Juan Soto Ramírez

Ambientes borrosos

Entre el amor y el odio están los celos; entre la alegría y la tristeza, la nostalgia y la melancolía; entre la libertad y la esclavitud, la rebelión; entre la democracia y la dictadura, las dictablandas o las democraduras, etc. Entre dos polos opuestos hallaremos, por lo regular, puntos intermedios. Sin embargo, no siempre tienen nombre, pues a veces el lenguaje se muestra carente de precisión para definirlos. Muy aparte de que uno pueda pasar tardes enteras divirtiéndose y fumando cigarrillos, podemos decir que existen puntos intermedios que carecen de un buen término que los defina: tenso-distenso, sobriedad-ebriedad, fortuna-desventura; pero debe quedar claro que la cuestión no es sólo de nombres o terminología especializada, sino de borrosidades e imprecisiones.

Un objeto borroso puede ser cualquier cosa (situación, palabra, forma, imagen, etc.) que no termina por definirse para ser reconocible. La borrosidad es la propiedad por antonomasia que poseen todos los objetos borrosos. Y aunque eso suene impreciso, se debe a que, de igual forma, para definir la borrosidad carecemos de términos precisos. Así, los celos, la nostalgia, la melancolía, la rebelión son objetos borrosos en tanto que poseen elementos, características o propiedades de los polos entre los que se encuentran.

Cuando uno siente celos (independientemente de que pueda experimentar su composición triádica: duda, sospecha e incertidumbre), se vuelve sensible a una situación borrosa en la que el amor y el odio se encuentran, más que imbricados, mezclados, como lo están las fresas, la leche y el azúcar en un licuado. Pero los ambientes borrosos no son así. Un ambiente se encuentra definido por variables espaciales y temporales debido a que dentro de él caben situaciones, palabras, imágenes, sentimientos, personas, etc., pero como no duran para toda la vida (a pesar de que en ellos quepa una vida entera), sólo caben por un tiempo.

Uno puede reconocer las diferencias entre un ambiente relajado y otro tenso, pero también puede hablar con frescura de los ambientes enrarecidos que sólo dejan un sentimiento de ambigüedad cuando se atraviesa por ellos. Así como existen ambientes tristes y alegres, hay otros que no lo son, ni tampoco ligeros o graves, tensos o relajados, sino las dos o más cosas a la vez.

Los ambientes borrosos son aquellos que no terminan por definirse a través de la polarización de lo real, pero pueden ser experimentados en la medida en que dentro de ellos quedan aquellas sensaciones, percepciones o pensamientos que son difusos. Uno está acostumbrado a ponerle nombres a las cosas, las relaciones, los pensamientos, los lugares, para poder manejarlos, medirlos, quererlos, romperlos o tirarlos.

De esa manera, lo que carece de nombre no puede tener cualidades, o si las tiene son borrosas y se pueden verificar en frases tan complejas como la siguiente: ``Es un no sé qué, que no sé cómo'', que dice y no dice al mismo tiempo. La duda, por ejemplo, es una propiedad borrosa de una situación borrosa, que a la vez atrapa sentimientos borrosos de sospecha e incertidumbre de una víctima atormentada por no tener los elementos suficientes para determinar si lo que piensa es lo que le pasa.

El ambiente borroso es el recubrimiento de la situación, pero siempre está hecho de sentimientos imprecisos, en tanto que quien atraviesa por él no puede definir con precisión sus estados de ánimo. De ahí que tenga que recurrir a términos igual de ambiguos para tratar de definir lo que le pasa.

Los ambientes borrosos son raros por excelencia y nunca se les puede definir mediante el lenguaje, pero tampoco por medio de las imágenes. Y los ambientes borrosos se encuentran como capas artificiales de realidad entre dos polos más o menos identificables: el romance y la ruptura, el cumpleaños y el no cumpleaños, la Navidad y lo que no lo es, el 10 de mayo y el 2 de octubre, el enmascaramiento y el desenmascaramiento (pasando desde las relaciones afectivas hasta la lucha libre), la comodidad y la incomodidad, lo ligero y lo pesado.

No es fortuito que existan ambientes de fiesta y que se acaben con el propio festejo: todo porque están entre lo que se festeja y lo que no, y para ello se puede pensar no en el día de la Navidad, la independencia o la boda del mejor amigo, sino en lo que los antecede o antecedió para que uno se pueda hacer una idea más o menos precisa de lo que es un ambiente borroso.

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