La Jornada 5 de julio de 1998

Roque: el tricolor apoyó la política económica porque ``no había de otra''

Elena Gallegos Ť Humberto Roque Villanueva aclara que nunca interpretó como un compromiso político la expresión de Ernesto Zedillo de que él era su ``brother'', por lo que no tiene la sensación de que le pagaron mal cuando fue relevado de la presidencia del PRI, y luego hace un largo diagnóstico de las causas que llevaron a ese partido a una de sus más graves crisis.

Desde el penthouse del edificio de Polanco en donde se ubican sus oficinas como director de Aseguradora Hidalgo, explica con largueza por qué el viraje en la política económica dejó en la gente la percepción de que los priístas abandonaron las causas sociales y cómo afectó eso a su partido. Dice con insistencia: ``No es que el PRI haya querido cambiar de política económica, es que no había de otra'', y conviene en que esta parte de la historia de México no puede simplificarse ``en una historia de buenos y malos o de políticos versus tecnócratas''.

Siete meses antes de las elecciones federales, Roque Villanueva reemplazó a Santiago Oñate en la presidencia del PRI. Ya se vislumbraba que el partido en el poder llegaría a julio del 97 en uno de sus peores momentos.

--¿Cómo encontró a su partido en diciembre de 96?

--El estado anímico era bajo, pero a eso había que agregarle un dato dramático: un sondeo realizado por el Centro de Estudios de Opinión (CEO), de la Universidad de Guadalajara, señalaba que en enero de 1997 la intención del voto favorecía al PAN con 42 por ciento, el PRI tenía sólo 30 por ciento y el PRD 17.

--¿Eso explicaría el discurso tan virulento que empleó contra el PAN?

--Sí, la encuesta da una razón obvia. Al margen de filias y de fobias, en lo que se refiere a la estrategia el político tiene que ser muy pragmático. Aunque no sólo fue un problema de estrategia sino también de convicción y raíz ideológica. El adversario histórico del PRI siempre ha sido el PAN.

--Al atacar al PAN ¿no midió que favorecía al PRD?

--Estamos como en el caso de los medicamentos, todos tienen efectos secundarios. En ese momento no fue que no se midieran esas secuelas sino que no eran lo más importante. Aunque debo decirle que mis comentarios fueron, más o menos, equitativamente dirigidos a PAN y PRD. No niego que hubo cierta dosis de ironía en mis expresiones y que muchas de ellas molestaron a la oposición.

Fui beligerante pero no grosero

``Sí, mi discurso fue beligerante pero no grosero. Esa era mi obligación como presidente de un partido que se preparaba para enfrentar el proceso electoral más difícil de los últimos cincuenta años'', dice.

--¿Incluido el 88?

--¡Por supuesto! En 1988 vivimos la dulce imaginación de que las cosas operaban como en el pasado y que la inercia priísta iba a avasallar. Nadie vio la gravedad del problema hasta después de los comicios. Yo era de los pocos que no creía que se ganaran tan fácil y era porque estaba compitiendo por un distrito muy difícil: la Comarca Lagunera.

--Pero en 97, ¿cuáles eran las causas que mantenían al PRI abajo del PAN?

--A riesgo de que me quede corto, y sin dar jerarquía a ninguno de los enunciados, le diría que en ese momento estábamos enfrentando la peor crisis económica, crisis que prácticamente en cualquier otro país le hubiera costado al partido en el gobierno el gobierno mismo. Vea usted el caso de Corea o de España.

``Contendíamos en el marco de la reforma electoral más profunda que se haya hecho en México, lo que le daba a la oposición armas --gastos de campaña y publicidad--, en el peor momento del PRI, para estar denunciando los puntos más lacerantes y dañinos'', explica.

--Como líder de la fracción priísta en la Cámara de Diputados a usted le tocó el cabildeo para amarrar esa reforma. ¿Vivió las presiones de los sectores duros de su partido?

--Sí, pero yo a esos sectores duros les tengo mucho respeto, porque provienen de una raíz ideológica muy sólida en el PRI. Si bien no tienen razón en cuanto al concepto mismo de lo que es una reforma político-electoral, sí tienen una gran claridad en cuanto a lo que perjudica al partido. Pero, sí, sí percibí esa inconformidad y no tengo por qué no platicarlo ahora: probablemente la sesión interna más complicada de mi fracción (94-97) fue cuando discutimos la aprobación de la reforma.

--¿Más que Afores?

--Sí, más que Afores y que el incremento al IVA. En ese momento no había un solo priísta dispuesto a votar la integración del Consejo General del IFE. Todos me decían: ya sabemos quiénes (de los nombres propuestos para consejeros) son propanistas, quiénes properredistas, quiénes propetistas, pero danos uno solo propriísta. No les pude contestar. Yo creo que pocas veces he visto un esfuerzo así de disciplina y solidaridad con una política de gobierno....

--Claudicación, le llamaron los duros.

--¡Ahhh! ¡Eso sí... no, no hubo claudicación! No haberlo hecho, le hubiera costado más al PRI. Y usted me preguntará ¿por qué le hubiera costado más?, pues porque los procesos no pueden retrasarse y el mundo entero va hacia la pluralidad. Ya pasaron los tiempos de las mayorías absolutas. El mundo vive la suma de las minorías.

--¿Qué otros elementos formaban su diagnóstico del PRI?

--También había una mezcla de factores psicológicos: los crímenes no aclarados, la decepción brutal de una sociedad que de creer que va al primer mundo se encuentra en el cuarto y, además, enfrentando una severa crisis.

--Es decir, el factor Salinas. Usted como líder camaral y como presidente del PRI, vivió el mayor revuelo por expulsar al ex presidente de las filas de su partido.

--¡Siií! Yo quise aislar el factor Salinas de la campaña electoral, por eso me referí a un hecho elemental: el PRI tiene una trayectoria que supera cualquier sexenio, e independientemente del juicio que cada uno tuviera de la administración salinista, éste no puede ser aplicado al partido. De ahí, lo que se llamó ``deslinde''.

--¿Cómo?

--Sí, el partido nació muchísimo antes que Salinas y yo espero que se acabe muchísimo después que él. De hecho, ¡espero que no se acabe!

--¿Entonces la debacle no se la endosó a Salinas?

--Definitivamente no. Sería poco objetivo.

--Haberlo expulsado ¿no significaba un buen golpe para el ánimo de los priístas?

--Nunca he creído en decisiones plebiscitarias cuando tienen que ser estatutarias.

--¿Habló con el presidente Zedillo sobre este asunto?

--Muy tangencialmente, ni siquiera fue prioritario.

--¿Qué otra cosa afectó al PRI?

--Además de todos esos fenómenos pues... los años de gobierno --lo dice casi en secreto--, el poder desgasta y al PRI lo desgastó... Mmmm. Los crímenes, la decepción de no ser ricos, el factor Salinas, el desgaste del poder le integraban ¡un coctelito...!

--Vimos como un agravio el que los priístas votaran por el aumento del IVA; también su foto con aquella seña --la roquiña, la llaman algunos--, la gente se preguntaba ¿cómo votar por ustedes?

--Vamos por partes. La foto fue sacada de contexto. Debo reconocer la honorabilidad de medios como La Jornada, que se concretaron a poner la fotografía sin un pie de grabado que interpretase la seña como obscena. ¡No lo era! Era un movimiento rítmico con los brazos para apoyar el grito ¡Ze-di-llo- Ze-di-llo! --lo repite-- con el que queríamos contrarrestar el coro perredista de ¡se-ve-se-sien-te-Sa-li-nas-es-tá-pre-sen-te!.

``Casi le estoy repitiendo ahorita la expresión''. Más tarde, Roque pilló a Guillermo Sologuren, quien tras la lente de la cámara atrapaba sus gestos. Le reprochó jugando: ``Usted me quiere tomar la foto con la seña ¿no? Ja-ja-já. La seña no fue obscena, no es mi formación personal, no es mi vida familiar, no es mi estilo''.

--Pero viene atada al IVA.

--Ese es el problema. Por eso fue muy difícil que yo aclarara. Cualquier aclaración golpeaba en un caparazón de justa indignación. Pero decirle justa, no significa que era una indignación objetiva.

Roque se mete entonces en una detallada explicación de por qué los priístas tenían que aprobar el incremento de 10 a 15 por ciento del IVA; describe la situación de principios de 95, en cuyo contexto se dio el aumento y señala que esa medida era necesaria para enviar una señal de ``sí te voy a pagar'' a Estados Unidos y a los organismos internacionales que iban a hacer aportaciones para que México saliera de la crisis. ``Yo pregunto a los que acusan al PRI por haber votado el IVA: ¿qué requería más valor, hacerlo a favor o en contra...? ¡Dejémoslo así!''

--Cuando llega al PRI, su imagen ya está afectada por la foto (incluso los panistas la usaron contra Natividad González Parás en Nuevo León), a eso se suma su lenguaje beligerante.

--Pero nadie va a poder decir que grosero --repite--, ¿ironías?, acepto, pero de ellas yo también fui víctima. El PRI recibía todo tipo de epítetos. Había que empatar el marcador (se ríe). Cuando la aprobación del aval del préstamo, nos dijeron de todo, hasta traidores a la patria. Si vamos atrás, en 88, en el Colegio Electoral, Jaime Sabines sacó más de cien insultos lanzados contra nosotros: carniceros, perros rabiosos, etcétera.

``La gente cuando ve una pelea piensa que el grandote es el malo de la película y que el mediano o el chico lo tienen que insultar. Yo dije que mientras fuera presidente del PRI iba a contestar todos los ataques y lo cumplí. Además, no olvide que estábamos enfrentando un proceso en el que querían nuestra cabeza, derrotarnos. Acuérdese de expresiones como las del señor que usa unas botas muy ostentosas que decía los vamos a sacar a patadas''.

--¿Por qué no dice su nombre?

--Bueno, sí, Vicente Fox.

--Y la sana distancia, ¿cómo influía en el ánimo de los priístas? ¿Cree que sentían que el Presidente no jugaba con su partido?

--Muy parecido a lo que usted dice. Aunque creo que hubo una extraordinaria buena intención del Presidente de respetar la vida interna del PRI y el marco legal, la gente lo sentía como un alejamiento. Tengo que reconocer que sí percibí que muchos priístas pensaban que era una actitud de abandono... que era una especie de deslinde.

Roque llegó al PRI antes de que el Presidente se cortara el dedo. En diciembre de 96, su designación fue calificada como dedazo. Las crónicas, nunca desmentidas, señalaron que horas antes, en la comida que Ernesto Zedillo ofreció a los diputados priístas en el Campo Marte, le dijo refiriéndose al partido: ``ahí le encargo eso''.

--Eso no fue cierto, pero sí hubo comentarios sobre la legislatura y sobre apreciaciones del PRI, pero no necesariamente en ese sentido.

--¿Lo nombró o no el Presidente?

--Yo diría que llegué al partido con la complacencia del presidente Zedillo.

--¿La tiene que dar, como líder moral?

--Yo pienso que en este país tiene que darla.

--¿Es justo que se le endose lo que se ha calificado como la peor derrota del PRI?

--Yo no hablaría de justicia o injusticia. En política rigen otros valores. Quienes así opinan son francamente ingenuos, están desinformados o tienen interés en que la versión me perjudique. Nadie en su sano juicio y con la información correcta --a lo largo de la entrevista explica cómo de 30 por ciento de enero se logró 39 en julio-- puede llamar debacle a lo que pasó ni me la puede achacar a mí.

--¿Cuándo intuyó que tenía que irse?

--A los diez días de pasado el proceso electoral del 6 de julio.

--¿Qué reflexión se hizo?

--La percepción que dominaba en los medios era esa, que había sido una debacle; había fuerzas que evidentemente pensaban que era muy bueno el cambio. ¿Por qué? Porque así es la política, es un poco como el juego de las sillas, en el debe haber mucho movimiento para que otro pueda ocupar la silla de uno. Ni modo, esas son las reglas. Por eso, intuí que debía irme.

--Después de la expresión presidencial de que usted era algo así como su brody, hubo muchas especulaciones del modo en el que lo trataron y se fue.

--La palabra fue brother... ¡brother! No olvide que el Presidente se educó en la frontera y ahí, esa expresión no tiene la misma connotación que en la ciudad de México. Brother es algo así como... compañero. No le pongamos una carga emotiva innecesaria.

``Por eso, la tomé afectuosamente, pero nunca como un compromiso político. Yo sería un usufructuario ilegítimo de un afecto al que primero le tengo que manifestar respeto. No podía haber de mi parte ni decepción ni reclamo.

``Ahora, ¿cómo se dio el relevo? Estaba muy claro para mí que tenía que irme, pero yo no podía decidir adónde, a menos que decidiera irme a mi casa. Entonces correspondía al Presidente, como ocurrió, el nombramiento en la dirección de la Aseguradora Hidalgo''.

Roque no quiere terminar el tema sin aclarar que ahora, ``no me queda sensación de inconformidad ni de que fui víctima de algo o de que no se me pagó adecuadamente. Yo soy de los que creo que la política es vocación de servicio. Jugué los riesgos y asumo las consecuencias''.