En el Mundial de Francia nuestra selección tuvo el mejor desempeño de su historia. En cambio, en el Mundial de la Realidad, México ni siquiera logra integrar al equipo necesario para competir. Y es que se ha sumido en un mar de problemas internos, inmejorablemente expresados por la guerra en Chiapas. Por sí sola, esta guerra --o vulgar genocidio-- pone al descubierto la mezquindad y torpeza del Club Privilegios, que insiste en jugar solito sin permitir un seleccionado nacional. Y por eso México está a punto de perder por default en el Mundial de a de veras.
Por fortuna, nuestra nación cuenta con una firme cultura de dignidad y resistencia, nutrida de sus raíces indígenas. De ahí que los pueblos indios, en especial de Chiapas, hayan sido quienes marcan un alto al Club Privilegios. Lo han obligado a abrir las puertas de su estadio-bunker y a jugar contra un representativo de todos los oprimidos de México. No con el afán de aniquilar a los privilegiados, sino simplemente de ser tomados en cuenta a la hora de integrar la Selección Nacional.
Para abrir ese estadio-bunker, el Deportivo Zapatista tuvo que emplear las armas. Pero una vez que logró entrar a la cancha, se dispuso a jugar derecho: diálogo, mesa de San Andrés, arbitraje de la Conai con la Cocopa de abanderado. Cosa que los Privilegios parecieron aceptar al principio. Pero pronto recurrieron a una interminable serie de trampas que tienen a México al borde de la guerra abierta, de la desintegración total y, en fin, al borde de su autoexpulsión del Mundial Real.
El partido que por fin habría de jugarse gracias a la combatividad del Deportivo Zapatista, de entrada fue muy disparejo. No obstante su infinita superioridad económica y política, el Club Privilegios de inmediato sumó a jugadores no registrados, como el Ejército --peor aún, apoyado por los halcones de Estados Unidos--, la prensa corrupta y los intelectuales oficiosos. Además, comenzó a cometer todo tipo de foules, destacando la emboscada contra el capitán del Deportivo Zapatista (febrero de 1995), el incumplimiento del primerísimo acuerdo de San Andrés (derechos y cultura indígenas) y el silencio deliberado para impedir más acuerdos (mesa 2), con lo que de hecho el partido se daba por cancelado.
Pese a lo disparejo del encuentro, los Zapatistas se dispusieron a jugar. La goliza en su contra era inminente, pero aparte de dignidad mostraron inteligencia. A sabiendas de que la dispersión de sus líneas era su talón de Aquiles, comenzaron a agruparse en los llamados municipios autónomos. Y así, para júbilo de su porra, que ya para entonces incluía a muchísimos oprimidos de todo el mundo, anotaron un primer golazo: con los acuerdos de San Andrés obligaron a que los Privilegiados por lo menos aceptaran que esa jugada --la articulación de defensas, medios y atacantes-- es perfectamente legal. Aquéllos no lo aceptaron, y al efecto esgrimieron un argumento tan sucio como infantil: si se agrupan en municipios autónomos, van a desintegrar la cancha misma (o soberanía nacional) y a estropear la posibilidad de un seleccionado nacional.
A partir de ahí, se multiplicaron las cochinadas del Club Privilegios. De hecho, comenzaron a jugar futbol americano (doctrinas de contrainsurgencia incluidas): en la conducción de sus ataques colocaron a los paramilitares a fin de destruir la semilla misma de los municipios autónomos. Y en cuanto el árbitro (Conai), comenzó a marcar penalties por demás obvios. Los Privilegiados se fueron contra él hasta aniquilarlo, eso sí, acusándolos de ``parcial''.
Y por lo que hace al público, lógicamente comenzó a protestar y fue expulsado del estadio (especialmente los observadores extranjeros).
Sobra decir que ningún partido de futbol es posible con un equipo tan cochino. Tanto, que ahora el Club Privilegios llega a la desfachatez de culpar al Deportivo Zapatista por la cancelación del juego (ver el discurso de su capitán Zedillo, en Simojovel, el pasado primero de julio). Lo cierto es que todos en México perderemos mientras no se integre una selección en verdad nacional. Y para ello es preciso que el esfuerzo del equipo zapatista sea reforzado por los jugadores del Deportivo Paz, del Conjunto Soberanía y del Atlético Democracia, entre otros.
Sólo así México podrá integrar la Selección de la Esperanza y volver a decir, pero en el Mundial de la Realidad: ¡sí se puede!