La Jornada 12 de junio de 1998

Los exculpados aseguran que nadie traía armas

Alonso Urrutia, enviado, Acapulco, Gro., 11 de junio Ť Rostros fatigados, agobiados por largas horas de tenso interrogatorio, de acusaciones directas de su militancia en el ERPI, 16 indígenas mixtecos van de retorno a sus comunidades. Nada se les pudo probar.

Reacios a hablar, luego de horas de permanecer detenidos, uno de ellos, sin dar su nombre, apenas esboza una versión de los hechos:

``La reunión empezó el sábado. Yo llegué como a las tres. Asegún dijeron que al día siguiente se haría la reunión. Nos quedamos a dormir y nos despertó un grito: que saliéramos con las manos en alto. Nadie traía armas'', asegura.

Su versión es parca, con poca hilación.

``Los del Ejército nos gritaron que saliéramos, pero nosotros no queríamos, porque teníamos miedo que nos mataran''.

De camiseta blanca y un muy desgastado pantalón de mezclilla, el indígena dice que estuvieron ahí dentro como hora y media. Ahí aguantaron ``hasta que nos dispararon''.

No da muchos detalles, sólo agrega que después ``salimos rendidos, les dijimos que estabamos rendidos y que había puros civiles''.

Como a las cinco de la mañana fue cuando los capturaron y los sometieron boca abajo en la cancha de basquetbol que está contigua a las aulas.

-¿Cuánto duró la balacera?

-No sé, no me acuerdo.

-¿Varias horas?

-No, como veinte minutos.

Miguel García es otro indígena mixteco que también da su versión. Coincide en que la metralla duró inicialmente como media hora y después se detuvo otro tanto. Luego ``nos volvieron a disparar''.

Miguel dice que en las aulas había niños, civiles desarmados, cerca de 40 personas, aunque no vio a ninguno del ERPI.

Ninguna de las dos versiones es clara sobre el origen de la reunión. Temerosos, son muy escuetos en sus dichos. Dedicados a la siembra de maíz y frijol, ambos señalan que fueron invitados por un vecino que, por cierto, no saben si acudió a la reunión.

``La mera verdad no sé como estuvo eso, a mí me invitó un amigo de la comunidad de El Potrero; me invitó pero no sé si vino acá, si está muerto o vive, porque si estuviera vivo estaría acá.

Ambos niegan haber visto si había civiles armados. De los que pudieron ver, nadie tenía armas.

Miguel afirma que era la primera vez que iba a esa reunión y que no sabe nada más de por qué sucedieron los hechos, por qué llegó el Ejército y si había eperristas.

Salieron de los separos de la comandancia de la PJE, acompañados de la defensora de derechos humanos, Hilda Navarrete, quien junto con otros tres señoras lo llevaron a la parada del camión urbano.

Así llegaron hasta una central donde estaban a la espera del camión donde irían a Ayutla. Allí los rodearon los reporteros.

Ellos, los 16 labriegos, tuvieron la oportunidad de salir. Navarrete les indicó que se subieran al camión. Atrás quedó esa parte de la historia que comenzó el domingo en El Charco.