No tenemos que disculparnos por la política migratoria, dijeron visitantes
Mireya Cuéllar, enviada, Morelia, Mich., 20 de junio Ť El Congreso de Estados Unidos no tiene por qué disculparse con los mexicanos por su legislación migratoria; ``¡que quede claro!, no tenemos por qué disculparnos. Somos el país que acepta el mayor número de inmigrantes legales, pero la inmigración ilegal no se tolerará'', señaló ayer el congresista californiano Brian Bilbray en uno de los momentos más ríspidos de la Interparlamentaria México-Estados Unidos.
La sesión matutina en la que se discutía el tema migratorio abrió con la embestida de los senadores Beatriz Paredes Rangel, Martha Lara y Cristóbal Arias, quienes expresaron en distintos tonos la posición de la delegación mexicana; acusaron a los estadunidenses de tener una política sistemática de discriminación y violación de los derechos humanos de los mexicanos legales o indocumentados que viven allá.
Molesto, Bilbray --que es congresista por el distrito 49 de San Diego, en la frontera con Tijuana-- respondió que conocía a fondo el problema. Narró que le ha tocado recoger cadáveres frente a Tijuana, y argumentó que 240 mexicanos mueren anualmente -atropellados en los free ways o ahogados- al intentar cruzar la frontera para evadir a la migra. Advirtió que las reformas legales que aprobaron en 1996 --entre ellas la visa láser- son ``un mensaje claro de que los días de la inmigración ilegal han terminado y han comenzado los de la inmigración legal''.
En el mismo tono, les dijo a los diputados y senadores mexicanos que la soberanía nacional de un país incluye ``el derecho de determinar nosotros quién entra y quién no a nuestro país''.
Al estar haciendo uso del derecho de réplica, Beatriz Paredes habló de los mexicanos que mueren en accidentes carreteros cuando son perseguidos por la Patrulla Fronteriza, fue entonces cuando el californiano le reviró: se enojan por la gente que muere en esos accidentes, pero nunca dicen que quien conducía el vehículo con los inmigrantes ilegales ``era un coyote mexicano''.
Expresó entonces que no hay una política sistemática de acoso a los mexicanos, sino que se dan incidentes porque 40 por ciento de los inmigrantes indocumentados en Estados Unidos son mexicanos.
Y concluyó con un ``si ustedes creen que cada persona nacida en México tiene derecho a inmigrar a Estados Unidos, están equivocados''.
Intervino entonces para mediar Bod Fliner, también de California, nada más que demócrata, quien pidió ``dejar de lanzarnos flechas de uno a otro lados'', porque no ayuda a ``encontrar soluciones'', que ``para eso fuimos electos''.
Entraron entonces al debate los legisladores Luis Patiño, del Partido del Trabajo, y Adolfo Aguilar Zinser, quienes echaron en cara a sus homólogos no tomar en cuenta, a la hora de aprobar leyes, el aporte que los mexicanos hacen a la economía de Estados Unidos, entre otras cosas, a lo que los estadunidenses respondieron que estaban abiertos a discutir los alcances de la inmigración legal, ``pero no voy a sugerir siquiera la ilegal'', comentó uno de los representantes del vecino país del norte.
Beatriz Paredes volvió entonces a la carga y pretendió cuestionar el sistema judicial estadunidense a la hora de juzgar a quienes violan derechos humanos de mexicanos, y un congresista le reviró con voz de autosuficiencia: ``Hoy nuestro sistema judicial pasaría cualquier prueba de cualquier país''.
Y una vez más -para la historia de las interparlamentarias- las posiciones fueron irreconciliables.