La Jornada 10 de junio de 1998

Sonaron en París siquitibum y ¡uleeros...! contra partidarios de rivales de México

Marlene Santos A., enviada, París, 9 de junio Ť El último Mundial del milenio comenzó. Mucho antes de que cayera la noche se adueñó de la Ciudad Luz la auténtica afición multiétnica, esa que fue capaz de acortar cualquier distancia, y que en un par de horas la convirtió, de aquí hasta el 12 de julio, en la capital mundial del futbol.

Fueron esas hordas de seguidores, vestidos con las playeras de sus equipos, quienes con sus gritos, porras, danzas y vestimentas dieron inicio al Mundial de Francia'98. Caminaron por grupos sobre la avenida de los Campos Elíseos para pasear con orgullo sus colores nacionales. Aprovecharon cualquier cámara de televisión para hacer una parada y mostrar su mejor repertorio de cánticos.

No faltó el grito de ``¡uuuuleros, uuuuleros!'' que un nutrido grupo de jóvenes, vestidos con la playera verde, lanzó cada vez que se topó con seguidores de los equipos que enfrentará México. El ``siquitibum a la bim bom ba, a la bio, a la bao...'' se escuchó fuerte en París, y las copas de los sombreros de El Pique, del Mundial de México'86, sobresalían a distancia. Ahí estuvo el ingenio para no sentirse tan chaparro frente a la estatura de muchos europeos.

Y si bien la presencia mayoritaria era de los fanáticos de Brasil y de los rubios escoceses vestidos con su clásica indumentaria, cuyos equipos se enfrentarán en el partido inaugural este sábado; cabe destacar que en principio los grupos de mexicanos fueron de los más escandalosos. Aunque escoceses y holandeses terminaron dando la nota roja con un pleito a golpes que puso a prueba el dispositivo de seguridad.

Como siempre, llamó la atención la samba brasileña, la cadencia desaforada de sus mujeres siguiendo el sensual ritmo de los tamborazos. La exigente ``Torcida'' está presente y sueña con el pentacampeonato. Y muchos más, brasileños y no brasileños, de todas razas y colores mostraron su preferencia al usar la playera amarilla con el número 9, o el nombre de Ronaldo.

A las 21:30 horas inició La Fete du Football, el evento que sí estaba programado. Cuatro gigantes de 20 metros, cada uno con sus respectivos séquitos, salió al encuentro de la ciudad, que con efectos de luz se transformó en un campo de juego. El Puente Nuevo, la Opera Garnier, el Arco del Triunfo y el Campo de Marte fueron los puntos de partida de los colosos, que tras un lento andar se encontraron en la Plaza de la Concordia.

La rareza de la indumentaria de los grupos de bailarines representó la estética contemporánea, extravagante, como lo es el resultado de los encuentros y fusiones de pueblos y culturas del mundo. Y qué mejor marco que las antiguas construcciones gemelas ubicadas al norte de la plaza, con arquitectura francesa en la planta baja, y el estilo romano en la su parte superior. El autor del bello espectáculo fue Jean Pascal Levy Trumet.

La cerveza, el vino, la pasión y la euforia hicieron efecto. Algunos escoceses iniciaron un par de riñas, mientras que otros se levantaban la falda para mostrar la ausencia de ropa interior. Era de risa y susto. La policía corrió en distintas direcciones al igual que algunos uniformados de la Cruz Roja. Las madres francesas que llevaban a sus bebés en carreola o niños tomados de la mano, rápidamente se concentraron en grupos y pidieron protección a los policías más próximos.

En París, la fiesta del Mundial de Futbol ya comenzó.