José Steinsleger
Acto fallido

La invasión del 20 de diciembre de 1989 a Panamá tuvo un propósito claro y declarado: perpetuar la ocupación militar de Estados Unidos más allá del 2000. Pretensión negada, precisamente, por los acuerdos Torrijos-Carter (1977). Un mes antes de la invasión, el general Manuel Antonio Noriega dictó en Fuerte Amador una conferencia en la que estuve presente.

Con documentos de la CIA y del Departamento de Estado, Noriega aseguró que la estrategia a largo plazo de Estados Unidos en Panamá apuntaba a invadir militarmente a Colombia y el área andina so pretexto del combate a las drogas. En suma: modificar la estructura militar del Comando Sur y transformar sus instalaciones en centro internacional de lucha contra el narcotráfico pero delegando la responsabilidad política a los gobiernos de América Latina.

El plan destinado a perpetuar la presencia militar estadunidense en el Canal (que actualmente figura encarpetado con el nombre de ``Centro Multinacional Antinarcóticos'' y es motivo de negociaciones secretas entre Washington y el gobierno de Ernesto Pérez Balladares), trascendió en noviembre de 1983, cuando en el transcurso de las investigaciones del Congreso norteamericano en el caso Irán-contra-gate fueron revelados los objetivos del denominado Proyecto Democracia, red clandestina que dirigía el Rambo Olivier North desde los sótanos de la Casa Blanca.

North y su pandilla habían intercambiado armas por rehenes con el gobierno iraní del ayatollah Jomeini y se valía de narcolavanderos domiciliados en Suiza y otros centros bancarios internacionales. Con estos recursos North dirigía las operaciones políticas, jurídicas y legales de la contra nicaragüense y la oposición panameña.

El empresario hotelero Gabriel Lewis Galindo, ex embajador de Panamá en Estados Unidos (ya fallecido), el líder de la Democracia Cristiana Ricardo Arias Calderón y el ``héroe'' de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) Roberto Eiseneman tuvieron activa participación en el Proyecto Democracia. Jorge Turner, ex embajador de Panamá en México, tiene razón al decir que Lewis Galindo fue el cerebro del Centro Antidrogas de marras, cuyo propósito es ``disfrazar la tutela estadunidense perenne sobre Panamá'' (La Jornada, 31/3/98).

Mas quien causa sorpresa es Nils Castro, actual embajador del país istmeño en México. Es difícil dar crédito a sus declaraciones vertidas en la última edición de la revista Proceso (Núm. 1126, 31/5/98). Es difícil porque Nils Castro es un intelectual valioso, con muchos ensayos y libros para entender la realidad de Panamá y de América Latina.

¿En base a qué dice el embajador que ``el Centro Multinacional Antidrogas es una propuesta del gobierno panameño, no del gobierno estadunidense?'' ¿Con qué fundamentos sostiene que ``...los países que quieran participar en el centro tendrán que hacerlo bajo las condiciones fijadas por Panamá, no por Estados Unidos, ya que Panamá pondrá su territorio para instalar el centro y el que invita fija las condiciones''. ¿Realmente un hombre como Nils Castro cree que Panamá puede hoy ``fijar condiciones'' a Estados Unidos?

Es cierto que al decir de Eduardo Galeano estamos viviendo los tiempos del ``arrepentimiento de toda pasión''. Y no menos cierto que la calle está dura y hay que hacer esfuerzos para justificar la chamba. ¿Pero a costa de qué? El actor Peter Ustinov sostiene que `los diplomáticos son personas a las que no les gusta decir lo que piensan y a los políticos no les gusta pensar lo que dicen''. O que ``un diplomático es un hombre muy honrado al cual se lo manda muy lejos a mentir en bien de su país''. Pero Nils Castro es un pensador de espíritu refinado, un hombre de letras, un hombre de la conciencia profunda de América Latina.

Un día, Nils publicó un magnífico trabajo: El Che y el modo contemporáneo de amar, que encabezó con versos martianos: ``El amor, madre, a la patria (...)/ es el odio invencible a quien la oprime, / es el rencor eterno a quien la ataca''. Y cerró el trabajo diciendo que el Che ``...nos espolea para hacernos más completos'' (Revista Casa de las Américas, Núm. 58, enero-febrero de 1970). ¿Pecados de juventud? Como fuere, parece que la política y la diplomacia al servicio de un pícaro como el Toro Balladares lo han confundido. Ojalá rectifique. Chamba no le va a faltar.