La Jornada jueves 25 de junio de 1998

Astillero Ť Julio Hernández López

Todavía no se esfumaban las buenas vibras de Bucareli, luego que la Secretaría de Gobernación había aceptado la propuesta de la Cocopa de elaborar un ambicioso plan de distensionamiento para aquella zona de conflicto, cuando Roberto Albores Guillén ya había demostrado en los hechos que el doble discurso gubernamental sólo sirve para marear y ganar tiempo.

No más desmantelamientos de municipios que se han declarado autónomos, demandó la Cocopa, y la Segob aceptó la propuesta, con la condición de que no se creen más entidades de ese tipo. Pero en el municipio chiapaneco de Venustiano Carranza, en la realidad verdadera, no la del antiguo Palacio de Covián, unas horas antes, aún de madrugada, eran desalojados indígenas y campesinos que desde años atrás se mantenían en posesión del predio de 340 hectáreas denominado Nuevo Paraíso.

Con la violencia ya acostumbrada, y que le va ganando un lugar preferente en el álbum de las infamias nacionales, el gobernador Albores Guillén borró de un golpe las sonrisas de beneplácito de los dialogantes de Bucareli, alegrados por el aparentemente buen rumbo que tomaría el optimista plan de distensionamiento.

En Nuevo Paraíso habían quedado 27 casas quemadas, otras saqueadas, 140 campesinos desplazados y seis desaparecidos. En la Secretaría de Gobernación habían quedado las buenas intenciones sobre una mesa de discusión en la que, además, ya se habían extendido otras pruebas de la forma como el gobernador Albores Guillén ha actuado: un juego de fotografías mostraba la manera salvaje y ejemplificante como fueron entregados a sus familiares los cadáveres de muertos de El Bosque. Destazados, abiertos en canal.

La presentación de las terribles escenas fotografiadas fue hecha por el presidente en turno de la Cocopa, el diputado panista Germán Martínez Cázares. Según la versión de éste, el secretario Francisco Labastida Ochoa se habría asombrado y habría movido la cabeza en señal de desaprobación. El diputado panista, en realidad, estaba aplicando una medicina de trasmano: fue la misma que a ellos les aplicaron el obispo Samuel Ruiz y algunos de quienes participaron en la desaparecida Conai en la reciente visita que los cocopos les hicieron en San Cristóbal de las Casas. Esas mismas fotografías fueron uno de los silenciosos argumentos con los que los religiosos chiapanecos enfrentaron las verbalidades voluntaristas de algunos de los legisladores coadyuvantes para la paz.

¡Sí se puede..!

A mediados de los años 80, en Chihuahua se puso de moda el grito con el que los panistas impulsaban a Francisco Barrio Terrazas en la búsqueda de la gubernatura de la entidad. ¡Sí se puede!, gritaban (y con ello se alentaban) los opositores que seis años después, pasado el trago amargo de la elección impugnadísima en la que el priísta Fernando Baeza quedó como ganador oficial, llegarían al fin al poder.

El recuerdo del grito que identificó a opositores en múltiples elecciones viene a cuento porque justamente fue utilizado por seguidores de la selección mexicana de futbol, tanto en su primer juego en el Mundial, frente a Corea del Sur, cuando el marcador era adverso (1-0), como en el posterior frente a Bélgica, en el que de ir perdiendo 2-0 se logró un importante empate.

¡Sí se puede!, gritaban los ciudadanos en aquellos tiempos del PRI aplanadora, del fraude electoral inevitable y de las candidaturas de oposición como quimeras. Pero, largos años después, la realidad política mexicana ha cambiado. Puede ser que los resultados de ese proceso de cambio político no sean plenamente satisfactorios para los mexicanos, pero sin duda el sistema se ha transformado, y hay como nunca antes presidentes municipales, diputados, senadores y gobernadores no priístas, y la elección presidencial del año 2000 será terriblemente competida.

Hoy, México enfrentará futbolísticamente a un equipo de mayores cualidades, como lo es Holanda. De hecho, el momento en el que los mexicanos pudieron conseguir su pase a octavos de final fue en la parte postrera del partido frente a Bélgica, cuando este equipo estaba abatido por el terrible calor del lugar. Hoy, frente a un equipo que bien podría jugar la final de este campeonato, y que ya ha ganado otros, México tendrá pocas oportunidades de ganar y de avanzar en el torneo.

Pero, a diferencia de otras ocasiones, ahora la selección nacional sí pudo jugar bien y, sobre todo, evitar los fatalismos que durante años nos llevaban a laberintos de terribles frustraciones. Es posible que México no pueda calificar, pero sí ha podido jugar con claridad y buen esquema táctico, y ha demostrado que avanza (a pesar de los intereses comerciales de las empresas controladoras del balompié mexicano) hacia niveles más altos. De hecho, los latinoamericanos, y los africanos están reduciendo la distancia respecto al antaño mítico futbol europeo. Sí se puede jugar bien, y asumir con madurez el previsible resultado adverso de este día. También se puede, en esa difícil eventualidad, festejar el caso de una victoria.

Barrio viejo, novela de Jorge Anaya

La Editorial Grijalbo ha puesto a la venta tres libros interesantes. Dos de ellos tienen tales claves para entender los momentos críticos de la vida política actual que, antes de comenzar a ser distribuidos, han ganado la reproducción de algunas de sus páginas en medios impresos.

Justicia sometida, texto de Mario Ruiz Massieu, llamó la atención al conocerse adelantos en los que menciona: ``Si de una lucha por el poder se trata, habría que empezar a investigar la posible vinculación de ambos crímenes (los de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu) a través de Manuel Muñoz Rocha, los lazos estrechísimos de éste con Enrique Cárdenas González, y a su vez los de Cárdenas González con el ex presidente Luis Echeverría, enemigo documentado de Carlos Salinas, y el único mandatario que visitó Los Pinos el día que asesinaron a Luis Donaldo''. Ruiz Massieu afirma que el senador tamaulipeco y el ex presidente de la República constituyen ``una línea que se debe investigar'' en el caso de los dos crímenes políticos.

Historia personal de la Cocopa es el título del libro escrito por Juan N. Guerra, quien como diputado perredista participó de la citada comisión. El subtítulo de la obra es Cuando estuvimos a punto de firmar la paz en Chiapas, y desde meses atrás fueron publicados en revistas y diarios algunos de los párrafos más descriptivos de la postura tanto del presidente Ernesto Zedillo como del entonces secretario de Gobernación, Emilio Chuayffet, quienes a juicio del perredista sinaloense frenaron la posibilidad cercana de llegar a un acuerdo pacificador digno en Chiapas. En el epílogo, Guerra apunta una frase simple: ``La Cocopa continuó como comisión en la LVII legislatura (es decir, en la actual), pero como un puente obstruido''.

Sin embargo, es un tercer libro de esta remesa el que Astillero ha leído con más gusto. Se llama Barrio viejo y lleva como subtítulo Balada de Elsinor la Trebolera. Un cintillo sintetiza el sentido de la obra: ``Una novela futurista sobre los niños de la calle''.

La trama es interesante y contiene elementos de la realidad política y social llevada a los previsibles extremos críticos del primer cuarto de siglo del nuevo milenio. Está escrita, además, con una prosa limpia y exacta.

De esta altamente agradecible tersura linguística, y de la capacidad de síntesis e ironía, se ha beneficiado en múltiples ocasiones esta columna, pues Jorge Anaya es colaborador de La Jornada y también uno de sus más calificados editores, a tal grado que es el principal encargado de redactar y cuidar los encabezados de la primera plana de este diario (otros de los responsables de ese privilegio editorial son Víctor Barreto y Alfredo Campos) y, entre esa carga, de elaborar el aviso de Astillero en el que normalmente se resume con precisión el contenido de la columna.

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