La Jornada 1 de julio de 1998

TUMULTOS Y VITORES EN EL RETORNO DEL TRI

El retorno de la selección nacional no sólo provocó un inusual río humano en el aeropuerto, tumultos, sino también un marcaje muy especial de los guardianes del orden sobre Luis Hernández, y las súplicas de Ricardo Peláez (``un saludo para todos, pero déjenme, quiero ver a mi familia''), la de Jesús Arellano (``denme chance, sale mi vuelo a las 8:30, hace dos meses que no voy a mi casa''), y la de unas audaces aficionadas: ``¡Braulio (Luna) queremos tener un hijo tuyo!''

Antes del arribo, parecía todo en orden. Una mesa y sillas esperaban a los seleccionados en una de las salas de espera, para una conferencia de prensa. El sobrecupo era evidente, y no provocado sólo por los representantes de los medios de difusión, pues el que tuvo oportunidad de colar al amigo o al familiar no lo dudó un instante. En la salida internacional, los que parecían que concursaron en una justa de exclamaciones, y los que traían a flor de labios un ``sí se pudo'', y la libreta, la revista, el balón o la camiseta para el tradicional autógrafo. Y cerca de la salida nacional, otra inmensa porra esperando que Peláez, Hernández, García Aspe, Davino, Ordiales, Bernal, Arellano y compañía llegaran al pedestal donde ellos los han colocado, tras la aventura mundialista.

Pero muchos perdieron la brújula. Los que quisieron organizar la conferencia de prensa fueron los primeros. Nadie supo qué hacer en cuanto empezaron a llegar los seleccionados. Apareció Cuauhtémoc Blanco y con él un imán para atraer cámaras, grabadoras, y aficionados. A Luis Hernández de plano se le vino el mundo encima, por lo que lo cercaron rápidamente cerca de diez policías y se lo llevaron por unas escaleras con acceso restringido. Otros oficiales abrieron una puerta en el pasillo --muy cerca de la sala por donde arribó la selección-- para que pasaran sólo los jugadores. Cuando se cercioraron que todos lo habían hecho, prometieron que los periodistas podrían hacer los mismo, pero ``uno por uno''. Todos estaban de acuerdo, pero querían ser el primero y aquello fue como el Metro Pantitlán en hora pico. Cuando algunos habían logrado entrar, tuvieron que dar marcha atrás porque los seleccionados venían de regreso; no hubo otra salida, y mientras un desesperado Isaac Terrazas decía que sólo quería ver a su familia, el Matador Luis Hernández le pedía a su esposa que no se alejara mucho del cerco que lo llevaba por donde quiso salir la primera vez.

La protección incluyó llevarlo con los jefes de aduanas para la felicitación personal y la caza de autógrafos.

En el pasillo, Luis le pedía a un grupo de reporteros otra ocasión para una entrevista, porque ``lo voy a decir con más tranquilidad. Estoy muy agradecido por todo el apoyo que me brindan, no solamente a mí, sino a toda la selección''.

Mientras tanto, Arellano, quien decía que su avión para Monterrey salía a las 20:30 (el grupo llegó a las 19:40, pero perdió casi media hora buscando la salida menos atropellada), confiaba que un promotor se le acercó para llevarlo a jugar en el extranjero, y que lo canalizó con su representante.

Asimismo, Cuauhtémoc Blanco dijo que tiene ofrecimientos de Grecia, Turquía y Holanda, y que estaban ``muy orgullosos de lo que hicimos. Ya estamos a nivel de cualquier equipo, como Holanda, Alemania y Brasil, lo hemos demostrado''.

Por su parte, Jaime Ordiales señaló que ``el equipo se destapó con su actuación en el Mundial'', y por eso el recibimiento tan amplio que le brindó la gente en el aeropuerto. Algunos aficionados, no se conformaron con el aplauso y los vivas para los seleccionados, sino que hasta se fueron en sentido contrario por las escaleras eléctricas, con tal alcanzar a algunos jugadores que se fueron por el estacionamiento.

Duilio Davino, por su parte, confesó que el equipo ``regresa un poco triste, pese al buen papel hecho, porque nos eliminó Alemania, al que tuvimos un buen rato abajo en el marcador''. Aunque igual de tristes quedaron los aficionados que esperaron cerca de la salida nacional. Algunos seleccionados ya iban rumbo a casa, mientras la gente emprendía a todo tren la búsqueda de alguno de los pupilos de Manuel Lapuente, quien no los acompañó en este viaje.

(Rosalía A. Villanueva, Miguel Angel Ramírez, Jorge Sepúlveda)