Antonio Tabucchi, el escritor italiano alfiler clavado al sol deshabita su mundo, encuentra un suelo de luna y baila para sentirse cómodo y dejase ir en las neuronas del deseo al ritmo de la seguirilla, en su espléndido relato llamado ``19 de agosto'' (El País, 1/VI/98) que leyó en la inauguración del congreso internacional Federico García Lorca celebrado la semana pasada en la Universidad de Granada, España.
Su ensayo se perfila por la senda del enigma y se sale de la atmósfera de la metafísica de la presencia y crea lunas, bailes y tiempos y da una luz a la obra de García Lorca. Perdido en el tiempo diluye el lenguaje, pierde la linealidad y conserva la musicalidad gitana al compás de la seguirilla en la noche de luna, lunera.
Tabucchi establece diálogos entre un gitano y un payo que cree en las palabras y no en la luna, y al que el gitano trata de convencer de que las palabras mueren y la luna es eterna. ``Todo esto en una noche tendente al rojo. Noche de diálogo, gracias a un payo que sabía mirar a la mujer como se debe, ¿qué ella va vestida de negro y lleva falda negra? No importa dice el gitano, si tu mirada atravesara el vestido, puedes comprender la seguirilla y esa es una mirada que gusta. ¿Sabes cuántas telas llevan bajo la falda las auténticas gitanas? No te lo digo, pero están repletas de encajes. Las tejían en las cuevas donde yo nací cerca de Granada''.
Diálogo que precede aquel en que una noche de luna ésta era una sombra y el gitano meditaba y halló a una mujer que se llamaba Consuelo. Bailaba al ritmo de la seguirilla. Lo que no significaba mucho para el payo. Sin embargo para el gitano era una actitud que sólo se comprendía en una mujer de auténticos sentidos.
``Hay quien baila con la cabeza, ¿lo entiendes? Pero, bailarinas como esas no sirven para nada, es una emoción fría; para una mujer de verdad hace falta esa parte de aquí, de detrás, hace falta un ritmo que tenga corazón de plata y puñal en la mano derecha y al que la luna recoja, como decía García Lorca''.
Y es que las personas creen que los gitanos no son lúcidos. Cuchillos de plata los llamaba Federico, porque suponen que nuestra mujer murió en el mil y algo y que al ser así ``¡olé!, con las caderas y ese trasero hacía girar el tiempo y el espacio y se dejaba admirar la ancha cadera, sobre el punto inquieto''.
Y así los gitanos vagan desde Andalucía hasta Extremadura con una geografía diferente a la de los otros. ``Sin embargo, la luna que le ha contado al payo era la misma de esta noche. El 19 de agosto de cuando el payo tenía 20 años. Hoy es 10. Por tanto echando cuentas sucedió dentro de nueve días''.