Jackie Brown, de Quentin Tarantino, tiene algo en común con Carne trémula, de Pedro Almodóvar. Ambas cintas señalan un viraje significativo en el estilo de sus directores, y por esa razón ambas decepcionan a un buen número de sus fans. Una y otra son, sin embargo, películas redondas, de factura impecable, que optan por desarrollar una trama original y personajes vigorosos, en lugar de recurrir, una vez más, a los artificios ya probados, al ritmo trepidante o al delirio que se agota en la reiteración. La moda pierde así algunos clichés culturales, pero el cine sale ganando.
En Jackie Brown, Tarantino acude por primera vez, como director, a un texto literario, la novela Rum punch, de Emlore Leonard, y decide transformar a su protagonista central, la sobrecargo Jacie Burke, joven anglosajona involucrada en un asunto de tráfico de armas y de droga, en una estupenda mujer negra, Jackie Brown, interpretada por Pam Grier, estrella del cine comercial negro de los setenta (Coffy, Foxy Brown, de Jack Hill), el cine que explota el sexo y la violencia para el público de la comunidad negra, el llamado cine de la blaxplotation. Un producto clásico de ese cine fue Shaft (1971), de Gordon Parks, con Richard Roundtree en el papel estelar, y con un tema musical de Isaac Hayes.
Cine de serie B, literatura trash, actores poco reconocidos, mitologías populares casi abandonadas. Quentin Tarantino reúne un reparto notable, Rober de Niro, Michael Keaton, Samuel L. Jackson y Bridget Fonda, pero ofrece los papeles centrales, los personajes más entrañables, a un actor casi olvidado, Robert Foster, y a una actriz negra de cuarenta y ocho años. Desde la secuencia de los créditos, en la que aparece de perfil Jackie Borwn desplazándose majestuosa por el tapete mecánico del aeropuerto, es claro que Tarantino privilegiará la construcción de los personajes muy por encima de las convenciones y exigencias del cine de acción. La larga secuencia, al principio de la cinta, que describe el encuentro del traficante negro Ordell Robbie (Samuel l. Jackson) y su colega Louis Gara (Robert de Niro), señala también el deseo del director de explorar a fondo el comportamiento de sus personajes, el silencio obstinado de Louis, la fanfarronería verbal de Ordell, sus desplantes misóginos, la rebeldía sorda de Melanie (Bridget Fonda), la típica rubia tonta, amante del bendido negro.
El ritmo de la cinta es lento; el estilo, tranquilo, al parecer deseoso de abandonarse a la melancolía de la música soul, a la remembranza de los sitios frecuentados por el director en su adolescencia, los barrios aledaños al South Central de Los Angeles (en lugar de Florida, donde transcurre la acción de la novela). Tarantino decide alejarse completamente del estilo de sus cintas anteriores, de Perros de reserva y Tiempos violentos (Pulp fiction), y de las referencias al cine de John Woo o al de Roger Avary (Killing Zoe). Elige incluso trabajar un tipo diferente de colores, menos contrastados y vistosos, y un formato ``menos panorámico''. Del cine hiperviolento decide pasar, así, a un cine casi intimista. Jackie y el extraordinario personaje Max Cherry hablan sobre la soledad y el envejecimiento, y construyen una amistad muy intensa de espaldas a la historia violenta de estafas y transacciones criminales en la que ambos están involucrados. El centro de la cinta es justamente esa relación, y no la rocambolesca trama entre policías, traficantes e intermediarios, que Tarantino presenta en diferentes planos, jugando con la propuesta de una misma secuencia -la del intercambio de bolsas llenas de dinero- y tres puntos de vista distintos.
A las escenas de violencia explícita en sus cintas anteriores, Tarantino opone aquí formidables elipsis narrativas. El ajusticiamiento de un bandido, de quien Ordell sospecha la traición inminente, se filma como un ritual, de manera metódica y tranquila, con el joven escondido en la cajuela de un auto, incapaz de imaginar la fatalidad próxima. Luego, la cámara abandona la escena, gana las alturas en un movimiento de grúa, y registra a lo lejos una explosión en el firmamento nocturno. Un momento inesperado en el cine de Tarantino, una noble apuesta estilística.
Película de personajes, de combinaciones binarias, en la que cada relación amistosa, pasional, de odio soterrado o desconfianza puede desprenderse de la trama central y tener vida propia: Louis, Melanie y el coito animal, presagio de un desenlace violento; Ordell, Luis, y la amistad interracial con códigos de lealtad inviolables que insinúan también una salida fatal, Ordell, Jackie y los juegos de poder y astucia, que son variantes de una lucha de dominio sexual; Max Cherry, Jackie Brown, y la intensidad afectiva cómplice. El desarrollo de este mosaico de relaciones, la brillantez de los diálogos y, sobre todo, la calidad de las actuaciones, hacen que esta cinta, tan alejada de lo que el espectador ha aprendido a esperar de Tarantino, sea una muy buena sorpresa -una obra de madurez, después de los fuegos de artificio todavía memorables.