Ana María Aragonés
El drama del empleo

De los múltiples dramas que agobian al país (la banca privada, el narcotráfico, la pobreza y la mala distribución del ingreso, la corrupción, la falta de democracia, etc.), el del empleo es uno de los mayores. La economía mexicana no es capaz de absorber productivamente a la población que día con día se incorpora a la fuerza de trabajo.

Se dice que la ocupación, en el año pasado, creció en unos 700 mil nuevos empleos, la mayor cifra de los últimos 15 años. No obstante, el dato no da para aplausos, ya que para que la desocupación no se incremente, es decir, simplemente para que no se agrave más el problema, no para empezar a resolverlo, el país debería crear alrededor de un millón 200 mil nuevos empleos por año. O sea, el año pasado siguió agravándose el problema del empleo.

Durante el periodo neoliberal (de 1982 a la fecha) el empleo ha venido creciendo en el orden de 430 mil ocupaciones por año. Si la cifra se compara con el millón 200 mil empleos que exige la no agravación del problema, se puede ver lo terrible de la situación. Entre tanto, la estadística oficial, con singular cinismo, habla de una situación de casi pleno empleo. El profesor Boltvinick, con su habitual agudeza, ha criticado los métodos oficiales de medición y señala que la tasa de desocupación efectiva debe, en la actualidad, girar en torno a 25 por ciento.

El problema va más allá. Una investigación de los académicos Dardón y Valdivieso (UACH) y Valenzuela (UAM) señala antecedentes adicionales que vale la pena retomar. Los autores introducen la distinción clásica entre ocupaciones productivas e improductivas. Entre 1981 y 1995 la ocupación total habría crecido 27 por ciento, cifra más que irrisoria. Más grave aún: en el mismo periodo la ocupación productiva se elevó apenas 15 por ciento y la ocupación improductiva 42 por ciento. Del incremento total de la ocupación en el periodo neoliberal (1982-1995) menos de un tercio tuvo lugar en los sectores productivos. Más de dos tercios en los improductivos.

La evolución de los salarios también llama la atención. En 1981, 46 por ciento de los salarios totales se devengaban en el sector productivo; en 1995 sólo 37 por ciento. En el periodo mencionado, el salario nominal de los productivos se multiplicó por 172 y el de los improductivos por 207. En 1981 el diferencial era de 140 a 100 y en 1995 fue de 151 a 100. En resumen, en un contexto de muy lento crecimiento ocupacional, el grueso del empleo adicional se localiza en ramas improductivas. Además, en estas ramas el salario es más elevado y el diferencial tiende a elevarse.

La evidencia estadística es muy preocupante. Junto con un crecimiento económico muy débil que ha provocado el descenso del producto por habitante en estos años de neoliberalismo (a nivel mundial casi nunca se ve que en quince años el producto por habitante descienda en casi 15 por ciento, ¡éste sí es un récord mundial del neoliberalismo mexicano!) se tiene también una propensión al parasitismo tanto o más alarmante.

Por todo lo planteado anteriormente, ¿qué pensar de gobernantes que insisten con tono dictatorial en mantener y hasta profundizar una política económica tan nefasta?