La Jornada Semanal, 21 de junio de 1998



Manuel S. Garrido

entrevista

José Donoso: el último elefante

El escritor más ``raro'' del boom, y su último protagonista; un autor al que Carlos Fuentes calificó de ``el más literario de todos nosotros'', nos habla de por qué nunca se comprometió políticamente con su país ni con el continente, de por qué eligió ``hablar con imágenes literarias'' y, en suma, de por qué nunca se sintió incluido en el boom.

Hace unos años, en enero de 1992 para ser exacto, tuve la suerte de conversar largamente con José Donoso. Había venido a México a tomar un respiro, después de acometer, con la intensidad y la pasión que le conocíamos, su trabajo literario. Posteriormente, en mayo de 1995, vino para presentar su más reciente novela, Donde van a morir los elefantes. Así que en menos de tres años, poco tiempo en realidad, tuve la oportunidad de reflexionar acompañado con una visión particularmente compleja del hombre, una visión que no cede un centímetro a la moda, a la pose o al mercado, mucho menos a la tentación mesiánica que suele atribuírsele a la literatura. Hombre de convicciones, José Donoso no era, sin embargo, el prototipo de una mentalidad cerrada, lo cual no deja de ser una ventaja, acaso digna de incluir en las propuestas de Italo Calvino para el próximo milenio, en tanto constituye una auténtica liberación después de esos callejones sin salida donde todo queda reducido a defender o construir unas cuantas verdades absolutas. Oportuna, pues, la vista de Donoso a México. Sobre todo porque tuvo lugar cuando se desataban en el país las fuerzas imprevisibles de la más profunda crisis de todos los tiempos. Crisis moral, crisis política, crisis social...

En este terreno platicamos en torno del ``compromiso'' en la literatura. Una vieja materia ligada, como se sabe, a los tiempos de una lucha implacable contra la guerra y el fascismo, contra todas las formas que asumió el neocolonialismo, contra la guerra de Vietnam. Compromiso. Esa categoría que marcó la poesía de Neruda, cuyo ``explico algunas cosas'' ha quedado ahí, como testimonio de una apuesta que caló hondo en el mundo de su tiempo y hasta pasados los setenta. ¿Olvidaremos a Sartre en esta tarea? Donoso optó por otro camino, igualmente controvertido. Ha sido, en efecto, el más literario de los escritores del boom (corriente en la que nunca se sintió incluido). ``Con esas palabras me definió Carlos Fuentes -me dijo-. Me halaga, en verdad, y entiendo por qué lo ha dicho. Después de todo, soy un hombre que no se ha metido en política, ni en el quehacer de la vida diaria de mi país ni del continente. Me he dedicado a hablar con metáforas, con imágenes literarias. En ese sentido soy el más literario de los escritores que cita Fuentes, porque no hablo con teorías ni con ideas preconcebidas.''

Alguien ha dicho, le recordé, que El obsceno pájaro de la noche consigna el mundo que habitamos. Quizás es la novela que mejor da cuenta de ello. ``En efecto - me dijo- , es una novela política. No obstante, no da cuenta del mundo que habitamos como si fuera un retrato, o porque vayamos a encontrar `datos' del mundo que habitamos.''

Donoso escogía cuidadosamente cada palabra.

Esa novela -precisó- más bien da cuenta de una imaginación y una sensibilidad. En ese sentido habla de nuestro tiempo.

-¿Nuestro tiempo, 1995?

-Cuando la escribí corría el año 1964 o 1965.

-Han pasado treinta años.

-Pero entonces estaba presente el fantasma de la desesperación, de la falta de salidas de las cosas. Bien mirado, creo que es algo que no sólo fue válido en ese instante de la historia. Hoy diría que es válido todo el tiempo. Porque hay ciertos fantasmas que siempre acompañan al hombre, que siempre están ahí: el fantasma de la decadencia, de la pérdida de todo, del desquiciamiento. El fantasma de la pérdida del norte en lo que se refiere a la tarea de gobernar las sociedades, el fantasma del cuestionamiento al poder.

-¿Qué es el poder?

-¿Quién tiene el poder? ¿Quién ostenta el poder? ¿Por qué lo ostenta? Todas esas cosas están en El obsceno pájaro de la noche.

Después de oírlo me quedé pensando unos segundos en la afirmación de Carlos Fuentes. ``Donoso, el más literario de todos nosotros.'' Por eso, creo yo, lamenté tanto la tertulia del Centro Histórico, a un costado de Palacio Nacional. No citaré nombres, pero algunas personas que estuvieron en la mesa hicieron un papel lamentable. ¡Entrevistar a Donoso con unas preguntas sacadas del cuestionario de Raúl Velasco a Gloria Trevi! ¿Qué, nadie les dijo que cada vez que acababa una novela iba a parar al hospital? Moría entre novela y novela cuando llegaba ese vacío, el lapso fatal donde el pensamiento y el cuerpo llegaban al final. Quise hablar. ``Señoras, Donoso no sabe jugar. Más bien el suyo es un game, una partida donde el final es el final propio del hombre de acción.'' Se presentaba la novela Donde van a morir los elefantes con un José Donoso hablando quedito de su propia muerte. ``La tengo muy cerca. Tengo 71 años. No creo que tenga más de tres o cuatro años que vivir.'' Pensé que era una voz de alarma en el mundo de hoy. ¿Será necesario subrayar que los elefantes mueren cuando ya no tienen más vida, cuando tienen conciencia de que no les queda más vida? Ya en la calle, me preguntó con cierta ironía: ``¿De dónde habrá salido la iniciativa de juntar al más literario de los escritores latinoamericanos con unos comentaristas de la onda light? ¿Será una nueva política cultural?''

En ese terreno del desquiciamiento, de valores que se pierden y otros que emergen, le dije: ¿Quieres que hablemos de la familia? Contestó: ``Toda mi obra está construida alrededor de la familia. Es uno de los ladrillos con que está hecha mi obra. Aunque, en rigor, no se trata de la familia, sino de una crítica social que, por lo demás, nunca está ausente de mis novelas. La familia, en ninguna de mis novelas, está totalmente en pie.'' Tampoco la casa, le dije. ``Bueno -repuso-, bien mirado, el centro de mis novelas es siempre una casa. Una casa que es un convento. Una casa de campo, un burdel. Mi obra es una transformación incesante de `casas'. Y es claro, la casa es la que lleva en sí todas las reglas. No sólo eso, ahora que insistes en ello, me doy cuenta de que mis novelas comienzan siempre cuando hay una transgresión de las reglas, de la ley, cuando físicamente alguien pasa de un lado a otro.'' Es curioso, interrumpí, ahora resulta que el más literario de los escritores latinoamericanos no deja de ser un subversivo. Donoso sonrió. Luego siguió adelante: ``Siempre hay una transgresión; una transgresión del circuito que rodea y defiende la casa, la reja de lanza en Casa de campo, la reja de la casa en Coronación, las paredes del convento en El obsceno pájaro de la noche, el burdel mismo en El lugar sin límites. Así que el movimiento mismo de la novela empieza, justamente, por la transgresión.''

-¿No has sentido que cuando te leemos te devoramos?

-Me devoran. Yo me devoro por dentro cuando escribo.

-¿Ha cambiado la función del escritor?

-En lo esencial creo que no. Aunque hay que reconocer que el mundo está cambiando tan velozmente que uno no alcanza a cambiar con el mundo. Sin embargo, tampoco se trata de pertenecer. Yo diría que hay que quedar marginado. Porque el escritor auténtico es una criatura marginal. No se escribe sino desde la orilla del mundo que habitamos. De aquí la ironía, porque se escribe a sabiendas de que todo lo que uno dice no es válido.

Me despedí de él con una mezcla rara de ternura, de admiración y presentimiento en la frente. Acaso era el último hombre que tomó la novela como precaución contra su propio destino. El más literario de nuestros escritores. El último elefante.