Javier González Rubio
¡Viva Argentina!

Al Che Nacho, porque mi cariño por él vence todo, en especial al tiempo; y a Rafael Cardona, que mantiene incólume el gozo de vivir y además lee con sabiduría

Hoy ganó Argentina. Sobra decir que yo le iba a Argentina. Y quería que ganara Argentina por varias razones. Porque como en el Mundial del 78 es un pueblo que merece alegría, porque a diferencia de los demás, a mí me caen muy bien porque son seguros de sí mismos, arrogantes, displicentes, que guiñan el ojo; porque Borges era argentino y no aguantaba a sus paisanos, porque Alfonsina Stormi se echó a la mar, porque Piazzola sólo pudo haber sido argentino, porque juegan lindo al futbol, porque los aficionados ingleses decían que si habían ganado en la guerra de las Malvinas tenían que vengarse de ``la mano de Dios'' de Maradona y son tan ingenuos que no saben que una vez que Dios ha intervenido nadie puede vengarse de él. Porque odio a los hooligans. Porque Joyce, que detestaba a los irlandeses, hizo de Dublineses el mejor libro de cuentos del siglo XX. Porque Sean Connery es escocés. Porque yo también quiero a Glenda. Porque el príncipe Carlos no se merecía a la princesa Diana, que yo la conocí en los cuentos y en las películas desde que era niño. Porque me encantan las mujeres argentinas, coquetas, seguras y naturales, porque si traen minifalda no se la están estirando, porque son gesticulantes, sonrientes, porque le apuestan a la vida. Porque me gusta la necedad de las madres de la Plaza de Mayo, porque me recuerdan día a día que no puede haber madre que no sea dulce, tierna, dolorosamente necia tratándose de sus hijos. Porque a la mejor Videla y compañía, entre todos los hijos de Argentina que hicieron desaparecer, estaba otro futbolista y otro actor y otro cantante de tangos y otro padrote arrogante y otro gran escritor como Nicolás Casullo y otra mujer admirable como Ana María Amado y otro barman seguro de sí mismo y otro hincha argentino. Porque Videla y todos los militares que lo acompañaron no se merecían ser argentinos. Porque quiero ser samaritano y perdonarle a los integrantes del Boca Juniors que no ayudaran a Luis Hernández a jugar con ellos a pesar de que anotó dos goles en dos partidos. Pero es que los argentinos, acostumbrados a exportar ¿cómo iban a tolerar a un importado y menos si se parecía a Cannigia? Porque mi hija Claudia, de 15 años, está enamorada de Ronaldo y mi hija Andrea, de 16, adora a Batistuta y discuten entre ellas sobre la hermosura y el talento del otro y Brad Pitt se fue el carajo en la disputa. Estoy contento por Valdano y Menotti porque son brillantes e inteligentes. Porque me gusta comer bifes en Buenos Aires y beber vino argentino que ni soñamos comprar en México. Porque Buenos Aires es una ciudad que brilla y fui muy feliz en ella en poco tiempo y descubrí que los argentinos, como los españoles, sólo son pesados fuera de su tierra, pero en ella son un encanto. Porque el che Nacho era muy buscado y era mi amigo y me acuerdo de su sonrisa y sus cuitas con la Colo y adoraba a México.

¿Cómo chingaos no irle a Argentina si era argentino un amigo al que he querido tanto a pesar de todo, una amiga como Ana María, generosa, inteligente y tierna, que descubrió en qué radicaba el verdadero encanto de Robert Redford y se lo dijo a mi mujer? ¿Cómo no irle a Argentina si Roa es un porterazo y Ortega cree que el futbol es una fiesta donde las invitadas principales son las gambetas y una generosa pelota redonda que quiere, como todos los seres humanos, que la quieran?