La Jornada 14 de junio de 1998

MAR DE HISTORIAS Ť Cristina Pacheco
Escrito con la mano izquierda

--Mamá, te lo suplico: no prendas la luz. Me mata el pinche dolor de cabeza... Perdón. Debí decir ``dolor de cabeza'' y ya. Es lo que estás pensando. Aunque no lo creas, te conozco. Sé lo que te fastidia y lo que no. Tengo mis listas.

--¿Listas? -pregunta la Madre echando el cuerpo hacia adelante, pero sin abandonar el sillón próximo a la cama donde está sentada su Hija.

--Exacto.

La Hija levanta los brazos y los separa.

--En la que escribo con la mano izquierda registro ``lo que le desagrada a mamá'', en la que escribo con la derecha pongo ``lo que le gusta a mamá''.

--No me lo habías contado -dice la Madre enfatizando el tono de asombro.

--Hay un montón de cosas que no te he dicho.

La Hija hace círculos con la cabeza mientras se frota el cuello:

--Qué pinche, pero qué pinche dolor. Creo que voy a estallar, y tú también.

--¿Qué cosa? -pregunta la Madre sorprendida.

--Vas a estallar de pura desesperación.

La Hija se lleva las manos a la boca pero no logra ocultar su risa.

--Estás borracha.

La Madre no oye la negativa de su Hija.

--Ves por qué me fastidia que salgas con Tony. Es tu peor influencia.

--¡Tony!

La Hija comienza a jugar con su mechón de pelo teñido de azul:

--El encabeza la lista del lado izquierdo, allí donde registro ``las cosas que le desagradan a mamá''. ¿Ya te lo dije?

--Dos veces -subraya la Madre con impaciencia.

--¡Estás enojada!

La Hija comienza a morderse las uñas.

--No, claro que no.

--Mientes. En la lista que escribo con la mano izquierda, precisamente debajo del nombre de Tony, anoté otra cosa que te fastidia: perder el tiempo...

--¿De dónde sacas..?

--Oyendo las tonterías que dice tu hija, tu hijita.

El tono de la joven se va apagando hasta convertirse en murmullo:

--¿Cuándo es mi cumpleaños?

--En agosto, el 17 -contesta apresurada la Madre.

--Pues alégrate, porque esta vez no vendrá Tony a mi fiesta.

La Hija cruza los brazos sobre el pecho, cierra los ojos y otra vez gira la cabeza mientras canturrea:

--Tony no vendrá, no vendrá, no vendrá. Lo anotaré en la lista que escribo con la mano derecha, allí donde están ``las cosas que le gustan a mamá...''

--Otra vez estás diciendo tonterías.

--Mamá, te juro que hablo en serio -la Hija intenta mirar las palmas de sus manos. ¿Cómo será un cumpleaños sin Tony? No tengo la más puta idea. ¡Ups!, perdón. Ya te hice enojar y ahora te irás y me dejarás so-la.

--Nena, por Dios...

La Madre se lleva la mano a la frente.

--No me iré, sólo quiero que te calmes y me digas...

--Que Tony no vendrá a mi cumpleaños. Es lo único que te importa: que no quedemos mal con tus invitados.

--¡Ya está bien! Déjate de indirectas.

Aferrada a los brazos del sillón, la Madre se estremece: --Di lo que tengas que decirme y ya.

--Eso dijo Tony: ``y ya''.

La Hija se pone el índice en la sien izquierda.

--Luego ¡pum! Y se fue de lado, como otras veces, cuando se quedaba dormido. Sólo que esta vez ya no despertará porque está... ¿Lo digo y no te enojas? Muer-to.

--No juegues con eso... -ordena la Madre al tiempo que desvía la mirada.

--Fue exactamente lo que le recomendé a Tony cuando sacó la pistola.

Sonriendo, la Hija se vuelve hacia su Madre:

--Tú y yo nos parecemos. Eso también lo tengo apuntado en la lista que escribo con mi mano izquierda: ``a mamá le disgusta que seamos como dos gotas de agua, nada más que yo soy su versión fea, mala, sucia, y por eso me odia''.

--Si vas a seguir con tus tonterías...

La Madre intenta levantarse cuando escucha un gemido:

--Mamá: la lista que escribo con mi mano izquierda es enorme y eso me da mucha tristeza. Tony lo comprendía muy bien. Ahora ¿quién me entenderá? Nadie. Na-die. Pensarlo me duele mucho más que imaginar cómo será mi cumpleaños sin él. No tenemos que hacer fiesta, ¿o sí?

--¿Por qué piensas en eso ahora? Faltan meses... -dice la Madre sonriendo por vez primera.

--¿Crees que para entonces quede algo de Tony?

La Hija no espera la respuesta:

--Es lo de menos. De todas formas pienso visitarlo en el panteón. Me acostaré sobre su tumba para que oiga cuando le cuente que la lista que escribo con mi mano izquierda sigue creciendo, creciendo.

--Voy a llamar a tu papá -dice la Madre. Antes de que pueda ponerse de pie, su Hija se arroja sobre ella y la inmoviliza.

--¿Te he contado alguna vez que Tony fue el primero en escribir las listas? Una con la mano izquierda, otra con la derecha

Sin desprenderse de los brazos del sillón, la Hija echa el cuerpo hacia atrás:

--Pobrecita: te estoy asustando.

--No me asustas, sólo me preocupas cuando te pones así...

La Madre apenas puede disimular un gesto de alivio cuando su Hija se aparta del sillón.

--¿Por qué no descansas un rato?

--Tony, ¿oíste eso?

La Hija retrocede hasta la mitad de la habitación y con los brazos y la cara levantados grita:

--¡Ella también quiere que descanse! Es lo que tu Madre te decía cuando regresabas tarde y pasadísimo, ¿te acuerdas? Ahora, ¿a quién se lo dirá? No me importa. Lo único bueno es que ya no podrá decírtelo a ti. Cuando se dé cuenta, tu mami se llevará una buena sorpresa.

--Por última vez dime: ¿de qué estás hablando?

La Madre, quien al fin logra ponerse de pie y recuperar su autoridad, grita:

--¡Contéstame!

--De Tony. Al fin lo hizo.

Mientras retrocede, la Hija vuelve a apoyar el índice izquierdo contra su sien:

--¡Pum! Eso fue todo. Se dobló, se fue de lado, como si estuviera dormido. ¡Pinche Tony! Y ahora, ¿yo qué? ¿A quién voy a leerle la lista que escribo con mi mano izquierda? Ya es enorme. Irá creciendo mientras viva, porque a ti todo lo que hago, absolutamente todo lo que hago, te jode... Perdón. Otro rengloncito para mi lista. Dios mío, ¿cuándo terminaré de escribirla?

--Cálmate y no digas más tonterías.

La Madre abraza a su Hija y suavemente la conduce hasta la cama.

--¿Por qué no duermes un poco?

--Después.

La Hija se vuelve hacia la mesa donde está el teléfono:

--Primero tengo que llamar a la mamá de Tony y decirle que no lo espere a dormir. Será bueno informárselo antes de que la preocupación le marque otra maldita arruga en los cachetes. Lástima que Tony ya no esté para registrar esa buena acción en la lista que escribía con su mano derecha. Era pequeñísima. Estaba formada por tres renglones o tal vez más. No lo recuerdo, no puedo...

--Porque tomaste. Mañana, cuando despiertes, me lo explicarás todo. Ahora prométeme que te quedarás tranquilita y dormirás.

La Madre ayuda a su Hija a reclinarse sobre la almohada. Luego, con movimientos delicados, le sube los pies a la cama.

--Como cuando era niña... -murmura la Hija sonriendo en la oscuridad. Fingiré que duermo para que te vayas tranquila. Así lo hacía en la época en que aún no comenzaba a escribir mis listas. La idea de que yo también lo hiciera fue de Tony. ¿Qué voy a hacer sin él?

--No te preocupes: mañana o pasado reaparecerá.

--No, no, no.

La Hija se incorpora.

--¿Qué no entiendes? El no volverá. Sacó la pistola y se la puso en la cabeza. ¡Pum! ¿Sabes para qué?, para no regresar a su casa, para no oír lo que su mami le decía siempre: ``Tony, vienes muy mal. No, no hables ahorita. Mejor vete a la cama. Descansa, no te preocupes, yo pago el taxi''. Durante años eso fue todo. ¿Comprendes cómo se sentía el pobre Tony? Solo, solísimo.

--Sí, sí, claro que lo comprendo. Mañana hablamos. Es tarde. Ahora, duérmete.

La Madre se dirige a la puerta y desde allí pregunta:

--Por cierto, el taxista que te trajo me cobró 90 pesos. Se me hizo muchísimo. ¿Dónde abordaste el coche?

--No sé, no lo recuerdo.

La Hija introduce la mano en el bolsillo donde guarda el revólver de Tony, se lo lleva a la sien y antes de accionarlo dice:

--Mamá: yo tampoco asistiré a mi cumpleaños.