ASTILLERO Ť Julio Hernández López
Una nueva crisis económica llama a la puerta, y con ella asoman temibles perspectivas. Con la baja el precio del petróleo y el peso tambaleándose, se piensa ya en un tercer recorte al presupuesto federal.
Tal recorte golpearía en la zona medianamente preservada en los dos anteriores zarpazos, que es la del gasto social. Sumidos de por sí en una economía productora de pobreza y miseria colectivas a cambio de una élite supermillonaria, los mexicanos veríamos así canceladas las posibilidades ya no de mejoramiento, sino siquiera de mantenimiento de los críticos niveles actuales.
Ese tercer recorte provocaría, además, una agudización del encono social. Los niveles delictivos, que han crecido a la par de los problemas económicos, se dispararían de manera peligrosísima. Sin creación de empleos, con despidos provocados por quiebras o ahorros empresariales, habría una nueva oleada de mexicanos lanzados no al mercado informal, sino al asalto y al robo directos.
Pero una crisis como la que se viene anunciando no produciría sólo violencia individual y despolitizada, sino que podría incentivar la convicción de otros ciudadanos que creyesen encontrar razones suficientes para, mediante el uso de las armas, enfrentarse al sistema y buscar su modificación. Todo ello pondría en serio riesgo, desde luego, a los cuidados pasos que ha dado el proceso mexicano de transición democrática.
De entrada, el saldo de la política económica aplicada durante los sexenios de Miguel de la Madrid, de Carlos Salinas de Gortari, y lo que va del de Ernesto Zedillo, es ineludiblemente negativo. Por más vuelo que se da a las cifras maquilladas, a las presuntas tendencias macroeconómicas y a los discursos tecnócratas, lo cierto es que los mexicanos están cada vez más pobres, en su inmensa mayoría, mientras unos pocos, cómplices y socios del poder político, multiplican su fortuna a cual más.
Devastada la franja económica en cuyo control nuestros sabios tecnócratas presumían tener los mejores títulos, y a sabiendas de que en el manejo político apenas saben tomar el timón, hoy la preocupación pasa a lo social.
Cacería de brujas
Los encargados de investigar y reprimir indicios de rebeldía política han aprovechado la vinculación de Erika Zamora y Ricardo Zavala (quienes fueron detenida y asesinado, respectivamente, en el poblado guerrerense de El Charco) con la UNAM para desplegar sus sombrías artes sobre jóvenes estudiantes destacados en el activismo político.
Zamora (presuntamente Rosario en la nomenclatura del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente) estaba inscrita en el Colegio de Ciencias y Humanidades de Azcapotzalco, aunque las autoridades escolares aseguran que no iba a clases regularmente a clases, mientras que Zavala (presuntamente Daniel, también en el ERPI) habría estado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.
A partir de ambos casos, grupos estudiantiles vinculados con las luchas sociales han denunciado el fortalecimiento de acciones de vigilancia en las zonas universitarias, y que temen que se pudiesen producir detenciones y desapariciones.
Mercadeo electoral
El asunto de los vendedores ambulantes encabezados por el PRI es el inicio de una acometida organizada contra Cuauhtémoc Cárdenas, en el escenario de la sucesión presidencial del año 2000.
Con estas maniobras se busca desgastar la imagen de jefe de gobierno del Distrito Federal y restarle posibilidades de ser, por tercera ocasión, candidato presidencial. De entrada, la estrategia priísta ha tenido éxito, pues ha movilizado a grupos de presión, ha colocado al michoacano como centro de insultos y consignas adversas, y ha empujado en un tema en el que el gobierno capitalino no tiene salidas ni respuestas fáciles.
La determinación de abrir fuego político se fundó en la convicción que se tiene en altas esferas del priísmo de que la gestión de Cárdenas pasa por un muy mal momento. Según ese punto de vista, el gobierno capitalino ha demostrado plenamente ante los ojos de los ciudadanos una tremenda incapacidad, no sólo para resolver los casi invencibles problemas urbanos, sino siquiera para actuar con la imaginación, el orden y el entusiasmo que se habrían esperado de un grupo opositor llegado al poder.
Poniendo aparte la utilización que el PRI capitalino pretende dar a tales hechos, es cierto que el gobierno cardenista se mueve fatigosamente, en una línea de indefinición e ineficacia, como si sólo estuviese sobrellevando el paso del tiempo, en espera de posteriores coyunturas políticas como la presidencial del 2000.
Tal ``grisura'' pudiese provocar un gran decaimiento en el ánimo ciudadano que el 6 de julio del año pasado votó con esperanza por un cambio que hoy no ve realizado en los términos prometidos en campañas y discursos. El fracaso de la expectativa de cambio habría de traducirse en el futuro electoral inmediato en una disminución de la aureola mítica del perredismo y de su porcentaje electoral, y en un repunte de las opciones más aceptables para el actual régimen, como son el priísmo y el panismo.
Sin embargo, los priístas metidos al activismo callejero corren el riesgo de obtener un resultado totalmente adverso a sus propósitos. Habiendo mantenido hasta ahora una actitud relativamente respetuosa de la marcha institucional del gobierno capitalino, hoy el priísmo del Distrito Federal puede ser entendido por los ciudadanos como una causa determinante de las ineficiencias y los tropiezos del cardenismo.
Experiencias claras ha habido en ese sentido en diversas ciudades, donde la masa ciudadana ha encontrado una buena oportunidad de mantener fidelidad a opciones no priístas llegadas al poder a partir de clasificar como obstáculo determinante de malos resultados gubernamentales al activismo priísta metido a opositor.
Astillas: El nombramiento de Alfonso Caso como nuevo director de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro hace recordar el criticado entorno en el que se desempeñó como director del Metro, y en particular lo relativo a la asignación de contratos para la construcción de nuevos vagones. Un entorno parecido, de acusaciones y sospechas, vivió Caso Lombardo como secretario de Comunicaciones y Transportes en el gobierno salinista. Ahora, por decisión del secretario de energía, Luis Téllez, Alfonso Caso llega a una zona en la que abundarán las posibilidades de reproducir episodios polémicos. Por lo pronto, habrá que entender la llegada de Caso como un paso adelante para la privatización de ese servicio, con ventas, contratos, asignaciones y demás maniobras por las que habrán de colarse las mismas dudas, las mismas sospechas. Pero, en fin, es una decisión del titular de Energía... Por cierto, ¿habrá recordado el secretario Téllez las famosas declaraciones del embajador canadiense en México, Marc Perrone, respecto a la corrupción en los círculos oficiales de nuestro país? Forzado a salir de México luego de hablar con inusitada claridad a la revista Milenio, sería interesante conocer la opinión de ese observador extranjero respecto al nombramiento de Caso... Es ineludible volver al tema, sobre todo viendo la manera en la cual medios y voceros oficialistas van preparando el terreno para descalificar al EZLN en caso de que no respondiese a la visita y propuesta hechas por la Cocopa. El problema de Chiapas no es el silencio de los zapatistas, sino la vociferación de los poderosos y el lenguaje de las armas. El silencio es una forma de hablar y de definirse, aunque ahora el gobierno pretende arrinconar a los zapatistas para que ``den una respuesta'' y prepara la andanada propagandística para, en caso de que no haya respuesta a la Cocopa, ``demostrar a todos'' que la intransigencia está en las montañas del sureste y que el único camino que le dejan al gobierno es el de continuar adelante con su estrategia de guerra...
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