Me referiré sólo a filmes recientes que están en cartelera. De sobra sabemos que siempre los ha habido con trama sobre un artista ya sea como protagonista o como figura secundaria. En Artemisia, de Agnes Merlet, todos los personajes principales son pintores: Artemisia Gentileschi, su padre Orazio del mismo apellido y su amante, acusado de violación, Agostino Tassi. Así, me interesan más las incursiones que parecen ocasionales de una o varias obras pictóricas, escultóricas, etcétera, en la trama de una película, pues indican el valor que el director les concede.
Es el caso de la versión actual de Great Expectations, la novela de Dickens llevada a la pantalla anteriormente por David Lean, y por otros. Transportada al siglo XX con lujo de recursos, y Alfonso Cuarón como director, es en su totalidad pictoricista y hasta hay una ``paleta'' bien discernible tendente a poner énfasis en el color verde y en los tonos ácidos. Aquí lo notable desde el ángulo pictórico no es --en realidad-- el protagonista, primero pintor de domingo y luego, gracias a mecenazgo, inserto en la main stream artística neoyorquina. Lo atinado es la presentación y los créditos finales, con dibujos de Francesco Clemente admirablemente utilizados. No así la secuencia del vernissage en la galería, también con obras de Clemente, demasiado forzadas pero distinguibles como suyas aun y cuando él esté creando el posible estilo dibujístico de otro pintor.
Interesante y atractiva es la escena de Lección de tango, de la británica Sally Potter, cuando en el rol principal convoca a su partner tanto dancístico como amoroso a contemplar la manera como Delacroix concibió la escena bíblica de la lucha de Jacobo con el ángel en uno de los murales de la capilla lateral derecha de San Sulpicio de París. En agosto de 1856, Delacroix escribió en su diario: ``trabajo en la Iglesia con bastante fatiga, llevo la vida de un cenobita. Rehice el grupo entero de la lucha de Jacobo con el ángel, el bosquejo está bastante bien''.
Potter ``calca'' la postura de los dos personajes con tanta fortuna y tino que esos segundos presentes en la pantalla se han convertido en logotipo del filme, mismo que tiene más virtudes plásticas, entre otras, los ensueños filmados a color de la protagonista. Peter Greenaway, enamorado de las artes plásticas --y como se ha visto en el Museo Tamayo, dibujante, instalador y pintor neoconceptual-- ha utilizado varias veces la pintura como leit motiv. En su mejor película, El cocinero, el ladrón, su esposa y su amante, toma a Los viandantes, de Franz Hals, para orquestar todas las escenas en el interior del restaurante mientras que el Cristo muerto, de Mantegna, le sirve para plantear la escena del amante asesinado al que literalmente convierten en un estofado de libros. Su más reciente película, El libro de cabecera, se basa en milenarios documentos de Sei Shonagon para explorar como tema central el dibujo caligráfico sobre piel humana, perpetrado por distinguidos calígrafos mediante imágenes digitalizadas que simulan ser tatuajes.
The wings of the dove, de Ian Softney, está basado en una novela de Henry James, el autor de Washington Square (también llevada al cine) que vivió la mayor parte de su vida en Inglaterra y Francia. Al igual que con su colega James Ivory (cuya predilección por la novela finiscular decimonónica es bien conocida), la propuesta visual de Softney está permeada de efectos que provienen de la pintura, pero además de eso los protagonistas que integran la trama en forma de triángulo amoroso se ven reunidos por casualidad en cierta galería donde se presenta una exposición del austriaco Gustav Klimt. Aunque las obras no son originales, las reproducciones se corresponden bien con la idea y la cámara se recrea en ellasâ estableciendo linck entre la inconografía klimtiana y el ánimo de las damiselas protagonistas.
En su más reciente película, la mejor de su filmografía, Pedro Almodóvar no deja de utilizar el kitsch comercial, pero ahora se permite una culta incursión pictórica, cosa bastante sorpresiva en un filme cuyo título dice poco: Carne trémula, adaptación libre de la novela Kuve Flesh, de la inglesa Ruth Rendell. La joven Elena (Francesca Neri) es hija de un acaudalado diplomático italiano y en su departamento hay copias de pinturas famosas. La que yo identifico como un Spagnoletto no aparece completa, pero la Danae recibiendo la lluvia de oro, de Tiziano, sí es distinguible en su totalidad y además permanece más de una vez en pantalla. Al tratarse de una cópula, es una obra bien elegida para simbolizar lo que allí puede suceder.