Adolfo Gilly
Delirio

La incursión violenta e ilegal de las tropas federales en Nicolás Ruiz, unida a los desmanes militares y policiales en otros municipios chiapanecos, no pueden ser responsabilidad de un presunto gobernador como Roberto Albores Guillén. Si así fuera y el funcionario local comandara al Ejército, estaríamos ya ante una abdicación de poderes del gobierno federal.

No se puede afirmar que ése sea el caso. Si ese Ejército, obedeciendo órdenes, una y otra vez incursiona en los poblados sembrando el terror, destruyendo mobiliarios, robando pertenencias y obligando a sus habitantes a refugiarse en los montes, la responsabilidad última toca a su comandante en jefe.

Esta guerra sorda y cruel contra los pueblos de Chiapas es la medida de la crisis en que está sumido, hasta sus niveles más altos, el gobierno de los Estados Unidos Mexicanos.

El gobierno federal, después de Nicolás Ruiz, se encuentra en esta situación insostenible:

1) A través de su delegado Albores Guillén, somete al terror cotidiano a una parte de la población indígena y campesina de numerosos municipios chiapanecos. Al amparar bajo la bandera del estado de derecho acciones arbitrarias e ilegales, descalifica en los hechos esa idea y envalentona a las fuerzas paramilitares y las bandas asesinas sueltas en el territorio nacional.

2) Al no ofrecer al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) otra alternativa que una rendición disfrazada, coloca al Ejército Mexicano en una situación en que hacer un movimiento de repliegue sería también ceder. Ningún jefe militar responsable encierra a sus fuerzas en tales situaciones imposibles.

3) Al mantener 50 mil o más efectivos en Chiapas, somete a esas tropas y sus jefes a un desgaste moral injustificado e irresponsable.

4) Al derrochar una enorme parte del presupuesto federal en ese inútil gasto militar, agrava el descalabro financiero y los efectos de la crisis bancaria que, según el gobierno, toca a todos pagar.

5) Al desbocarse en los ataques contra la ``teología de la violencia'' y contra la Iglesia de Chiapas, se adentra en un terreno pantanoso en el cual el aumento de su propio desgaste corre paralelo con su pérdida de serenidad.

El gobierno federal, por otra parte, está enfrentado:

1) A una profunda insurrección pacífica de las comunidades indígenas de Chiapas, que reverbera por canales incontables en todo el país y más allá. Los patéticos politólogos y los cómicos comisionados que claman por que Marcos hable, no son capaces de entender que las comunidades indígenas organizadas están hablando todos los días con las voces de sus autoridades, con su resistencia y con sus actos.

2) A un apoyo a esa movilización de los indígenas chiapanecos desde múltiples sectores y parajes del territorio nacional. Ese apoyo nunca ha cesado, aunque a veces sea más visible y otras menos. La caravana Ricardo Flores Magón es el actual ejemplo.

3) Al hartazgo de todo el país, aun de muchos de aquellos que no apoyan la causa zapatista, con una guerra inútil y sin sentido, producto de la terquedad de un poder preocupado ante todo de mostrar que existe.

4) A la descomposición progresiva de su propio aparato político (¿a qué partido pertenece el todavía gobernador con licencia Jorge Carrillo Olea?) y a la fragmentación de la federación de cacicazgos a la que se va viendo reducido el PRI.

5) A su acelerada pérdida de credibilidad internacional, por la torpe conducción de sus funcionarios puestos ante situaciones imposibles de conducir y obligados a empecinarse en la mentira.

El gobierno federal está sumido en una triple crisis de credibilidad, de mando y de confianza en sí mismo. Esta es la realidad y, mejor saberlo, ésta puede durar por un buen tiempo.

Estados Unidos perdió la guerra de Vietnam porque no pudo doblegar la resistencia nacional de las comunidades vietnamitas encabezadas por el Viet Minh y por la oposición de la sociedad estadunidense a una guerra sin sentido y sin salida.

Por razones similares, el gobierno federal está perdiendo su guerra sorda contra las comunidades indígenas de Chiapas. ¿Cuánto más costará antes de que se acabe ese delirio?