Guillermo Almeyra
Los tiburones y el tímido cardumen

Estados Unidos heredó de Inglaterra la estrategia para construir un proyecto de nación. Eso, por ejemplo, hizo que Franklin Delano Roosevelt se negara a escuchar a las compañías petroleras y al vocerío de las empresas estadunidenses y no invadiese México como pedían los ingleses cuando Lázaro Cárdenas nacionalizó el petróleo. Pensaba a más largo plazo y ya a mediados de los años 1930 se estaba preparando la guerra contra Alemania y Japón y, como sabía que en ella contaría de todos modos con la mano de obra y los hidrocarburos mexicanos, subordinó los intereses inmediatos del establishment a los generales del capitalismo mundial y opuso el Estado a un sector fundamental del capital, las empresas petroleras. Otros países, en cambio, navegan a vista de la costa, día a día u hora a hora. Son el tímido cardumen que alimenta a los tiburones.

Si uno excluyese la hipótesis de la resignación o de la aceptación entusiasta del papel de los sumisos pececillos habría que preguntarse cuál es el proyecto de nación de los países latinoamericanos en este proceso de mundialización de aquí al 2020, ¿cuál es su visión estratégica, en un juego cuyas reglas ni dominan ni controlan?, ¿en base a cuáles posibles escenarios tejen sus políticas de supervivencia? Porque lo cierto es que el baile recién comienza y nadie, ni las grandes potencias, dirigen la orquesta enloquecida que marca el compás. Pues no sólo la crisis asiática pone en discusión planes y estabilidades sino que también cambia velozmente la geografía política al mismo tiempo que modifica la jerarquía entre las actuales grandes potencias.

Por ejemplo, China está salvando al capitalismo mundial al negarse a devaluar el yuan aunque pierda competitividad ante los demás países de la zona. Además, aparece como gran fuerza comercial y pronto será la principal potencia económica y militar de Asia, de modo que el know how , pero también el petróleo y las materias primas rusos así como la tecnología y los capitales japoneses más los ahorros de las ricas minorías chinas de Indonesia, Singapur, Malasia, Filipinas, la India e incluso de Estados Unidos, reforzarán su papel económico-político-militar. Eso no sucederá sin grandes convulsiones: los capitales que hoy escapan de los países emergentes irán a China al igual que los que no van a Rusia y los de la mafia rusa e internacional, mientras en que China se agravará la tensión entre las ciudades de la costa y el entorno rural, aumentará aún más la ya grave desocupación, se desarrollarán rapidísimamente las desigualdades sociales así como la fuerte burguesía burotecnocrática y aumentarán los roces políticos entre ella y la gerontocracia comunista. Por consiguiente, habría que preguntarse: ¿Qué hacer frente a China? ¿Habrá una alianza sino-ruso-japonesa a costa de los intereses de Europa y sobre todo de Estados Unidos? ¿La eventual alianza económica entre dos grandes potencias nucleares, como China y Rusia, y la potencia económica japonesa podrá ayudar a un rearme de ésta y a una reaparición de los intereses bélicos japoneses? ¿Qué hará Estados Unidos, presenciará de brazos cruzados el desarrollo de un polo asiático dejando que su estrategia sea dirigida por el bussiness o pensará en su estrategia general a costa de las transnacionales y del capital financiero? ¿Estamos frente a una futura guerra económica entre grandes bloques o a una posi- ble guerra guerreada, con todo lo que eso significaría para los pueblos de todo el mundo y para los precios de las materias primas, entre ellas, los carburantes?

Lo que vale para China vale también para Europa. El capital financiero ha unificado la Unión Europea, que sin embargo nació de un proyecto común de los grandes capitales estatales industriales (carbón, acero). La moneda común europea podría remplazar en buena medida al dólar como moneda de referencia, pero la unión financiera no ha llegado a ser una unión política y, mucho menos, una potencia militar. Europa es hoy súbdita de Washington, que trata de obstaculizar su transformación en potencia (no es lo es aquél que no tenga un fuerte sector armamentista, capaz de financiar las nuevas tecnologías de punta y de controlar los mercados). ¿Qué hará Estados Unidos ante un proceso que no puede tardar mucho y que tiene la lógica carolingia de la alianza entre la grandeur francesa y la economía alemana, potenciando ambos nacionalismos? Son cosas sobre las que se debería pensar y discutir...

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