En un libro publicado en 1997, La violence qui vient, Eric de La Maisonneuve describió con detalle la preocupación mundial por la proliferación de las armas nucleares. Y en él, hace solamente un año, el general La Maisonneuve afirmó que la ``proliferación nuclear'' -expresión de estrategia militar- era cada día más inquietante por la arrogancia de ciertas potencias nucleares ``no declaradas'' -citó a Israel, India y Pakistán- que utilizan el ``probable dominio'' de armas nucleares como estrategia de disuasión en los conflictos regionales en los que están involucradas. Ahora, con las recientes pruebas nucleares de India y Pakistán, se han aclarado algunas dudas expresadas en el magnífico ensayo del ex director de la Fundación para los Estudios de la Defensa de Francia. Hoy sabemos que tanto la India como Pakistán son potencias nucleares ``declaradas'', que dominan la energía atómica y que su política sobre el uso de estas armas de destrucción masiva ha pasado de la mera etapa de ``disuasión'' a la de provocación. Citando a Marie-Hélene Labbé, autora de La tentation nucléaire, el general La Maisonneuve concluye que el control de los países ``proliferadores'' se hará cada día más difícil, por la fascinación que ejerce la ``tentación nuclear'' sobre ciertos Estados que disponen de recursos petroleros ilimi- tados y que, por ese solo hecho, aspiran al poderío militar.
La realidad es que ni la India ni Pakistán son países con recursos económicos ilimitados. Por tanto, para ellos, el dominio de la energía nuclear y la decisión de realizar los ensayos obedecen a peligrosos motivos nacionalistas. (Algunos analistas sostienen que los ensayos nucleares de la India fueron una seria advertencia para China, por su actual cercanía política y comercial con Estados Unidos.) El caso de Pakistán, por otra parte, es francamente patético: el país sufre sanciones económicas impuestas por Estados Unidos desde 1990, y las nuevas sanciones anunciadas por el presidente Bill Clinton le impedirán disponer de créditos sustanciales otorgados recientemente por el FMI y el Banco Mundial. Por ese motivo, en el mismo comunicado sobre las pruebas nucleares, el primer ministro, Nawaz Shariff, anunció un estado de emergencia -que incluye la suspensión de ciertas garantías individuales-, para reducir el riesgo de disturbios provocados por las sanciones económicas. Dentro de las medidas anunciadas por Shariff -¡menuda potencia nuclear!- los paquistaníes deberán prepararse a consumir una comida diaria y a vivir en albergues proporcionados por el gobierno. (En un típico alarde de machismo tercermundista, Shariff ofreció su propio palacio de gobierno como albergue popular.)
Las escenas que sucedieron a las pruebas nucleares en ambos países, CNN mediante, fueron francamente desalentadoras: hombres mal vestidos -verdaderos desharrapados- gritaban consignas, bailaban, saltaban de alegría y disparaban pistolas y metralletas con exuberante regocijo. Es posible que esas manifestaciones apocalípticas hayan inspirado a Clinton a sentenciar con índice de fuego: ``las potencias de hoy se miden en dólares o yens; no en megatones''. La frustración estadunidense no es para menos: por una parte, su liderazgo diplomático fue incapaz de detener las represalias nucleares de Pakistán y, por la otra, la proliferación nuclear en países inestables aumenta el riesgo del terrorismo atómico contra poblaciones o instalaciones militares de Estados Unidos. Además, las once pruebas ordenadas por Nueva Delhi e Islamabad en el subcontinente indio podrían incrementar la tentación de ensayos nucleares perpetrados por algunas potencias aún no declaradas: Irán, Irak desde luego, Israel.
Los insensatos que ordenaron las recientes pruebas nucleares -y los directores de Laguna Verde (ver La Jornada 31/5/98, p.1)- deberían leer The final warning de Robert Peter Gale, el cirujano que realizó cientos de transplantes de médula ósea después de Chernobyl: para él, ``existen dos visiones de la vida: una, que todos estamos en proceso de morir; la otra, que todos estamos vivos. Pero si la paz surgiera del actual dilema nuclear, entonces estaríamos en el amanecer de la época de oro de la humanidad''. Existe otra famosa advertencia histórica: la de Sir Winston Churchill, para quien la insensata humanidad podía avanzar hacia un futuro brillante y promisorio, con la misma facilidad que podía regresar a la edad de piedra.