salud.

Las consecuencias médicas de la desnutrición son talla baja, menor desarrollo intelectual, anemia, menor capacidad física, propensión a diversas enfermedades como tuberculosis, vientres abombados por falta de proteínas, disminución de los mecanismos de defensa para combatir infecciones y, por supuesto, muertes prematuras.

A nivel individual la enfermedad produce problemas fácilmente medibles: los afectados no pertenecen al mapa mexicano. Han sido borrados in utero y sus oportunidades de tener una vida digna, ``de ser'', son cercanas a cero. ¿Cuántos ministros tuberculosos hemos tenido? ¿Qué gobernadores de estados han sido anémicos? ¿Cuántos secretarios han padecido kwashiorkor --síndrome caracterizado por deficiencias proteícas? Si la simpleza y el olvido pudiesen acompañarnos, la enfermedad de un indígena podría parecer embrollo sencillo, pues se hablaría, ``tan sólo'', del padecimiento de una persona. Sin embargo, el brete es otro: las cifras demuestran que la desnutrición es endémica e incluso, en algunas poblaciones, la mitad de los infantes se encuentran afectados. Negar la responsabilidad de éste y los gobiernos previos es imposible. ¿De qué se habla cuando se habla de un proyecto de nación? La desnutrición comunitaria debe entenderse como un problema ingente y grave y leerse como un dilema ético y de justicia.

La magra alimentación de los indígenas es problema humano y ético porque representa olvido, hurto, falta de programación, ineptitud, desconocimiento, recursos mal aplicados e incluso, racismo. Es un asunto de justicia porque perpetuar la desnutrición es una de las vías que le permitieron al gobierno, hasta el surgimiento del EZLN, seguir ejerciendo bajo una visión unívoca e imparcial. Hay que subrayar que el último en saber que está desnutrido es quien padece la enfermedad: ¿cómo identificar el mal si éste ha sido la constante durante 500 años? ¿Por qué protestar si toda la comunidad padece lo mismo? No hay duda que las enfermedades, la ignorancia y los consejos inadecuados de la religión también hermanan: al aceptar el destino se pavimentan las intenciones del gobierno.

En nuestros tiempos, y en un país en donde hay tantos contrastes, duele y confronta la desnutrición de los indígenas. Si bien es cierto que hemos dejado atrás la colonización, la situación de los indios ha mejorado menos de lo deseable. Como decía Guillermo Bonfil Batalla, la colonización fue una empresa de explotación en la que los indios ``... fueron súbditos miserables de su majestad obligados a crear la riqueza'' y, ``... fueron útiles en la medida en que se convirtieron en objeto de explotación''. Si asumimos que las estadísticas, además de mentir no incluyen a quienes han muerto por este mal, es probable que más de la mitad de los niños indígenas padezcan enfermedades secundarias al consumo inadecuado de nutrientes. En 1998 la desnutrición denuncia: el camino recorrido ha sido corto e ineficaz. Difícil pensar en un México incluyente cuando el testamento, para muchos, ha sido escrito antes de la concepción.