La Jornada Semanal, 21 de junio de 1998
A propósito de las epopeyas futboleras, Chimal, dentro y fuera del estadio, ve "pirados", ilustres gatos callejeros y menos ilustres seres humanos enervados por el simulacro guerrero. Ah, sale, además, el conde de Buffon..
Tripas de gato
Gracias a la delantera del Necaxa en Lyon mis sueños de esta semana han sido dulces como la miel. Aunque en el momento de escribir esto no sé cómo habrá terminado el partido con los belgas, espero que los diablos rojos sigan siendo nuestros clientes, como en dos mundiales anteriores. Mientras tanto, sigamos gateando. Porque los dos gatos del domingo anterior aún ejercen su encanto sobre mí y me protegen de los botellazos ingleses y de las patadas nazis. Ni modo, manito, tuve que clavarte una llave en la garganta por ojete y por fascista. ¿Qué no has oído hablar de la raza ácrata de la colonia Roma?
Pero eso fue en Marsella, donde la mafia es un atractivo turístico más, donde se come chichi de Napoleón y se juega en un futbolito de 17 metros de largo y a 22 manos. La policía anda loca por los hooligans de la calle pero no sabe que hay otros de tarjeta dorada y lentes Armani, cuyas mujeres rubias llevan en sus bolsos Dior las navajas y las cachiporras. En fin, que Dios y la Reina nos protejan.
Ahora estoy en el Jardín de Plantas de París, un lugar tranquilo y lleno de sueños y aire fresco. Inaugurado en 1635 por Luis XIII, aquí mismo se encuentra la Gran galería de la evolución y un zoológico que sirve a los estudiantes de ciencias para aprender un poco más de la vida. Aquí, el ídolo no es Ronaldo, Luis Hernández, Zidane ni Shearer, ni tampoco Klinsmann. El héroe es Geoffroy Saint-Hilaire, conocido entre los cuates como conde de Buffon. En este universo la evolución es un proceso irreversible, como un gol, y los factores históricos una quimera, como México en la final.
Mis gatos se adelantan y dicen: No trates de interpretar nuestros maullidos, ¿eh?, así que abre cancha. Uno quiere saber si los dinosaurios soñaban. Los perros, al igual que nosotros, los gatos, contesta el otro, gimen y contraen súbitamente las patas, de manera que podemos decir que sí, sueñan. ¿No te acuerdas de cuando estás en las piernas de tu ama? Ni lo menciones, dice el primero, su vientre es terso y sus caricias son estelas que me permiten cruzar ese corredor oscuro que es el sueño profundo, donde el ojo pierde la memoria de las cosas de afuera, se aísla por un instante y se olvida de que existe la luz. De pronto, todo se ilumina y ahí está ella. La ilusión es total. Pero no me has respondido, ¿los dinos soñaban o no?
Te pones romántico y no paras de mover la lengua, dice el segundo, escucha un poco. Los peces (qué hambre) y los anfibios sueñan, aunque no parecen alternar fases Rem y fases sin Rem. El atún duerme mientras nada... Espera, interrumpe el primero, ¿qué es eso de Rem?, ¿te refieres al grupo pop?, ese de: ``The world is collapsing around our ears, I turned up the radio but I can't hear it...'' No, burro, dice el primero, la fase Rem es aquella en la que tus ojos se mueven con gran rapidez. Se supone que el sueño coincide con la fase Rem, que en inglés quiere decir, precisamente, ``rapid eye movement''.
Mira ese colibrí. No sólo quiero verlo sino tenerlo en la boca, dice el segundo. Míralo, sigue el primero, la temperatura de su cuerpo es elevada y consume mucha energía. Puede hacer el amor docenas de veces. Dichoso él. Casi todas las aves tienen fases Rem pero muy cortas, ya que muchas de ellas duermen paradas en los árboles. Puesto que en dicha fase los músculos se relajan en forma notable, imagina lo que sería de ellas si soñaran por largos periodos. Humm, París sería una fiesta.
Tú, como otros carnívoros, no tienes necesidad de estar en guardia contra tus enemigos. Tu dueña te alimenta con carne de un alto valor nutritivo, así que duermes como un lirón. Pero cuando te largas por ahí días enteros y te sientes inseguro y en peligro, la fase Rem disminuye considerablemente. En cambio los herbívoros, como las vacas, no tienen mucho tiempo para dormir. Duermen un máximo de tres horas porque deben estar alerta y compensan la falta del bendito sueño con una especie de somnolencia mientras rumian. Cuando viven seguras, su fase Rem aumenta mucho.
¿Y los dinos?, insiste el primero. Qué desesperación, dice el segundo, te estás volviendo un neuras como los parisinos. Si aceptas la hipótesis de que los dinosaurios fueron antepasados de los reptiles, difícilmente podemos decir que soñaban. Sin embargo, si evolucionaron hasta tener un cerebro de grandes dimensiones y una temperatura corporal constante (a diferencia de los reptiles) bueno, en ese caso, sí, soñaban mientras dormían.
A propósito, te voy a relatar lo que le pasó a mi antiguo amo. Tenía la intención de convertirse en una estrella del balompié y puso manos a la obra. Semanas más tarde, cuando pensé que venía a recogerme para mudarnos a una gran casa, entró al pisito donde vivíamos uno sobre el otro y me dijo:
``La última noche regresé a la pensión de los amateurs y me puse a limpiar pescadillas; entonces alguien tocó a la puerta. Un hombre de corta estatura y nariz larga, con un portafolios gris en una mano y un libro negro en la otra comenzó a decirme: ¿Quiénes son los más grandes dribladores del mundo? Si lo sabe, comienza usted a ganar. No me dijo qué ganaría pero tampoco lo pensé dos veces. Los brasileños, respondí. No, mi amigo, los periodistas y los poetas, dijo él, unos tienen una habilidad enorme para no comprometerse con nada (excepto con el dinero), su repertorio para hacer que otros paguen la cuenta y evadir las propinas es un portento, y su sabiduría para golpear finamente por detrás es proverbial. Los otros son demonios sueltos en la cancha de Dios. Empecé a ver su juego.
''A ver, responda ahora, me dijo, ¿qué figura bíblica vendió sus derechos de primogénito y por qué cantidad? No sé, dije. Esaú, dijo el hombrecillo, por un plato de sopa. ¿También era un gran driblador?, pregunté. Eso no importa, dijo él, lo que importa es que usted se ha ganado un volumen de prosa colectiva, la mejor de todas, la de Jesus Morning Star. Y, acto seguido, extrajo de su portafolios un volumen como el de la sección amarilla. ¿Quiere usted ser un gran jugador? Lea las enseñanzas de un crack. Surgido de las fuerzas inferiores del budismo rampante y miserable del Seúl, medio tarado porque su padre era alcohólico y su madre se picaba, JMS tenía una virtud: era patizambo. Pero esto no le ayudaba a vivir en la sociedad capitalista, acostumbrada al catenaccio y a la triangulación en corto, así es que se retiró a la montaña. Adicto a la Coca-cola, incluso intentó suicidarse tres veces porque en la montaña sólo encontraba latas calientes. Era tan inútil que no lo consiguió. Entonces un güerito de la Biblia que andaba extraviado le puso un ejemplar de las Sagradas Escrituras en las manos y su vida cambió. Su ínfima astucia lo hizo ligar dos sistemas hasta ahora disímbolos: la fe y el futbol. Tanto usted como yo vivimos disputando un alma inocente y rebelde, el balón. Debemos superar a los once ídolos con pies de barro que tenemos enfrente, las injusticias del árbitro y sus tarjetas rojas, sin olvidar las envidias de los compañeros de equipo, ¿entiende? Al final, en el fondo de la red, en la esquina donde hacen su nido las arañas está Dios. Lea la obra de JMS, a través de ella aprenderá la liturgia de los mediocampistas, comprenderá la fe ciega de los arqueros y conocerá la naturaleza chamánica de los goleadores. ¿Quiere formar parte de la leyenda?
``Ya iba yo a dar el portazo cuando alcanzó a decir: La cabeza de la estatua de Pascal amaneció con unos guggles para protegerse del viento. Por un pase a la eternidad diga, ¿quién va a ganar el Mundial? Alemania o Brasil, tal vez Inglaterra o Argentina, pero me gustaría que fuera Francia. ¡Está usted loco!, me dijo, los franceses apestan. Dios, concluyó el hombrecillo, sólo l puede ganar el mundo.''
``Por si no lo adivinas'', siguió diciéndome mi antiguo amo, ``aquella temporada podía considerarse una hora incierta en mi vida. Los días de receso los había pasado en el puerto con otros jugadores sudacas, todos ellos sin papeles. Antes, cuando éramos los consentidos del entrenador, había cassoulet y vino de origen, rizotto de mariscos y langosta rociada con vino verde. Ahora, huevos fritos y pan duro.
``Pacientes, hicimos una prueba junto a una veintena de africanos. El pasto era denso y alto en las orillas, incipiente y quemado al centro: eamun. Nobis optio non datur. Jalar, estirar, un poso que se adhiere a los tacos, la materia oscura concentrada en un esférico se volcaba sobre nuestros diminutos cuerpos masivos. Detener con el empeine, retardar con la cara interna del pie, violentar el balón a través del fascia lata, del recto anterior, distender el sartorio como se proyecta la luz original sobre el horizonte inviolado. Todo fue nada. Bastó con que alguno de los camerunenses, argelinos y marroquíes hiciera el mismo trabajo en el acarreo de balones o en la contención para que, gracias a las ventajas de la doble nacionalidad, aquéllos fueran contratados. Los demás tuvimos que regresar a casa. En algún pliegue de nuestras cabezas se perdieron contratos y consignas, apuestas suculentas y el viento del mar. Deambulamos por el puerto.
``Delante de un playback digital, dos locas vestidas de marinos, epígonos de Marlene y Marilyn, metieron en mi cabeza cierta incorporeidad. También se desvaneció el control de una partida, el alucinamiento de los espectadores, el sueño y la gloria. ¿Qué habrán sentido los sudacas cuando miles de billetes consagrados al tanteador les decían ahora puede ser, ahora no? Tenía que ganarme la vida de algún modo y a los tipos como yo se les presentaba una sola alternativa: el futbol bajo techo o las joterías de la televisión. El resto eran anhelos de un diletante descosido.''
Enseguida, mi dueño frustrado me sirvió la última sardina que quedaba por ahí y me echó a la calle. Yo, que era su fan más fiel, experimenté primero los estragos de la ira y, enseguida, la cruda amarga de la desesperación. Desde entonces creo a pie juntillas lo que dice mi nueva ama: el futbol es un juego de perros.