La Jornada 30 de junio de 1998

Durante media hora el sí se puede cobró visos de casi certeza

Marlene Santos A., enviada, Montpellier, Francia, 29 de junio Ť ¡Digno papel! Acabó el sueño mundialista para el Tricolor, que por esas ironías de la vida por primera vez inició ganando un partido en el Mundial de Francia'98, pero que cayó derrotado por 1-2 frente a la gélida eficacia y precisión de un equipo alemán que terminó imponiendo la lógica y su amplia condición de favorito.

La estampa final en la cancha del estadio La Mosson mostró a los jugadores mexicanos envueltos en una mezcla de coraje, tristeza y satisfacción, donde no faltaron las lágrimas. Los abrazos e intercambios de playeras con los alemanes precedieron al momento del adiós. Unieron sus manos y alzaron los brazos para recibir la última y merecida cosecha de aplausos.

Esta vez no hubo tiempo para la voltereta, ni para el ``sí se puede'', pues el gol del triunfo alemán cayó al minuto 86 y la muralla germana desplegó su fortaleza y su gran mentalidad, lidereada por su estrella: Jurgen Klinsmann. Pero ahí quedó la gran actuación del portero Jorge Campos, quien salvó al Tri de una segura goleada desde el primer tiempo. Ahí quedó la jugada de canguro de Cuauhtémoc Blanco, que arrancó aplausos desde el minuto uno. Para el recuerdo, también, el gol del Luis Hernández, el obús de Marcelino Bernal y las descolgadas de Jesús Arellano.

México por momentos pudo meter en aprietos al equipo alemán, aunque lógicamente al final, durante las entrevistas, los orgullosos germanos jamás lo aceptaron, apenas hubo un reconocimiento para el brody Campos.

El entrenador Berti Vogts, quien en la sala de prensa lucía firme, tranquilo y sereno, se olvidó de su sufrimiento en la banca, donde desesperado se tallaba la cara. Nada quedó de ese salto de felicidad que dio cuando cayó el gol de Oliver Bierhoff, justo a tiempo para evitar el desgaste de los tiempos extras y luego de la patética imagen que daban varios de sus jugadores, que desde el minuto 36 ya buscaban con urgencia remojarse la garganta. El espigado Vogts volvió a su elegancia.

Pese a la derrota, la afición de ambos equipos hicieron de Montpellier la más bella postal de toda Francia. Los cantos de los miles de mexicanos presentes se escucharon desde la noche anterior por el centro, y de nuevo por la mañana camino al estadio. Mientras que los alemanes portaban playeras con leyendas anti-violencia, saludaban a los mexicanos con una frase: ``que gane el mejor'' (o sea ellos).

Los que hablaban español fueron grandes embajadores de su patria, pues se dieron a la tarea de explicar que sus autoridades impidieron el viaje a este país de todos los fanáticos que no tuvieran boleto; e incluso con boleto, los fichados como cabezas rapadas fueron obligados a reportarse telefónicamente dos veces al día con la policía; ``si no lo hacen recibirán 30 días de cárcel'', señalaban. Por eso, los seguidores del Tri, a su vez se olvidaron del ``uuuuulerooos, uuuulerooos''.

Un carro antidisturbios que arrojaba agua resultó falsa alarma: fue utilizado para refrescar a los acalorados fanáticos que voluntariamente se bañaban tras la fatigosa caminata hacia al estadio, mientras que las bandas de música de la ciudad interpretaron melodías clásicas de ambos países. Ahí sí ganó México, porque La bamba, con su pegajoso ritmo, fue la que más prendió a los teutones.