José Cueli
La piel del tambor

Con qué facilidad se lee La piel del tambor, libro de Arturo Pérez Reverte, el último escritor español de corte universal. Casi 600 páginas se deslizan sin sentirse en un suspenso digno de su gran talento. Periodista en los frentes de guerra, ha combinado sus narraciones en la acción bélica con la literatura. Como reportero ha sido testigo de los conflictos más importantes de las últimas décadas. Como escritor se ha ganado el privilegiado lugar que ocupa, gracias a obras como La falla de Flandes, El club de Dumas o Territorio comanche.

En La piel del tambor, de entrada el autor nos anticipa que ``clérigos, banqueros, piratas, duquesas y malandrines de esta novela son imaginarios, que aquí todo es ficticio, excepto el escenario. Nadie podría inventarse una ciudad como Sevilla''. Pérez Reverte maravillosamente la pinta en la balumba del espíritu, en el ansioso engendrar de continuo como soberana manera de introducirnos en el libro. Este vivo sentimiento por Sevilla llena toda la narración de una íntima y lejana melodía, apenas perceptible, que no se sabe dónde nace, pero presta a sus páginas un secreto hechizo en escondido encanto, cuya clave se ocultaa en los viejos muelles del río Guadalquivir.

La trama desarrollada en la tierra de Curro Romero --el mejor de los toreros-- nos informa de un pirata informático que se infiltra en el Vaticano, quien decide dedicar un personaje (sacerdote) para lavar la ropa sucia, enviándolo a Sevilla, a una iglesia barroca que mata para defenderse. Aparecen después tres pintorescos malvados que aspiran a mantener viva la copla española; una bella aristócrata andaluza o un banquero celoso y su secretario ludópata, y una anciana que bebe Coca-Cola.

La tarjeta postal de una mujer muerta en año atrás y el misterioso legado del capitán Xaloc, último corsario español desaparecido en Cuba, en 1898, son los ingredientes con los que Pérez Reverte nos mantiene al filo de la butaca, durante el tiempo de la lectura del libro.

El autor, mezclando diversos géneros superpuestos --misterio, policiaco, histórico, romántico, aventurero y folletinesco-- rompe la linealidad de la trama y nos envía a la sospecha que se esconde a la sombra de los viejos muelles del Guadalquivir, ``donde todavía hay en las noches de luna llena, sombras de mujer agitando pañuelos y barcazas tripuladas por fantasmas que siguen zarpando a las Antillas, con rumbo desconocido.

De este escribir sin discernir lo verdadero de lo ficticio, de este solitario meditar sobre el enigma de lo humano; la religión, el tiempo, la muerte y el misterio, nace La piel del tambor de original invención y amor a consejas y tradiciones, y una visión costumbrista que habla de crepúsculos a la orilla del Guadalquivir, en las que una mujer se desliza en sus aguas como onda misteriosa y jugando con los invisibles hilos de un rayo de oro se pierde cabalgando en los misterios del Vaticano y sus gentes.