A Guillermo Briseño
Cuento taxista: ``... un día Cuauhtémoc Cárdenas y el Papa viajaban en una lancha seguidos por fotógrafos y reporteros. El fuerte viento hizo volar el sombrero del pontífice haciendo que Cuauhtémoc cortesmente bajara al agua y caminando tranquilamente sobre ella sin hundirse, llegara hasta donde estaba el sombrero de la mitra papal; Cárdenas la tomó y regresó igualmente caminando sobre las olas. Los fotógrafos y los reporteros accionaban sin parar captando el hecho inusitado. Al día siguiente, las crónicas cabeceaban a ocho columnas: `¡Cuauhtémoc Cárdenas no sabe nadar!' ''.
En defensa de las versiones de los medios, se dirá que los gobernantes citan a la prensa para exponer lo bueno y la ``siembra de arbolitos'', sin tomar en cuenta que la esencia de la prensa es ``ser crítica'' y no irse con la finta de la escenografía oficialista. ¿Por qué los medios son en unos casos severos críticos y en otros los cronistas ``de la siembra del arbolito''? Hasta ahora, en la mayoría de los medios, el Presidente sigue preponderantemente en las ocho columnas, favorecido por las crónicas, protegido por un aparato que aceita y atiende a los periodistas de la fuente (hasta que deje la presidencia), mientras son implacables contra otro, particularmente con el gobierno del DF.
Históricamente, la estructura de fuentes asignadas, la presidencia en especial, las secretarías de Estado, y anteriormente el Departamento del Distrito Federal, tenían características de embajadas. El gran reto para un reportero --que por ahora no es premiado-- era mantener una actitud independiente frente a los secretos de su fuente a la cual terminaban administrando. Esto fomentó una relación perversa y procreó una cultura, que en el gobierno del Distrito Federal está en crisis, se ha roto. Esta crisis de la relación medios-gobierno ha permitido el surgimiento de una prensa crítica, distante del poder en el DF, y es sano; es, además, irreversible y no se limita a la ciudad de México.
Contrariamente, es pésima y retrógrada la disputa de los propietarios de los medios por la amistad del Presidente y los ritos que han inventado con motivo del Día de la Libertad de Prensa. A diferencia de años anteriores, la más reciente premiación tocó fondo, pues uno de los periodistas más corruptos, Miguel Reyes Razo, símbolo de todos los males de la relación entre el poder y los medios, fue miembro distinguido del jurado que asignó los premios, como una forma implícita de legitimar prácticas oprobiosas en la relación Estado-medios.
El rechazo de Julio Scherer dejó constancia de la decadencia del rito.
Otro miembro del jurado, que podría cuestionarse a diferente nivel, es Héctor Aguilar Camín. No es desconocido que pierde con mucha frecuencia la objetividad, pues prefiere colocarse en la disyuntiva de la cercanía al poder y la exclusividad de las fuentes a la sana distancia, que lo haría un poco creíble frente a otros cuando de manera implacable se yergue como crítico de los críticos del poder.
¿Qué aporta a la libertad de expresión que Aguilar Camín y José María Pérez Gay compartan juicios y jurado con un profesional del embute oficial como Reyes Razo? Sólo falta que el año próximo integre el jurado un drogadicto como Armando Ayala Anguiano, director de la revista Contenido, que ahora resalta sin vergüenza una campaña antidrogas.
Con respecto a Pérez Gay, director de Canal 22, hombre de la cultura y las letras del mayor respeto, su mejor aportación sería abrir este canal hacia una política informativa y de noticias a fin de que amplios sectores sociales e intelectuales pudieran expresarse haciendo contrapeso y competencia a otros medios electrónicos. Canal 22 debe dejar atrás el silencio y el vacío, género y crónica que al poder más le gusta.
Luego del mal sabor que dejó el alarde oficialista de erguirse nuevamente como el facultativo del reconocimiento de periodistas, se replantean muchas cosas que deben ventilarse en torno a los medios y su relación con el poder en México.
Es claro que la televisión va atrás de los acontecimientos con excesivo gradualismo, pues descubrió la libertad de expresión con el gobierno electo en el Distrito Federal al cual critica a navaja libre. Abrir la televisión y la radio, más allá de la visión pueblerina, conservadora y derechista de sus propietarios, es transformar radicalmente la estructura de los medios y acabar con las premiaciones que, en vez de simbolizar un clima de respeto y libertad, son un signo evidente de decadencia.