La Jornada 4 de julio de 1998

CATEO SIN RESULTADOS

Humberto Ortiz Moreno Ť Mitad ser humano y mitad vampiro, de rostro cadavérico y de facciones resaltadas por el maquillaje, como flotando en el aire, de mirada extraviada por la intoxicación, esa mujer de la vida nocturna, semidesnuda e insinuante se levanta de su letargo y camina entre fornidos hombres vestidos de negro y armados con cuernos de chivo y otras armas de alto poder.

Etérea en el andar, su vida parece transitar en un lapso de un minuto por el pasillo del Foxys, donde encuentra trabajo y vicio, acaso placer.

``Aquí no hay nada, váyanse'', refunfuña Pami entre dientes, mientras los agentes judiciales federales catean el centro nocturno, en uno más de los operativos en prostíbulos de la capital tras la pista de la droga que muchos sabemos circula en esos lugares pero que pocas veces se encuentra.

Ahora allá, en la Zona Rosa, donde la crisis no encuentra lugar por las noches de fin de semana y es mera retórica. Los miembros de la Fiscalía Especializada en Delitos contra la Salud se miran y se burlan.

``No hay droga porque ya se la metieron'', se explican.

Mientras, el viejo comandante encargado del operativo en la Zona Rosa revela al reportero: ``Entre ellos se pasan el pitazo y cuando llegamos no encontramos nada. Es una red de complicidades''.

--¿Acaso entre ustedes?

--No. Del operativo sólo sabíamos tres personas. Ninguno de los elementos sabía hasta que salimos de la base...

Son las 23:25 horas. Avanzan sobre Hamburgo los 17 vehículos con 75 policías judiciales federales y 25 ministerios públicos federales que, de manera más que espectacular, invaden una Zona Rosa --esta madrugada-- sin novedad, tal vez un sector demasiado rosa.

Y sin preámbulos, al Foxys. Armas listas, caras duras, paso largo y firme. En la puerta del centro nocturno, ``mejor hazte a un lado''. Y de la música estridente se pasa al silencio, al susto.

El capitán, los meseros y el gerente ni se inquietaron. Parecían esperarlo. El discjockey recitó como si lo hubiera preparado ya: ``Señores, éste es un operativo de rutina, si cooperan es más rápido. Se les molesta para que saquen todas sus pertenencias...''

Los cateos sorprenden y bajan la borrachera de más de un noctámbulo, pero las buenas maneras de los agentes federales son inéditas y los clientes de los centros nocturnos las aceptan entre risas nerviosas y berrinches intrascendentes.

Y ahora la Amnesia. Las puertas abiertas de par en par. Y el Bacarat, el Titánium. Nada de drogas.

``En 50, jefe'', rinde el parte oficial.

Y ellas, las mujeres vampiro, siguen flotando entre las mesas, semidesnudas como las musas de la noche que guardan secretos y mentiras del inframundo de la Zona Roja otrora Rosa.