La Jornada 21 de junio de 1998

Meritorio empate a 2 del Tri con Bélgica; ahora hay más fe que nunca: Lapuente

Marlene Santos A., enviada, Burdeos, 20 de junio Ť En emotivo partido y con un hombre menos, México se repuso de un adverso 2-0 que parecía aplastante, y ante Bélgica un empate que tuvo sabor a triunfo. Pero quedó ante la difícil misión de lograr su clasificación a la siguiente ronda ante la favorita Holanda, el próximo jueves.

La llave mágica del ``¡sí se puede!'' y los movimientos estratégicos de Manuel Lapuente resultaron la alquimia perfecta que heló los festejos de los seguidores belgas, que terminaron mordiéndose las uñas ante el acoso en los últimos minutos del Tricolor, y que obligó a los jugadores rivales a tributar frases de admiración -durante la conferencia de prensa--hacia el equipo mexicano. Otros sobre la misma cancha del estadio Parc Lescure no tuvieron empacho en pedir intercambio de camisetas.

Los goles de Bélgica fueron anotados por Marc Wilmots a los minutos 42 y 47, después de que México se quedó con 10 hombres por la expulsión del lateral Pável Pardo (28). Por el tricolor descontó Alberto García Aspe por la vía penal, al minuto 55, y los cartones se empataron con anotación de Cuauhtémoc Blanco al 62.

México empezó con gran ritmo, impuso su juego y creó opciones de gol durante los primeros 20 minutos, pero también supo del peligro de los Diablos Rojos, equipo que tuvo sus mejores movimientos ofensivos en la dupla formada por Luc Nilis y Wilmots, así como las acertadas combinaciones de Enzo Scifo.

Al minuto 9 el Tri tuvo una gran aproximación con un tiro de Claudio Suárez y contrarremate de Luis Hernández, que el portero Filip de Wilde pudo contener. Diez minutos después un centro de Jaime Ordiales bordeó el travesaño del guardameta belga. México comenzó a dominar con claridad, pero justo cuando mejor jugaba el silbante escocés Hugh Dallas expulsó a Pardo por una barrida por detrás sobre Vital Borkelmans.

Lapuente saltó literalmente de la banca y desde el borde de la cancha llamó a Suárez para darle instrucciones. También la numerosa afición mexicana reaccionó y ahí estuvo con el grito de ``¡sí se puede!'', al tiempo que silbaba cualquier avance de los belgas, quienes finalmente se fueron al frente en el marcador al minuto 42 con gol de Wilmots, después de que el brasileño, naturalizado belga, Luis Oliveira, cobró un tiro de esquina.

Apenas escuchó el silbatazo que decretó el término de los primeros 45 minutos, Cuauhtémoc Blanco corrió a aplaudir al árbitro con ironía y así se ganó un cartón amarillo.

En el complemento, Lapuente ingresó a Jesús Arellano en lugar de Francisco Palencia, pero a los dos minutos Wilmorts puso el 2-0.

México vivió momentos de desconcierto, pero al minuto 54 Verheyen fauleó a Ramón Ramírez en el área chica y el silbante decretó la pena máxima, además expulsó al jugador belga. Un silencio expectante precedió al tiro, que con precisión cobró García Aspe antes de que las tribunas estallaran en festejos. Allá en el palco de honor el octagenario Joao Havelange no tuvo más remedio que aplaudir. Al lado, la embajadora Sandra Fuentes se puso de pie con gran euforia.

Fue el momento de la dupla mágica: los cambios de Lapuente y el ``¡sí se puede!''. Entró Germán Villa, pero fue Jesús Arellano quien hizo una jugada genial, al recortar su avance desde el costado derecho hacia el centro, dio un pase certero a Ramón Ramírez, quien a su vez centró hacia Cuauhtémoc Blanco, para el 2-2 al minuto 62, mientras en la gradería los mexicanos estallaron en cantos y porras que fueron también un bálsamo para los jugadores, quienes -confesaron después--pudieron soportar el sol que caía a plomo.

La canción de Cielito lindo fue cantada hasta por los franceses, algunos periodistas galos chocaban las manos en señal de festejoÉ Los últimos minutos fueron de México, pero la victoria, desafortunadamente, no llegó.


Reuters, París, 20 de junio Ť El equipo mexicano es el más limpio de la Copa del Mundo Francia 98 y no porque sus integrantes sean más higiénicos que otros, sino porque han sido los menos violentos hasta ahora.

La selección de Manuel Lapuente, que este sábado empató a dos goles con Bélgica en un emotivo partido, apenas ha cometido 19 faltas en 180 minutos.

Con esa cifra encabeza la lista de equipos con dos presentaciones en la clasificación de juego limpio, delante de Croacia y Nigeria que tienen 21 faltas, Dinamarca 23, Brasil 24 y Túnez, Camerún y Arabia Saudita 26.

En el otro extremo se encuentran el representativo de Japón, que ha cometido 54 faltas en dos partidos, o Irán, que apenas en un encuentro acumula 30.

A su vez, Paraguay con 38 infracciones y Chile con 36, son los equipos más violentos entre los latinoamericanos, pero por encima de ellos, además de los japoneses, aparecen Bulgaria (44), Austria (42), Sudáfrica (40), Francia (39) e Italia (38). Sin embargo, en la cifra general, las selecciones de América Latina no son las más violentas del torneo y están entre las de mayor poder ofensivo, con jugadores de gran habilidad que atraen a infractores que no pueden detenerlos.

Chile (43), Brasil (41), Paraguay (39) y Argentina (34) son los cuatro conjuntos a los que sus rivales han propinado más faltas.

El mediocampista argentino Ariel Burrito Ortega ha sido la principal víctima de los defensores, con 11 faltas recibidas en un solo partido. Igual número tiene el inglés Alan Shearer, mientras que al paraguayo Miguel Angel Benítez le cometieron 10.

El jugador más sucio del torneo es el austriaco Antoni Polster, con 11 faltas cometidas en dos encuentros. Los datos indican que al chileno Iván Zamorano lo han sorprendido en fuera de juego en seis oportunidades y encabeza esa clasificación.

Mientras, la mejor puntería la tiene El Matador Marcelo Salas, con seis disparos, tres de ellos directos a puerta y tres goles.

Otros dos artilleros que comparten con el chileno el liderato de goleo, con tres tantos, son el francés Thierry Henry y el italiano Christian Vieri, quienes han realizado más disparos que el chileno. Henry tiene nueve, cuatro de ellos directos, mientras que Vieri alcanzó 10, siete de ellos a la portería.


Elia Baltazar y Ricardo Olayo Ť Para encender el fervor de los fieles mexicanos a la fiesta de las patadas no hace falta un triunfo. Bastó el empate para que el Paseo de la Reforma se transformara en el tinglado del circo futbolero, donde el desmadre siempre es el principal protagonista, por encima de los operativos de seguridad dedicados a proteger los ya de por sí mancillados patrimonios históricos --y que conste que nadie habló de soberanía.

Esta vez, sin embargo, no hubo mieles de victoria y de los 12 mil aficionados que celebraron el triunfo de la semana pasada, apenas 5 mil salieron ayer a las calles a reconocer el esfuerzo de la oncena mexicana que, como siempre, despierta la esperanza de que podemos repetir la hazaña de México 86.

Tempranito se levantaron los capitalinos para salir a la calle y lucir las playeras verdes con el apellido de cualquiera de los ídolos en la espalda. Y como los goles hacen a los héroes, por todas partes se ve a los Hernández, los Blanco y hasta los García, aunque valga por las glorias pasadas. Ya devorada la sesuda columna periodística que vaticina el ``inminente triunfo'' de México y su ``seguro pase a los octavos de final'', hay ganas de compartir, así que vámonos con toda la familia al Zócalo capitalino para ver en pantalla gigante los golecitos de Bélgica y los golezotes de México. Y no es que en casa no haya televisión, a color y de 21 pulgadas, recién comprada para ver el Mundial, ``pero eso de comentar la jugada con mi mujer, pues como que no, porque a ella ni le gusta''. Pero igual está sentada sobre la gran plancha de concreto, la abnegada esposa que hasta preparó los sandwichitos y la naranjada para el viejo, para que disfrutara ``el juego del hombre''.

Una hora antes del partido, en la Plaza de la Constitución ya hormigueaban las ganas de celebrar con la cerveza por delante. Pero con eso de que por allí rondaba la fuerza pública, que rebasó los 600 efectivos distribuidos en Reforma y el Centro, pues hubo que camuflajear el alcohol en los pepcilindros de los hijos, vestidos de la ilusión paterna de que en las canchas de asfalto se harán jugadores profesionales. ``Sí, mijo, ora que pueda te inscribo en el equipo de la cuadra''.

Está escrito que para alcanzar la gloria del espectáculo hay que padecer en la tierra de los comentaristas, que diseccionan cada uno de los movimientos de la selección. Para los congregados en el Zócalo, las voces que salen de la pantalla no son sino telón de fondo de las porras, cánticos de fe que se levantaron con más fuerza al primer silbatazo de un árbitro que los convirtió en silbatina colectiva --``...ulero-...ulero''-- luego de sacar una tarjeta roja, que expulsó no sólo al jugador mexicano, sino el buen ánimo de los hinchas capitalinos.

``Que hijo de su tal por cual, si la jugada iba limpia'', coinciden los conocedores sentados en el concreto, bajo el sol que no calentó los ánimos tanto como el penalty bien cobrado por Alberto García Aspe, que le devolvió la respiración a casi 2 mil aficionados cuyo brazos se levantaron al cielo en señal de agradecimiento. Pero como aún íbamos atrás --sí, en plural, por que juegan once pero sufrimos miles--, el festejo fue moderado. Los rostros sudorosos, quijadas apretadas, de vez en cuando una reverencia para pedir el milagrito del segundo gol, que fue concedido a Cuauhtémoc Blanco. Y allá por el rumbo del Templo Mayor comenzaron los concheros con sus danzas, celebrando la mexicanidad y, de paso, la hazaña de quien lleva el nombre del último emperador azteca.

``Ni modo, no se pudo pero se luchó''. Frase que sirvió de ungüento para curar la heridita de lo que pudo ser, pero no fue. Y a enfilar hacia Reforma, que en bola se siente menos, donde hasta tres pacíficos aficionados, que parecían salidos de un bar nocturno a paso zigzagueante, vaso de plástico en mano y un poco de alcohol en el aliento, fueron detenidos por la policía en las inmediaciones del Angel de la Independencia.

Había pasado lo más difícil. Los granaderos se habían llevado ya a por lo menos una veintena de jóvenes que agredieron, con la espuma de aerosol en la celebración del empate de la selección mexicana y empezaban a robar productos de los vendedores ambulantes.

Entonces la captura de los tres aficionados pareció más una suerte de urgencia de los uniformados por hacer detenciones, que la respuesta oportuna ante los grupos de vándalos, lo que valió la protesta de los ahí reunidos. Ahora resulta, dijo uno de los detenidos, que la policía le va a Bélgica.

A lo largo de cuatro glorietas --La Diana Cazadora, El Angel de la Independencia, La Palma y Cuauhtémoc--, el Paseo de la Reforma se convirtió en un enorme andador por el que se extendió el dispositivo de las autoridades, que reportaron 22 personas detenidas, entre ellos seis menores, que fueron remitidos al Consejo Tutelar.

``Será que todavía podemos valer belga'', razonaban algunos de los presentes, y jugaban con la palabrita de doble sentido, que ayer estuvo en boca de muchos con frases como: ``somos una belga'' o ``para belgas los mexicanos''.

Redundancia sobre sus intenciones, pues un grupo de jóvenes manosearon a dos mujeres y las embadurnaron de espuma. A pesar de que la policía y los jefes del operativo presenciaban la escena, no hicieron nada. En la euforia los chavos gritaban ``otras viejas-otras viejas'' y ``que se encueren-que se encueren''.

Fue hasta que los agresores echaron espuma a los granaderos y mandos de la Secretaría de Seguridad Pública que éstos dieron la orden de hacer detenciones y tras una zacapela, que incluyó aventar como proyectiles los envases de metal vacíos, que el ambiente quedó bajo control. Después, los 60 inspectores de vía pública tuvieron como tarea decomisar la ``peligrosa mercancía'' de los vendedores ambulantes.

Familias y jóvenes se agruparon en las tarimas en que había grupos con música tropical. Por momentos, el personal de vía pública hacía mayoría al igual que los cientos de policías. Finalmente el gasto del dispositivo musical, cercano a los 40 mil pesos sirvió, pero la mayor atracción fue la espumeada de todos contra todos, ni siquiera las porras o los gritos a México, que fueron escasos.

La fiesta no fue igual que la semana pasada, pero igual se extendió por otros rumbos de la ciudad, como en Tacubaya, donde un grupo de chavos graffiteros hizo suyas las paredes de los puentes de avenida Jalisco para dejar constancia de que ``¡sí se puede-sí se puede!''