Carlos Montemayor
La guerra y la Conai
Desde hace varios meses ya podíamos ver con claridad que el gobierno mexicano administraba la guerra en Chiapas, sin buscar la paz. La guerra se agudiza ahora porque su administración supone el eslabonamiento de distintas fases: hoy tienen lugar algunas de las más críticas porque de ellas dependerá la aniquilación del EZLN en un futuro inmediato. La cancelación de la Conai debe entenderse dentro de esos eslabones de la administración de la guerra.
No me refiero, por vez primera, a la disolución de la Conai y a la desaparición de Samuel Ruiz como mediador en el conflicto de Chiapas. Lo había hecho meses atrás en este diario y en otros lugares. La lógica de la guerra lo anticipaba. En la Presidencia de la República, la Secretaría de Gobernación y la Secretaría de la Defensa lo estarán celebrando. Pero el país debe entender lo que ocurre y prevenir lo que ocurrirá.
Antes del levantamiento zapatista del primero de enero de 1994, el obispo Samuel Ruiz fue considerado por gran parte del gabinete de Carlos Salinas como la explicación única y suficiente de los grupos subversivos que se detectaban en la región de las Cañadas. El argumento esencial provino de los antiguos cuadros de Línea Proletaria que, con Adolfo Orive a la cabeza, habían colaborado, primero, y luego discrepado con don Samuel Ruiz. Después del levantamiento zapatista, en medios políticos y militares se reconoció, en efecto, a Marcos como el subcomandante, pero al obispo como el comandante. Hoy creen haber cortado la cabeza del EZLN. Por eso celebran.
La Conai impedía actuar libremente al gobierno mexicano en sus tareas de socavamiento social entre las bases zapatistas en más de 30 municipios de Chiapas. Reprimir, matar, robar, saquear, humillar, perseguir, incendiar, destruir, son tareas gubernamentales en Chiapas que requieren de una privacidad absoluta, inviolable. La Conai estimulaba la afluencia de testigos internacionales y nacionales en la zonas de la guerra. Por eso debía desaparecer. El gobierno busca asegurar la privacidad en Chiapas para lo que viene.
La guerra avanza y faltan eslabones. Falta expulsar otras voces y testigos. Falta sofocar, principalmente, al amparo del silencio, una vez más a poblaciones indígenas que el gobierno, con los discursos y reformas, dice redimir y, con paramilitares, policías y Ejército, ha comenzado a aniquilar. Si el gobierno triunfa en esta guerra, México quedará peligrosamente advertido para la transición del año 2000. Esto también deben tomarlo en cuenta todos los grupos y partidos que hoy aplauden la disolución de la Conai.
Hace varios años escribí la novela Guerra en el paraíso con el propósito de mostrar, entre muchas otras cosas, que en la guerra contra campesinos el gobierno mexicano actúa de una manera y habla de otra. Ahora ocurre lo mismo. A la privacidad para la represión se le llama soberanía. Lamentables palabras de un gobierno arrodillado ante el Banco Mundial y Estados Unidos.