Adolfo Sánchez Rebolledo
Memoria de la izquierda

En una sociedad que hizo del secreto virtud, no debe extrañar que el olvido silencie a la historia. Salvo excepciones, los libros de memorias son un pretexto para la autoexégesis a la hora de la soledad política. Por razones diversas, los relatos autobiográficos en la izquierda son escasos, a pesar de que las vidas de varios de sus prohombres son más interesantes, ricas y aleccionadoras, que sus ideas políticas. Sin embargo prevalece, en general, una inexplicable indolencia ante el pasado. No hay memoria, ni siquiera sobre acontecimientos relativamente recientes. Esa es la preocupación que lleva a José Woldenberg a dejarnos un registro puntual de su paso por la izquierda. ``En un momento en que la desmemoria se expande -escribe- y la izquierda sufre una crisis de identidad, recordar algunos episodios recientes, que aparecen tan borrosos como si hubieran sucedido en el paleolítico inferior, quizá tenga algún sentido, aunque no sea otro que el de situar el presente como un momento de un proceso que ni empieza ni acaba hoy''. (p.13)

Memoria de la izquierda, recién salido de las prensas, es el intento de recuperar un pasado (1970-1978) que, en muchos sentidos, más de los imaginables, fue el laboratorio útil donde se mezclaron varios elementos fundadores del México contemporáneo. En él se reconstruye la trayectoria de la izquierda universitaria que dedicó energías y capacidades a la tarea de fundar un nuevo sindicalismo, en convergencia con los grandes movimientos sociales de la época, en particular con la Tendencia Democrática dirigida por Rafael Galván.

A lo largo de medio centenar de capítulos, originalmente destinados a publicarse como entregas periodísticas, transcurren los grandes momentos de esa historia, las vicisitudes de la insurgencia de los trabajadores, vistas siempre desde la óptica personal del autor. Proveniente del lado luminoso del 68, la franja de la izquierda a la que pertenece Woldenberg, asume en los años 70 que las organizaciones sociales tienen una función extraordinaria en la democratización general del país, doblemente complicada por la circunstancia de que éstas deben cumplir al mismo tiempo tareas que, en rigor, corresponden a los partidos, por entonces muy débiles y sin fuerte arraigo en las masas. El libro resulta particularmente útil para recordar el paso de ``los sindicatos a los partidos'' que, en buena medida, marca el inicio de la reforma política en México, arrojando luz sobre la gestación de la conciencia democrática en la izquierda nacional.

Memoria de la izquierda es un relato honesto, directo y optimista, escrito ``desde adentro'' con toda la buena fe, como un registro que expresa a un ``colectivo'' de hombres y mujeres, sin entrar en polémica con otras visiones de la izquierda y su historia. No espere el lector hallar aquí un juicio de la izquierda, con su cauda de querellas y divisiones ideológicas pues no lo encontrará. Woldenberg no lo pretende en modo alguno. Al contrario, quiere dejar constancia de una trayectoria personal --que es experiencia generacional-- no para probar una verdad que no había sido revelada antes, sino la singularidad de una historia dentro de la experiencia de la izquierda.

A fin de cuentas, el autor asume que la verdad es siempre relativa, evanescente. Y en ello incluye su propia memoria, que también debe someterse al juicio de la razón, sin perder jamás la distancia crítica. ``Al mirar atrás, con el paso de los años, uno duda y se pregunta si todo aquello fue importante. Y sin duda lo fue, pero el tiempo enfría la pasión y en retrospectiva todo resulta más sencillo, menos dramático''. (pp. 297, 298)

Repito, para finalizar, lo que dije hace unos días al presentar el libro: en una época de opacidad política y chabacanería ideológica, cuando la moda consiste en borrar cualquier identidad, disolviendo la conducta de los sujetos públicos bajo el gran paraguas protector de una cómoda neutralidad democrática, Woldenberg quiere que se le conozca como un hombre de izquierda, en el sentido amplio pero no ambiguo de la palabra. Y cita a Rafael Pérez Gay: ``el que olvida, lo pierde todo''.

Vale.