La Jornada 2 de julio de 1998

La vía diplomática, factible a largo plazo, indican analistas

Blanche Petrich Ť A pesar del destacado papel que México desempeñó en distintos procesos latinoamericanos de negociación para promover la mediación de instancias internacionales, frente al conflicto chiapaneco ninguna de las partes --ni tirios ni troyanos-- parece interesarse en llevar la mesa del diálogo a los foros mundiales. Sin embargo, analistas que fueron partícipes en varios de estos procesos y que analizan y comparan las experiencias de resoluciones negociadas, aseguran que la estrategia diplomática para la solución pacífica a la crisis chiapaneca ``sí es viable a largo plazo''.

Ponen un caso como ejemplo: Colombia. Hasta hace poco la mediación internacional era impensable. Apenas en 1994 una delegación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) se acercó a algunos diplomáticos para explorar las posibilidades. Se planteó una estrategia a largo plazo. Se empezó por pedir la presencia del Alto Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Hoy existe una mesa de negociación asentada en Maguncia, Alemania, buscando fórmulas que en la región de Uribe o El Meta nunca se encontraron.

A partir de las experiencias recientes de Latinoamérica, que lograron acuerdos con mediación internacional, los estudiosos insisten en que en el ``caso Chiapas'' ésta podría ser de gran utilidad. ``No necesariamente como instancias mediadoras sino como una fuerza de presión, la más decisiva que puede haber''. Recuerdan cómo en El Salvador, en momentos cruciales del diálogo, sectores sociales recurrían a la denuncia de la violación masiva de derechos humanos para exigir a Estados Unidos el bloqueo de la ayuda militar.

``Esto era bien visto incluso por los mexicanos. Pero tratándose de un asunto interno la percepción cambia. Incluso se ha bajado mucho el nivel de participación del Comité de la Cruz Roja Internacional''.

Otro análisis destaca sin embargo que sí hay ``pasitos pequeños'' para abrir la vía diplomática, forzados en buena medida por la gran preocupación que existe en el mundo por Chiapas. ``Aceptar la observación de la Comisión Interamericana de la OEA, aceptar la jurisdicción de la Corte Interamericana, abonan en este sentido''.

Farol de la calle...

Seis años después de firmados los acuerdos de paz en El Salvador, las partes contendientes de entonces reconocen en el gobierno mexicano a un actor que generó importantes contribuciones para el éxito de aquellas mesas que empezaron en un frente de guerra (La Palma, Chalatenango), pasaron por Costa Rica y México, y culminaron en Nueva York.

Sin embargo, aquella sabiduría política de México --que al tiempo que convencía a los coroneles salvadoreños de sentarse cara a cara sus acérrimos enemigos, los jefes de campo de la guerrilla, maniobraba para trasladar el diálogo del ámbito local a las más altas esferas de la diplomacia internacional-- no parece existir en la visión del actual gobierno.

Protagonistas de los procesos de negociación latinoamericanos más recientes que se dedican a analizar y sistematizar estas experiencias subrayan la evidente paradoja: ``Ahora el mismo gobierno mexicano elude admitir la naturaleza nacional del conflicto chiapaneco, y rechaza la posibilidad de la construcción de una vía diplomática. Hablar de una intermediación internacional es como sacar del clóset un imperdonable fantasma, tanto para el gobierno como para la oposición''.

No cometan el mismo error que nosotros

El escritor salvadoreño David Escobar Galindo, cercano amigo del ex presidente Alfredo Cristiani y su representante personal en la negociación de la guerra, miró de frente a dos de sus interlocutores, Alan Arias y Gustavo Hirales, delegados del gobierno en la Comisión de Seguimiento y Verificación de los Acuerdos de San Andrés Larráinzar, y respondió así a la pobre exposición que ambos hicieron sobre el conflicto en Chiapas durante el Encuentro sobre Conflictos y Experiencias de Intermediación en América Latina, realizado a fines de mayo en Barcelona: ``Me preocupa mucho escucharlos. Veo en su posición muchos de los errores que el gobierno de Arena cometió en su momento. No cometan el mismo error que nosotros''.

Otro salvadoreño intervino. Ex dirigente del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, Salvador Samayoa dijo que hablaba ``desde su más profundo sentimiento de agradecimiento a México''. Secundó punto por punto las observaciones del ex representante gubernamental. ``No minusvaloren a su contraparte. No traten de enfocar el conflicto chiapaneco como puramente local. Admitan que ahora, inevitablemente, Chiapas es México. Háganlo antes de que se derrame más sangre''.

Sin viabilidad al corto plazo

En un análisis realizado para este diario, estos expertos recomiendan a los sectores interesados en una salida política a la crisis de Chiapas admitir, en principio y al menos en el corto plazo, que la vía de la negociación está cerrada. No hay una instancia de intermediación ahora que la Conai se ha disuelto, y no existe un entorno nacional o internacional que obligue a las partes a hacer concesiones a favor de una solución negociada. No existe la mínima confianza mutua, indispensable para arrancar alguna forma de diálogo.

Ello no significa que la vía negociada no sea posible. Puede abrirse una nueva perspectiva de diálogo a mediano plazo si se generan condiciones políticas favorables.

Insistir en negociar en el vacío, con iniciativas como la de ``diálogo directo'' que recientemente sacó a relucir el delegado gubernamental Emilio Rabasa, ``sólo genera desgaste, desilusión y desmovilización'' en fuerzas que en otras condiciones pueden ser promotoras de la solución negociada, comentan.

Prueba de ello es que una tras otra, todas las figuras que se han sentado en las mesas de San Andrés --o en las anteriores-- se desgastaron, algunas hasta casi desaparecer: Manuel Camacho, Pedro Joaquín Coldwell, Emilio Chuayffet, Emilio Rabasa, la Cocopa, la Conai, la Cosever, el cuerpo de asesores zapatistas, el cuerpo de asesores gubernamentales.

Ausentes en las mesas, invisibles en el proceso y sin embargo presentes y gravitando, los jefes militares son los únicos que no padecieron desgaste. Por el contrario, en estos años en los que el diálogo se desarrolló, se estancó y se agotó, la institución castrense afianzó su control sobre el territorio y las condiciones políticas chiapanecas.

Según esta apreciación, el Ejército Mexicano controla el escenario del conflicto sin una contraparte guerrillera que presione o desafíe este control, ya que en el EZLN el factor militar es mínimo.

En cuanto a las estrategias políticas, todas las que se han tomado en relación con el conflicto chiapaneco responden al pie de la letra al interés castrense. Ninguna promesa ni propuesta de reposicionamiento del ejército ha fructificado. Parecería evidente que el propio discurso presidencial es dictado desde algún despacho de la Secretaría de la Defensa Nacional. ``Siendo así, ¿para qué hacer concesiones? Esa parece ser la lógica en esta coyuntura. No hay que olvidar que uno de los factores que hacen que el diálogo se mantenga en marcha es que cada una de las partes tenga capacidad de presionar a la otra militar, política, económica y/o diplomáticamente, en caso de un impasse prolongado e infundado en la negociación''.

Lo que toca hacer por el momento

Los analistas consideran que no negociar no significa para los interesados ``no hacer nada''. Por el contrario, son muchas las acciones políticas necesarias para construir mejores condiciones a mediano plazo. Citan, entre otras, la labor de denuncia para parar la represión, como tarea prioritaria, y la articulación de una movilización de las fuerzas de la sociedad civil. Dadas las características del movimiento chiapaneco, ésta debería ser fundamentalmente indígena y el Congreso Nacional Indígena resulta un eje estratégico.

``Ante la notable debilidad de los movimientos campesinos o sindicales destaca la dinámica y la madurez con la que ha avanzado el movimiento indígena. Desde luego que le falta contar con una estructura más sólida para ser reconocido como conductor de la coyuntura'', valoran.

Sobre la serie de reacciones de molestia en torno al ``silencio de Marcos'', estos expertos consideran que ``tiene una explicación política''. Es evidente, señalan, que el EZLN se encuentra en una etapa de acumulación de fuerzas, y que su aparente desinterés podría traducirse en un ``para qué hablar si no tenemos fuerza suficiente, todavía, para urgir lo que queremos decir''. Este repliegue continuaría durante el tiempo que el EZLN lo requiera, aun si la ONU o cualquier otra instancia internacional tuviera en estos momentos algún espacio de acción en el proceso de mediación.