Alberto Betancourt Posada

Nueva etapa del armamentismo nuclear

Las 11 explosiones nucleares realizadas por India y Pakistán provocaron una nueva crisis nuclear y demostraron que la política de no proliferación propuesta por las potencias ha fracasado. Sin embargo, lo más grave de todo es que las detonaciones en el sudeste asiático son sólo una pequeña muestra de que está en curso una nueva etapa de la carrera armamentista nuclear.

Las pruebas nucleares sirven para desarrollar nuevos modelos parciales o totales de bombas nucleares. Pueden tener diversos objetivos (optimizar el diseño de las cabezas y poner en práctica ideas), pero en todos los casos sirven para mejorar los arsenales nucleares.

Los días 11 y 13 de mayo de 1998, India realizó cinco detonaciones nucleares en el campo de pruebas de Pokharan (la primera data de 1974). Raigapala Chidambaram, titular del Departamento de Energía Atómica, informó que el 11 fueron detonados tres artefactos: una bomba de fisión de 12 kilotones (un kilotón equivale a mil toneladas de dinamita), una bomba de fisión/fusión de 43 kilotones y un pequeño artefacto de entre 0.2 y 0.6 kilotones. El 13, abundó, se detonaron otros dos artefactos de menos de un kilotón.

El 28 de mayo, Pakistán -que nunca lo había hecho, aunque se sabía que trabajaba en ello- detonó seis bombas nucleares en Beluchistán. El primer ministro pakistaní, Nawas Sharif, anunció por televisión que ese día terminaría la dominación nuclear hindú. Días después declaró el estado de emergencia, suspendió las garantías individuales y anunció que las cabezas nucleares habían sido montadas en misiles y que éstos eran mantenidos en estado de alerta.

La variedad, sofisticación y difícil detección de las bombas hindúes mostraron la probable existencia de un nuevo tipo de pruebas nucleares, que requieren un megatonaje mucho más bajo que las tradicionales e implicarían un reto para los 26 sistemas de detección desarrollados por diversos países. Sobre la pruebas pakistaníes existe menos información, pero al parecer fueron más rudimentarias.

Estados Unidos, Rusia, Inglaterra, Francia y China condenaron las detonaciones en el sudeste asiático, pero por supuesto omitieron cualquier referencia al hecho de que el llamado Club Nuclear está desarrollando tecnologías encaminadas a sustituir las pruebas nucleares tradicionales por un nuevo tipo mucho más difícil de detectar.

Estados Unidos es el más avanzado en la materia. Recientemente inauguró un programa de 2 mil millones de dólares para que los laboratorios Sandía, Los Alamos, Lawrence Livermore y Nevada Test Site desarrollen pruebas subcríticas (explosiones nucleares realizadas con una cantidad de material fisionable menor al necesario para provocar una reacción en cadena) y computarizadas. Estas le permitirán experimentar nuevos modelos de bombas con una millonésima parte de la energía requerida por las tecnologías anteriores. Rusia gestiona la compra de dos supercomputadoras a la IBM para realizar pruebas computarizadas. Francia y China realizaron detonaciones en Moruroa y Lop Nor con el fin de recabar los datos necesarios para prescindir de las pruebas tradicionales.

En septiembre de 1996, una vez que Estados Unidos, y probablemente también Francia, Inglaterra y China habían comprobado la factibilidad de esas nuevas tecnologías, llevaron al Comité de Desarme de la ONU el borrador de un Tratado de Prohibición de Pruebas Nucleares. El documento contenía mil 200 paréntesis sobre aspectos en los que no había acuerdo entre las potencias. El texto prohíbe las pruebas nucleares tradicionales, pero omite una desautorización expresa de las ultramodernas.

India condicionó la aprobación del borrador al establecimiento de cuotas y plazos, en los cuales las potencias se comprometieran a realizar un desarme nuclear completo. Aprovechando la coyuntura, Francia, Inglaterra y China -todavía inseguras de poder prescindir de las pruebas tradicionales- propusieron que el tratado entrara en vigor sólo en caso de ser aprobado por 44 países poseedores de tecnología nuclear civil, entre los cuales debería figurar India. Este último país rechazó el borrador y hasta la fecha el tratado sigue sin aplicarse.

Las potencias del Club Nuclear han insistido en la necesidad de que India y Pakistán suscriban dicho tratado. Desde luego que las pruebas hindúes y pakistaníes son condenables. Es un insulto que ambas naciones hayan invertido 70 mil millones de dólares en gastos militares, mientras que 740 millones de los mil millones de personas de los dos países viven en la pobreza.

Pero lo peor, de la más reciente de las 26 crisis nucleares que ha vivido la humanidad, es que los países del Club Nuclear insisten en la importancia de ese pacto mientras desarrollan un nuevo tipo de pruebas para burlarlo. Por eso, urge detener el desarrollo de tecnologías para mejorar los ensayos nucleares e incorporar un impedimento expreso en el tratado de prohibición.

[email protected]