Guillermo Almeyra
Nación, autonomía, independencia, federación

En la época en que la mundialización redimensiona las independencias de los estados, creando macrorregiones que no son superestados pero que actúan en parte como tales (ver el caso de la Unión Europea), se plantea la diferencia de ritmos entre la construcción de interrelaciones económicas, la construcción de nuevas reglas del juego políticas y estatales y de instituciones adecuadas a la mundialización y, por último, la construcción de un nuevo tipo de ciudadanía, ya no dependiente de los límites de los estados ``nacionales'' sino ligada a la democracia, que se ejerce directamente a nivel local territorial. Son cosas de la globalización.

Eso replantea también los problemas históricos y legales. Kosovo, por ejemplo, siempre fue serbio. Tito y sus continuadores reconocieron y afirmaron la autonomía regional en lo jurídico, lo lingüístico, lo económico, lo educacional y, además, dieron a Kosovo más apoyo material que a las regiones de Serbia propiamente serbias o a otras repúblicas. El problema de Kosovo estalló cuando, junto con la mundialización, se hundió la vieja Yugoslavia bajo la acción combinada de los intereses de las grandes potencias y del Vaticano, y los monstruos del nacionalismo y del fundamentalismo religioso destrozaron el país. En la guerra en Bosnia, Sali Berisha y su clan se hicieron ricos con el contrabando de armas y de droga (que traían de Turquía, deseosa de poner de nuevo los pies en la región y madrina del grupo de Izbegovich en Bosnia). Expulsado Berisha del poder político por los socialistas albaneses, éstos, dependientes por completo de la mafia italiana calabresa y de las Pullas y de la diplomacia italiana que reconstruyó el viejo protectorado en la Tierra de las Aguilas, mantuvieron la misma política chovinista y granalbanesa de su predecesor. Mientras tanto, el ex estalinista y siempre nacionalista Slobodan Milosevic no encontraba nada mejor, para apoyarse en los nacionalistas granserbios, que quitarle la autonomía a un Kosovo mayoritariamente poblado por albaneses, muchos de los cuales sensibles --a pesar de sus diferencias de nivel de vida y hasta de dialecto con los de Albania-- al reclamo de la Gran Albania (ésta, más Kosovo, más los albaneses de Macedonia y los de Grecia). Con el apoyo material y militar de Albania y de la mafia italiana, y con el dinero de Turquía y del narcotráfico, creció entre los albaneses de Kosovo el grupo partidario de la lucha armada, a expensas del partidario de negociar con Belgrado y de buscar así una futura independencia en el marco de una alianza de hecho con Serbia y Montenegro. El resto lo hizo la presión de Estados Unidos (que apoya a Turquía como potencia regional frente a las posiciones contra la OTAN de Serbia y a las resistencias de Grecia y de Chipre a la OTAN, y que quiere además obstaculizar la construcción de una unión política de Europa y, por lo tanto, controlar los Balcanes).

Ahora se está al borde de una guerra entre Serbia y Albania, con o sin Macedonia, y de una posible guerra balcánica. Para evitarla ya no basta la concesión de una plena autonomía a los albaneses de Kosovo, y lo que está planteado es el problema de cuál tipo de independencia resulta factible. Para evitar que esa independencia se logre con las armas, en un proceso que haría peligrar a todos los Balcanes y la existencia misma de Serbia, no queda otro camino (si a estas alturas todavía resultase factible) que negociar la independencia con Rugova y los kosovenses negociadores, pero en el marco de una federación con Serbia y Montenegro, como una nueva república de la misma, y en la perspectiva de un pacto de desarrollo común, con vistas a una federación con los demás países balcánicos para negociar la participación de éstos en mejores condiciones en la construcción de una Europa unida, sin la hipoteca turca o estadunidense. Lo primero sería un referéndum entre los kosovenses para decidir si quieren la autonomía dentro de Serbia o una república propia y, si desean esto último, qué tipo de relaciones quieren tener con la República Yugoslava actual. Si no se les da a los habitantes de Kosovo el derecho a decidir sin presiones militares, los terroristas albaneses utilizarán el problema nacional o para hacer la Gran Albania, o para hundir a Serbia en una guerra que sometería más a Grecia y Rusia y abriría el camino a la transformación de Milosevic en el rehén del nacionalismo granserbio, lo que daría alimento por décadas al horror en la zona.