¿Son equivalentes las ejecuciones de civiles rebeldes en El Bosque por parte de elementos del Ejército y la policía y el silencio zapatista? ¿Son equiparables las acciones de guerra del gobierno en cuatro municipios autónomos en nombre del ``Estado de derecho'' y la ausencia de comunicados de la comandancia del EZLN?
Las preguntas están lejos de ser mera retórica. La desesperación ante el silencio zapatista ha llegado a tal punto que unos quieren corresponsabilizarlo de los muertos de El Bosque, y otros, como el coordinador el turno de la Cocopa, consideran que vuelve aún más sombrío el ambiente en Chiapas. Según Emilio Rabasa el EZLN se encuentra en un ``autoensimismamiento (autosic), encadenamiento y aislacionismo''. Desde los círculos de poder se ha alentado, sin mostrar prueba alguna, una campaña de medios que busca presentar el silencio rebelde como expresión de la lucha de posiciones dentro del EZLN, y se han filtrado rumores tanto sobre la detención de Marcos como de la enésima muerte deTacho.
El silencio ha sido una de las respuestas de los zapatistas a la estrategia de guerra del gobierno. Este silencio no ha implicado, empero, que los pueblos en rebeldía dejen de hablar. Una tras otra, han documentado las agresiones de que han sido objetos, y han reafirmado su disposición a resistir pacíficamente. Sus tomas de posición públicas muestran la existencia de una coordinación interna. Recientemente, las autoridades de 32 municipios autónomos emitieron una declaración conjunta. Irónicamente, el silencio de la comandancia se oye con la misma fuerza que su palabra de ayer. Lejos de haber perdido espacio en la vida política nacional, el zapatismo se mantiene, sin publicar una sola frase, en el centro de la tormenta. ``Quien permanece en silencio es ingobernable'', dice Ivan Illich.
El gobierno desató una ofensiva generalizada y en ascenso en todos los frentes de lucha. En el legal, presentando una iniciativa unilateral de reformas constitucionales sobre derechos y cultura indígena. En el policiaco-militar, organizando acciones de desmantelamiento en contra de los municipios autónomos. En el terreno de la negociación, neutralizando a la Cocopa, expulsando a los observadores internacionales, desmantelando a la Conai y buscando una negociación directa. En los medios, copando todos y cada uno de los espacios disponibles e impulsando el ahogo informativo como desinformación programada. Durante casi dos meses el secretario de Gobernación y el coordinador para el diálogo hicieron de los domingos su día favorito para dar comunicados a la prensa. El griterío ante el silencio zapatista buscó dotar al discurso gubernamental de una coartada: a partir de ahora, por edicto oficial, será la causa de los problemas en Chiapas.
Una estrategia de esta naturaleza sólo puede sostenerse al precio de un alto desgaste interno. El costo que ha debido pagar el gobierno por ella ha sido altísimo. No ha ganado credibilidad interna y, por el contrario, es ya un lugar común señalar el doble mensaje de la palabra presidencial. Hoy se encuentra en el punto más alto de su aislamiento internacional. No ha podido sacar adelante su iniciativa de ley indígena, y de lograr aprobarla no le servirá ni para deslegitimar al EZLN ni para avanzar en la paz. No tiene canales para establecer comunicación con los rebeldes. El conflicto en Chiapas ha comenzado a ser, nuevamente, motivo de preocupación en los mercados financieros. La interpelación al silencio de ha convertido en el principal ruiderío, y ha evidenciado que el poder carece de un discurso propio. Con todo ello, se ha colocado a sí mismo en el peor de los mundos posibles: sin legitimidad para hacer la guerra y sin credibilidad para alcanzar la paz.
El desgaste gubernamental ha sido producto, tanto de las incongruencias internas en la aplicación de su estrategia y de su falta de unidad de mando, como del choque de ésta con los pueblos en resistencia pacífica y con amplias franjas de la sociedad civil nacional e internacional. El silencio zapatista ha incrementado los costos de la estrategia oficial. Al hacer invisible a la comandancia del EZLN ha evidenciado la verdadera naturaleza de la ofensiva gubernamental: una guerra contra los pueblos indígenas rebeldes y la guerra fría en contra de una buena parte de la sociedad mexicana.