La Jornada 13 de junio de 1998

Sista Monica: una voz cañón como de zumo de zapote negro

Pablo Espinosa Ť Buen blues esta noche. Una voz cañón. El alma. Una mole humana, ingrávida, etérea, preñada de la gracilidad de la belleza y convertida en blues. Sista Monica. Una verdadera maravilla.

Dueña y señora de la noche, Sista Monica dirige a su banda de blues, que es toda una orquesta y que suena tan requetebién que hace parecer güeseros a los que la antecedieron en escena.

Esto es, que Sista Monica pone sobre las tablas a James Brown con un funky tan prendido que nadie se queda ya sentado frente a esta explosión de sonidos negros, brillantes y oscurísimos.

Suena un blues de muy elevada calidad: teclados como relámpagos, un largo, inspiradísimo solo de guitarra y por encima de la bruma azul chisporrotea, cual tormenta eléctrica, la voz cañón, la voz tronido, la voz estruendo de palomas oscuras iniciando el vuelo.

Suena la voz contemporánea de Sista Monica ecléctica y sonora, guiñando el ojo a Etta James, a Koko Taylor, convocando con su cuerpo de luchadora de zumo, con su voz como jugo de fruta oscura, su voz de zumo de zapote negro.

El segundo de los tres conciertos del noveno Festival Internacional de Blues se inició con voces que se mueven con andar de río. A la intervención de las Gospel Supremes siguió el largo aliento funky de Maurice John Vaughn y su Chicago Blues Band.

Al filo de las 9 y media de la noche la ignición estaba puesta ya con el funky-blus de Maurice a base de covers y algunos materiales propios.

Antes, las Gospel Supremes, trío vocal aposentado en la tradición del canto de iglesia trasladado al escenario, enarboló la oscuridad del teatro Metropólitan con luces de bengala azules, convertidas en emisión canora.

Las voces de estas supremas gospelianas en ascenso serpentino, como peces eléctricos, anguilas alumbrando el espacio submarino. Cantilación y encanto, bálsamo y encantamiento: el Gospel.

Su sencillez de estructura la eleva a lo sublime: estrofas breves, frases simples, una sola estrofa repetida en honor a Yisas, loas a Lord y esa misma, repetida frase se eleva y se eleva y cuando llega a lo más alto se quiebra como luces de bengala que se desparrama en cascada cuyo estrépito sacude el alma, la hace vaporosa.

Potencia, ternura y trenzamientos de tres voces en puntos de fuga, en contrapunto, en canto contra canto, punto contra punto. Tres voces hamaca, voces caricia, voces apapacho.

Al gospel exquisito de las Supremes, siguió el funky enhiesto de Maurice John Vaughn, quien con su grupo en realidad ya tenía una hora sobre el escenario, pues es al mismo tiempo el grupo que acompaña a las Gospel. Economía de medios.

Habilitados ya como banda de blues, estos músicos provenientes de Chicago iniciaron con dos piezas clásicas y a punta de covers lograron lo esperado: encender la noche, lo cual ocurrió en cuanto sonó el primer riff, en medio de un clásico de clásicos: The sky is cryng y es que suena ese riff y el alma estalla, se desgaja en mil gajitos de ojos entrecerrados, piel chinita. I've got the blues, meeen. Luego de tres covers, el último de los cuales fue una de las piezas emblemáticas de maese Jimmy Reed, Maurice campechaneó su intervención con materiales propios, el primero de los cuales , I wanna be your spy, iluminó funky el firmamento.

Estaba todavía por venir lo mejor: El blues, el soul, el funky las ideas personalísimas de Sista Monica.

En cuanto llegó se iluminó ahora sí de manera definitiva todo. La hoguera seguirá encendida hasta la noche de este sábado cuando repita Sista Monica esta misma hazaña.