Juan Arturo Brennan
1998: un foro equilibrado (Primera parte)

Muchos litros de tinta se escanciaron para ponderar las imaginarias virtudes de los muy aburridos conciertos de la Orquesta de Filadelfia en Bellas Artes; mucha saliva corrió para hacer el panegírico del show de Andrea Bocelli. Y como de costumbre, la realización del Foro Internacional de Música Nueva, en su vigésima versión, pasó casi inadvertida lo cual en esta ocasión resulta particularmente triste si se considera que su programación fue una de las más equilibradas de los últimos años. He aquí la primera de dos escuetas reseñas de algunos momentos interesantes del Foro 1998.

El concierto inaugural, realizado por La Camerata dirigida por Odaline de la Martínez, tuvo su punto culminante en el estreno mexicano del Ricercare II de Juan Trigos. En esta obra para pequeña orquesta e instrumentos cuasi-solistas, el compositor mexicano desata una ``latinidad'' sonora no anecdótica, complementada con un complejo desarrollo de su material básico y la creación de sólidas texturas de variada densidad y muy buenos contrastes tímbricos. Una multitud inesperadamente numerosa llenó el auditorio Blas Galindo y recibió la obra de Trigos con reacciones usualmente reservadas para otro tipo de músicas y músicos. Enhorabuena. Satisfactoria también resultó la presentación de la Pieza No. 2 para pequeña orquesta, de Conlon Nancarrow, formada a base de estratos de arcaísmos sonoros muy bien tejidos entre sí, y con una muy bien resuelta preocupación (típica de Nancarrow) por la división rítmica minuciosa.

En este ámbito destacó un episodio en el que los dos pianos orquestales tejen una red microrrítmica de gran impacto sonoro. Del resto del programa son rescatables sendas obras del inglés Harrison Birtwistle y la cubana Tania León, mientras que otras piezas dejaron tras de sí sólo el experimento con la atomización extrema de los materiales y la discontinuidad inconexa del discurso.

La tercera sesión del foro abrió con dos obras para guitarra cabalmente distintas. Luz azul, del español César Camarero, basada en muchos efectos sonoros, en el ``ruidismo'' por sí mismo, pasó sin pena ni gloria. En cambio, la pieza Alborada, del italiano Luca Francesconi, fue una buena muestra de la sabia combinación de estructura, colores y técnicas de producción sonora, logrando con ello una poética intensa y muy especial, bien trabajada por el guitarrista Pablo Gómez.

Otro italiano, Giovanni Cima, contribuyó con una sólida obra para cuarteto de cuerdas, Serenata de sombras, pieza de gran expresividad, contrastes manejados de manera muy orgánica y una vertiente apasionada explícita sobre todo en la alternancia de intensidades expresivas. A su vez, el chipriota Faidros Kavallaris ofreció su pieza Enallax-Parallel, que si bien en la parte tímbrica resulta quizá demasiado mixta, tiene como su virtud más notable un fascinante manejo del tiempo, los tiempos, la temporalidad musical y su consecuente gestualidad. Fue en este mismo programa que se presentó la obra más atroz de este y muchos otros foros: un muy fallido trío de metales titulado Perla tapatía, de Fernando Cataño, obra incoherente como pocas, carente por completo de propuestas rítmicas, tímbricas, formales o expresivas, y acompañada en el programa de mano por un texto igualmente absurdo. Si hago hincapié en este profundo abismo del XX Foro es precisamente para hacer resaltar el tropiezo mayúsculo que esta Perla tapatía representó al interior de una programación básicamente satisfactoria.

En el quinto programa brilló particularmente la obra In the woods, de Toru Takemitsu, de la que el guitarrista Juan Carlos Laguna extrajo con destreza la riqueza poética y contemplativa propuesta por el maestro japonés con base en campos armónicos sutilmente tonales y, al mismo tiempo, acústicamente nuevos. Muy atractiva resultó también la Procesión fúnebre del danés Bert Sorensen, para conjunto de cámara, en la que el estatismo como modus operandi produce una distensión espacio-temporal casi hipnótica, reforzada con un gran manejo de las texturas instrumentales. Como complemento, el grupo Onix, bajo la dirección de José Areán, realizó una versión muy bien preparada y muy clara del clásico Martillo sin dueño, de Pierre Boulez, compleja obra cien por ciento cerebral cuya parte vocal fue muy bien resuelta por la siempre excelente Adriana Díaz de León.