La Jornada jueves 2 de julio de 1998

Astillero Ť Julio Hernández López

Ahora sí, las dudas fueron sepultadas: no hay más que un solo, claro e inocultable discurso presidencial respecto de Chiapas.

Ese discurso no es el de la genuina búsqueda de la conciliación o del auténtico tendido de puentes para el entendimiento, sino el de la reivindicación obsesiva de la postura propia, el de la justificación propagandística de lo hecho y, sobre todo, el del desahogo de los enconos personales.

¿Doble discurso? No, ya no queda ni siquiera esa esperanza. Hoy, en su quinto viaje a la zona de conflicto en el último mes y medio, el presidente Zedillo desactivó lo que ayer era una posibilidad lejana (pero al fin existente) y que ahora (ironías que dan cuenta del escalamiento violento en el tratamiento del caso) ya no sirve ni siquiera para tratar de eludir o justificar la realidad.

Antes (ayer, previo a este discurso de Simojovel) existía el recurso de cerrar los ojos ante los hechos de la violencia institucional desatada en Chiapas y confiar (como en un acto de fe) en que la voluntad presidencial caminase en sentido distinto.

Hoy, el lenguaje, el discurso, la elaboración conceptual, son inequívocos, y de sus resonancias preocupantes ya han dado cuenta los partidos políticos, incluyendo personajes del propio PRI.

Allí, en ese Simojovel de intencional significado, que hubo de ser tomado por el Estado Mayor Presidencial para garantía de seguridad, el presidente Zedillo acusó al zapatismo de contribuir ``a precipitar'' la crisis financiera de diciembre de 1994, y de obstruir y agredir sistemáticamente las iniciativas gubernamentales de paz.

Relator detallado de los esfuerzos hechos desde su flanco, el presidente Zedillo arremetió contra inombrados destinatarios a los que se refirió como ``otros'' y ``quienes''. Un inusual caso de claridad se dio sólo con la amenazante consideración de que gracias a la tolerancia gubernamental es que ``hoy en día, connotados dirigentes del EZLN, que habían sido arrestados y sujetos a proceso judicial, estén gozando de plena libertad y llevando a cabo, sin ninguna cortapisa, un intenso proselitismo a favor del grupo armado''.

La metralla presidencial disparada en redondo alcanzó a todos, sin citarlos por su nombre: a los mediadores (Conai), ``por anteponer su parcialidad y sus intereses de grupo''; a los coadyuvantes (Cocopa), que se pronuncian ``en favor del diálogo pero justifican que se interrumpa unilateralmente''; a los defensores de derechos humanos, que sólo atienden a sus simpatizantes políticos ``ignorando los atropellos que sufren otras personas y comunidades''; a las ONG, que ``promueven activa y constantemente la participación de extranjeros en el conflicto''; a ``las minorías intransigentes y extremistas'', a ``los radicales y los intolerantes'', a ``los cacicazgos de viejo cuño''.

Y la frase central del mensaje: ``Ya no debemos aceptar protagonismos, liderazgos mesiánicos, ni apostolados de la hipocresía''.

Así habló, ayer, el presidente Zedillo en Simojovel, al advertir que no permitirá ``grupos paramilitares de ningún signo'' y que el Ejército Mexicano seguirá en Chiapas ``para evitar la violencia, no para ejercerla en contra de nadie en particular''.

Mientras tanto, la Cocopa continuará preparando lo que pomposamente se denominó la semana pasada como un plan de distensionamiento. Colocada en situación tragicómica por el discurso de Simojovel, la citada comisión seguirá hilando eternamente en espera de que un día se haga la paz.

Por lo demás, el presidente Zedillo escogió el peor momento para externar sus verdaderos sentimientos: con tres difíciles elecciones de gobernador en puerta; con la terrible fragilidad económica derivada de las crisis financieras de otros países; de la caída del precio del petróleo y de nuestras propias y graves deficiencias, y con la bomba del sexenio, llamada Fobaproa, a punto de estallar.

Pero, bueno, la ganancia de ayer es la de saber que no hay doble discurso presidencial, sino uno solo, claro, inocultable.

¿Arraigo domiciliario a Miguel Alemán?

El candidato priísta a gobernador de Veracruz, Miguel Alemán Velasco, está colocado en una situación incómoda en la que se revela la peligrosidad del cruzamiento de los intereses económicos y los políticos.

Accionista y directivo de Televisa, Alemán Velasco participó en una controvertida operación de venta de derechos de transmisión de los juegos mundialistas de futbol que, llevada a los tribunales de Brasil y México por los presuntos perjudicados, pareciera colocar al ahora candidato a gobernador en una delicada situación judicial.

En efecto, Alemán Velasco, a nombre de la Organización de Televisión Iberoamericana (OTI), habría dejado sin efecto un inicial contrato con TV Record, una empresa brasileña de televisión, para difundir los partidos futbolísticos hoy de moda.

Por tal motivo, la empresa demandó a la OTI, y a Alemán Velasco obteniendo, según la versión de esa televisora, resultados favorables en aquella nación y en México. Según los datos difundidos, el juez trigésimo segundo de lo civil con sede en Xalapa, Rubén Loredo Abdalá, habría tomado medidas precautorias en el caso que incluirían el dictar el arraigo domiciliario del candidato priísta.

En lugar de enfrentar con claridad el asunto, y evitarse rumores, ni el candidato ni los directivos priístas veracruzanos han emitido declaraciones serias, salvo las de decirse víctimas de complots, golpes bajos y maniobras de sus opositores. El asunto no es de mercadotecnia electoral, sino de estricta legalidad y transparencia, y como tal hay que enfrentarlo.

¿Alianza PRI-PRD en Baja California?

A lo largo de 12 años, el PRI no había ganado una sola elección de diputado local en los distritos asentados en la ciudad de Tijuana. Jaime Martínez Veloz ha roto tan aplastante dominio panista en una circunstancia plena de adversidades pues, además de la hegemonía blanquiazul en aquella población fronteriza, enfrentó la enconada animadversión de las autoridades del PAN estatales y municipales e inclusive de poderosos personajes priístas.

Tan difícil era para un priísta ganar en esos terrenos, que Martínez Veloz consiguió 14 mil 663 votos contra 13 mil 845 de su adversario panista. Una diferencia de 818 votos que, sin embargo, le dio el triunfo en un distrito conformado por la totalidad del recién creado municipio de Rosarito y una parte de Tijuana. En las elecciones de presidentes municipales de ambos lugares perdieron los priístas y ganaron los panistas.

Martínez Veloz fue diputado del PRI en la recién pasada legislatura federal. En esa condición fue un singular miembro de la Cocopa que, llegado el momento, se enfrentó a las posturas intolerantes de su propio partido y de instancias políticas del máximo nivel. Tal actitud, como es natural, le generó animadversiones poderosas y peligrosas. Refugiado en una posición directiva del Movimiento Territorial priísta, vio cómo se le dejaba intencionalmente fuera de promociones políticas que podrían haberle alcanzado.

El meritorio triunfo de Martínez Veloz le ha colocado ahora en una posición peculiar. Con once diputados por bando, el PAN y el PRI tendrán ahora al PRD, con tres curules, como instancia decisoria. E, ironías de la vida, las posturas avanzadas de Martínez Veloz, que en su momento le acarrearon gravísimos enojos, pueden ser las que hoy le ayuden a presidir la Gran Comisión de la legislatura bajacaliforniana. En caso de darse esa alianza PRI-PRD en la primera entidad gobernada por la oposición, y también la primera en elegir por segunda ocasión consecutiva a un panista como gobernador, se estarían sentando las bases de una interesante recomposición política y social de aquel estado federativo.

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