Como en los sueños a los que se quiere coordinar y se escapan en un retazo por aquí, otro por allí, y se deshacen luego como nubes de niebla que cuando sopla el aire se desbaratan y flotan en todos sentidos, dispersos en jirones que se tratan de asir, como lo intentaba el poeta sevillano Gustavo Adolfo Becker, así parece sucederle a nuestro equipo futbolero que no encuentra una coordinación del cororquesta y los juegos se le escapan en un retazo por aquí, otro por allí, dos pasitos adelante y uno para atrás, dos de ladito y de nuevo pa'tras, y luego se deshacen como nubes de niebla y al volar el balón se desbaratan y flotan en todos sentidos, dispersos en jirones imposibles de asirse en un sueño, que se sueña en silenciosa noche...
Juegos que serán sueños que no podemos coordinar y hablan en su raíz de una honda amargura que sólo se anestesia y calma en el quiebre de copas y botellas que no tienen fondo. Juegos que para nosotros son sueños que van por el tiempo y en que no importa ganar ni menos alcanzar el prestigio de la victoria. Solo soñar inmóviles, asomados a los estadios, a ver pasar entre las sombras a los grandes del balompié, rápidos como ráfagas que se nos vuelven parte del jeroglífico del sueño que no hemos podido descifrar. Pero, no nada más en el futbol, tampoco en la política, la economía o la vida académica, desciframos el enigma de la victoria sobre los demás.
Así mientras los mex -jugadores y mirones--llegamos al Mundial de Futbol a soñar; aunque no queramos tenemos que seguir soñando en jugadas que se nos salen de madre. Mientras los europeos y sudamericanos, llenos de ideas extrañas, de aspiraciones infinitas, de atrevimientos inauditos, desarrollados al impulso de la tecnología van en busca de la victoria, dejando los sueños sólo para soñarse sin confundirlos en juegos.
En nuestros sueños miraremos y a veces contemplaremos el matemático producto de series de relaciones futboleras frías y severas y exactas, que traducen la búsqueda de espacios vía velocidad, electrónica del balompié y su antipática dureza de un pensamiento coordinador que enlaza en los pies los retazos de por aquí, los otros de por allí y cambia los pases hacía atrás y de ladito por rayos hacía adelante siempre y que no flotan en todos sentidos, si no que se puedan encarcelar entre las redes así sea efímeramente.