Adolfo Sánchez Rebolledo
La prueba del voto

Las elecciones del próximo domingo, así como las que restan en el año, servirán para medir el alcance de nuestro avance democrático. En dos casos las posibilidades están cerradísimas. Las encuestas más serias indican que en Zacatecas hay un empate virtual que al final podría definirse hacia el ex priísta Ricardo Monreal, postulado por el PRD; la disputa en Chihuahua, en cambio, se resolvería a favor del candidato del PRI, pero es obvio que cualquiera de los contendientes puede levantarse con la victoria.

Esta situación, casi en el límite de la competividad, plantea una cuestión de primer orden para el futuro electoral de México: saber si los partidos y sus candidatos están preparados y dispuestos a pasar la prueba de la derrota con suficiente madurez democrática, sin alzarse con un conflicto poselectoral al margen de la legalidad; si es así, entonces el ``mensaje'' enviado por estos procesos servirá para crear un clima favorable para los comicios del 2000.

Es obvio que el mapa electoral sufrirá modificaciones, adecuándose a la realidad tripartita de la transición. Pero nadie puede esperar razonablemente que los resultados cambien cualitativamente la correlación de fuerzas a nivel nacional.

En Durango es un hecho que ganará el PRI, no obstante posibles avances panistas y la agresiva campaña del PT. En los demás estados que pronto tendrán elecciones tampoco se esperan grandes sorpresas: el PAN ganará en Aguascalientes y el PRI, probablemente, en el resto.

Una victoria en Zacatecas le daría al PRD la posibilidad de crear un bastión electoral que le sirva como escudo en su largo peregrinar hacia el norte panista donde su presencia es mínima. Una vez sacrificada la carta veracruzana, le resulta vital crecer en forma notable en Oaxaca, consolidándose en el sur y Sinaloa.

Después de sus triunfos en Baja California, el panismo tiene en Chihuahua el mejor laboratorio para examinar aspirantes y aspiraciones presidenciales. Una derrota el domingo reactivará las tensiones internas y los ya inocultables protagonismos de sus prohombres, pero es difícil que se presente un cuadro de conflicto por los resultados. El propio gobernador ha sido muy claro en el sentido de que se respetará la decisión de los votantes. En todos estos procesos, el PRI se juega la renovación que tan lenta y difícilmente ha emprendido, a fin de mantenerse como la primera fuerza electoral del país.

Los resultados de estos comicios harán que se produzcan otras numerosas combinaciones interesantes a nivel de los congresos locales o del poder municipal, reacomodando las fuerzas políticas con vistas al año 2000. Sin embargo, por lo pronto, a pesar de los pronósticos catastróficos iniciales, el PRI seguirá obteniendo una abundante cosecha electoral en esta especie de ``bipartidismo de relevos'' que se viene configurando tras el esquema tripartidista. En el norte de la República el protagonista prácticamente único del cambio es el PAN. En el Sur, en cambio, el PRD ocupa los grandes espacios de la oposición. En el norte y en el sur, el PRI es la primera o la segunda fuerza electoral, lo cual, sin duda, será muy importante en las próximas elecciones federales.