Jordi Soler
García Lorca en su huerta

La Huerta de San Vicente, en Granada, donde Federico García Lorca pasaba sus veranos sirvió hace unos días de escenario para un acto que no volverá a repetirse. Laura García Lorca, sobrina de Federico y directora de la Huerta, invitó a la cantante Patti Smith a que le hiciera un homenaje a su tío, a propósito de los hipotéticos cien años que tendría el poeta, sino lo hubieran asesinado. Cumplir un siglo vivo es un asunto importante aun cuando, como Federico, se lleven muchos años de muerto.

Patti Smith eligió la sombra de un árbol para responder preguntas en una rueda de prensa mínima. Dicen los que estuvieron ahí que con frecuencia había que repetir lo que se decía, porque la cantante se distraía con el canto de los pájaros y no alcanzaba a entender la pregunta que echaba a volar alguno de los reporteros. Smith, la poeta neoyorquina, improvisó, con las manos en el piano y la voz dirigida a los pájaros, una obra en torno del Poeta en Nueva York, de García Lorca. El acto no volverá a repetirse.

Albert Camus tenía la idea de escribir la historia de un músico entregado a su oficio. Para empezar, trazó esta línea argumental: ``Un teniente, pianista que vive para su arte. Fabrica un piano mudo con tablas de cajones. Toca de seis a ocho horas por día. No pierde una nota. En algunos pasajes se le ilumina la cara''. Al final de esta línea que forma parte de sus carnets, Camus hace redonda la idea con su clásico toque personal: ``Es lo que haremos todos, llegado el límite''.

Mientras Patti Smith tocaba su homenaje a García Lorca, la escritora Almudena Grandes, a muchos kilómetros de Granada, conversaba con Andoni Zubizarreta, el portero de la selección española de futbol. Entre todas las cosas que se dijeron, el guardameta apuntó esta curiosidad: ``Cuando viajas, en los hoteles, compartes la habitación con un compañero. Y el nexo de unión con tu hogar es el libro. Tú has leído el libro en tu casa, te lo llevas, sigues leyéndolo, eso te permite refugiarte en algo que es tuyo''.

Para Zubizarreta los libros son también ventanas sentimentales hacia su casa. Lo que no le dijo ni a Almudena Grandes ni a nadie, es que antes de salir de viaje queda de acuerdo con su esposa, que lo esperará en casa cuidando a los hijos, en la lectura que tendrán durante los días que van a estar separados. Así, tal día, a tal hora y en tales páginas, pueden hacerse una visita nocturna.

En esa conferencia de prensa medio robada por los pájaros, Patti Smith dijo que Poeta en Nueva York puede funcionar de guía para orientarse en las ciudades, que está lleno de ``imágenes que uno puede encontrarse cuando pasea solo de noche''. Y terminó diciendo: ``es la verdad de una ciudad''.

Antes de empezar el concierto, que sería con piano y en algunas partes con la guitarra histórica que usaba Federico, la cantante anunció que ese esfuerzo de improvisación estaría dedicado a ese gran fan de García Lorca que era Allen Ginsberg, otro poeta que seguirá vivo, aunque cumpla muchos años de muerto.

Zubizarreta y Patti Smith utilizan los libros de manera oblicua; el primero los usa para hablar con su esposa y Smith le otorga calidad de brújula aunque al final los dos terminan haciendo lo que hacemos todos con los libros: uno se asoma por ellos, la otra se orienta con ellos.

Para aliviar la tragedia de no haber visto a Patti cantándole a García Lorca en su huerta, van unas líneas mántricas de él mismo, listas para decirse una y otra vez, especialmente seleccionadas para orientarse de noche, en cualquier ciudad del mundo. Esta es del poema Paisaje de la multitud que vomita: ``Y la gente buscaba las farmacias donde el amargo trópico se fija''.

Y otra, que no falla, pertenece al Paisaje de la multitud que orina y debe murmurarse cuando se tenga esa sensación, tan propia de la noche, de que todo está perdido: ``Todo está roto por la noche, abierta de piernas sobre las terrazas''.

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