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La bioquímica del amor

Hace apenas unos 10 años se planteó el estudio del amor como un proceso bioquímico que se inicia en la corteza cerebral, pasa a las neuronas y de allí al sistema endocrino, dando lugar a respuestas fisiológicas intensas.

En la primera fase, el cerebro percibe a través de la nariz el mensaje de una sustancia llamada feromona, que es única en cada individuo. Acto seguido se da la atracción: cuando se hace contacto visual y se produce la feniletilamina (FEA) que inunda el cerebro. Este responde mediante la secreción de dopamina o norepinefrina, y comienza el trabajo de los neurotransmisores que dan lugar a los arrebatos sentimentales: en síntesis, se está enamorado.

En esta segunda fase neuroquímica que es el enamoramiento, llega la calma. El cerebro manda endorfinas y encefalinas que producen una sensación de tranquilidad muy parecida a la que da la morfina. En este lapso se secreta serotonina, que provoca inapetencia en los jóvenes y acelera el apetito en las mujeres. Empiezan a aparecer los péptidos o ``sustancias del abrazo'', y se siente la necesidad biológica de tocar a la persona de nuestros pensamientos. En esas circunstancias el cerebro, lleno de endorfinas, entorpece la acción de las personas. Se pasa de un ser pensante a otro que sólo le interesa el de sus inquietudes, iniciándose la adicción a las emociones amorosas.

En la última fase del proceso bioquímico del amor, la pasión, se está en la etapa neuroendocrina. Se dan cambios en la generación de melatonina, sustancia que regula los ciclos de luz y oscuridad en el organismo. Aumenta la producción de testosterona y disminuye la de serotonina, con respuestas físicas muy fuertes que culminan en el orgasmo.

La descripción del proceso bioquímico del amor fue realizada por la doctora Gilda Flores Rosales -profesora de la Facultad de Estudios Superiores de Cuautitlán-, quien advierte que dura sólo siete años, y para conservar una pareja es necesario buscar mecanismos socioculturales (costumbre, grata convivencia, intereses mutuos, etc.): luchar por que el proceso deje de ser sólo químico.