En 1996 la Secofi dio a conocer el Programa de Política Industrial y Comercio Exterior (PPICE) del gobierno. Entre los muchos propósitos de este documento había dos particularmente oportunos y promisorios: la instauración de mecanismos institucionales que fomentaran la integración de cadenas productivas y la incorporación a éstas últimas de empresas micro, pequeñas y medianas, capaces de sustituir la importación de insumos. Dos años después son escasos los resultados que esta dependencia podría acreditar en relación con ambos objetivos.
La creación de agrupamientos industriales de alta competitividad, definidos sobre bases a un tiempo sectoriales y regionales, en que habrían de traducirse aquellos propósitos, es una de las ``grandes líneas estratégicas'' del PPICE que cayeron en el olvido. En la práctica, los responsables de la Secofi dan la impresión de tener como única prioridad el crecimiento de las exportaciones. Mal podría decirse que éste no es un objetivo plausible y necesario. El problema es que no puede ser el único ni constituir un fin en sí mismo. Y menos aún cuando la capacidad de arrastre del sector exportador empieza a menguar debido, precisamente, a la ausencia de medidas efectivas de fomento de la planta industrial.
La evolución reciente del comercio exterior muestra, en efecto, un conjunto de tendencias que perfilan la reaparición, mucho más pronto de lo que los responsables de la política económica parecen haber previsto, del desequilibrio externo que históricamente ha marcado el fin de las fases de crecimiento interno. El saldo comercial --que es el principal componente de la cuenta corriente de la balanza de pagos-- acumuló de enero a mayo un déficit por 2 mil 500 millones de dólares. Su origen es el sector no maquilador de la economía, es decir, el complejo productivo más importante del país en cuanto al número de establecimientos, empleos, ingresos, infraestructura, implantación territorial y acervos de capital físico y humano. En los primeros cinco meses del año los intercambios comerciales de este sector generaron un déficit de 6 mil 500 millones de dólares. Este resultado fue en parte compensado con el superávit del conjunto de la industria maquiladora, que fue de 4 mil millones de dólares.
El rápido crecimiento del desequilibrio comercial del sector no maquilador tiene dos causas principales. Una es la pérdida de ingresos por cerca de mil 500 millones de pesos por exportaciones petroleras. Otra es el impulso cobrado por las importaciones, cuyo valor total se incrementó de enero a mayo en 3 mil 400 millones de dólares en relación con el mismo periodo un año antes (un crecimiento de 23 por ciento). Y es con referencia a esta segunda causa donde el extravío de la política industrial se hace patente.
Los resultados del comercio exterior no ofrecen indicios sobre el cumplimiento de metas estratégicamente tan importantes como fomentar la sustitución de importaciones de insumos para la producción. Las exportaciones netas del sector no maquilador (que es igual a sus exportaciones totales menos el valor de los insumos intermedios importados para su producción), muestran una trayectoria muy preocupante desde la primavera de 1997, esto es, con anterioridad al estallido de la crisis petrolera internacional. En cada uno de los 14 meses transcurridos entre abril de 1997 y mayo de 1998, este indicador viene disminuyendo a una tasa promedio de 16.5 por ciento en relación con su valor de un año antes. La intensidad de esta tendencia se duplicó a partir de diciembre. En la medida en que la economía siga creciendo, incluso con un ritmo menor al esperado, el deterioro de las exportaciones netas continuará y, con ello, el de la cuenta corriente de la balanza de pagos.