La Jornada 7 de junio de 1998

Presos, asaltantes de un diputado, un judicial y el chofer de Alejandra Guzmán

Humberto Ortiz Moreno Ť Sus rostros inexpresivos, con un aire casi de inocencia, contrastan con la pormenorizada confesión de más de 480 asaltos cometidos en menos de un año, la mayoría con una saña increíble sobre sus víctimas.

``Sí, yo le clavé el desarmador a la señora'', dice Moisés Edgardo Bistrain Ojeda, de 30 años, el de mayor edad de los cuatro, cuando su cómplice, un mozalbete de apenas 19 años, lo señala como el que descargó toda su ira en una mujer y le deshizo las piernas y el pecho a piquetes en uno de los atracos. ¿El motivo? Ni él mismo se lo pudo explicar. Sólo recuerda que la señora, secuestrada junto con su hijo, ``se puso histérica y no la aguanté...''.

Israel Preciado Torres, de 19 años, tiene la cara desfigurada por un balazo que le entró en sedal debajo del ojo izquierdo y le atravesó la nariz. Estuvo grave en el hospital Rubén Leñero.

Y es que hijos de la crisis y de la violencia, con igual fórmula les cobró un agente judicial federal que se cuenta entre sus víctimas durante el año que esta banda lleva asaltando con una agresividad inimaginable.

Por la tarde del pasado 26 de mayo, el policía, aún convaleciente en estas fechas, se subió al taxi amarillo que manejaba Eduardo Antonio Navarro Díaz, alias El Lalo, frente al Auditorio Nacional, sobre avenida Paseo de la Reforma.

Los otros tres, Fernando Preciado Torres, de 26 años, y su hermano El Israel, y Moisés Edgardo, lo seguían en otro auto de alquiler. En el primer alto, le cerraron el paso y abordaron la unidad.

El Israel fue el primero en subirse. Pero el oficial sacó su pistola, disparó y dio en la espalda del chofer. Luego se escuchó otra detonación y el jovenzuelo cayó de bruces en el asiento trasero, sangrante e inconsciente.

Entonces, El Lalo forcejeó con el policía y logró despojarlo del arma, asestándole piquetes de desarmador en diversas partes del cuerpo y en la cara. Por haber herido a su compinche, le sacó un ojo. La víctima quedó inerme y entonces, creyéndolo muerto, la tiraron por el rumbo de calzada Legaria.

Llevaron al muchacho herido al hospital Rubén Leñero y mintieron al Ministerio Público que los declaró, asegurando que habían sido asaltados en Garibaldi. Impunes, siguieron asaltando.

``Sentí un golpe en el hombro derecho y me eché para atrás y sentí que me caía'', dice El Lalo mientras este reportero escucha.

Interviene el chamaco: ``Yo sentí como caliente...''. Israel salió del nosocomio hasta el pasado 4 de junio. Y a atracar otra vez.

No hay arrepentimiento. Saben lo que hicieron. Saben que pagarán. Asienten con la cabeza cuando la autoridad les hace ver que ya no vale la pena mentir. Pero se ven tranquilos.

El más grandote, Moisés Edgardo, recuerda cómo atracaron al chofer de la cantante Alejandra Guzmán --el mismo que hace unos días se quitó la vida-- y lo despojaron de un radiotransmisor y de 200 pesos.

O también cómo asaltaron a un diputado del PRD, quien, sometido y obligado por sus victimarios, tuvo que contar chistes durante horas para evitar que lo mataran, porque a los criminales no les bastó con quitarle 30 cheques. Lo plagiaron dentro de un hotel de la calle de Magnolia, en la colonia Guerrero, para cobrar los documentos y vaciar sus tarjetas.

Hay otros en su récord que ya ni les vienen a la memoria. Pero eso sí, aseguran claramente que cometían de seis a 10 robos a la semana y por todos los rumbos de la ciudad.

Enterada de la detención de los cuatro delincuentes, la diputada Verónica Moreno, asaltada en un auto de alquiler, acudió a las instalaciones de la Procuraduría capitalina para intentar reconocer a sus agresores. Decidida, los observó uno por uno. Pronto podrían darse a conocer los resultados de esta confronta.

La captura de estos cuatro criminales fue producto de una intensa investigación que llevó por lo menos medio año. Los ubicaron, los siguieron, los vieron operar. No hay falla.

Este reportero escuchó sus confesiones. No hubo presión alguna. Estaban sueltos. Ni siquiera esposados, pese a su peligrosidad. ¿Pesará esto en el juez que los procese? La sombra de el caso Chucky despierta dudas.

Pero los investigadores del grupo especial aseguran: ``A nosotros no nos pasará eso. Los tenemos bien amarrados. Van para adentro. Aquellos sí que la regaron...''.

Todavía faltan Daniel, apodado El Diablo, y El Calaca, otros socios del crimen. Pero caerán, dicen los agentes que detuvieron a la banda.

El Lalo pide hacer una llamada telefónica a su familia para que le lleven ropa a su reclusión preventiva. ``Ni calzones traigo'', señala.

El guardia le aclara: ``Allá adentro no los vas a necesitar...''.